Barrio chino
Una vez al mes me dirijo en tren hacia Belgrano,
a donde está mi patria sola entre dos calles.
Sentado sobre un banco en el andén
miro los peatones a ambos lados de los rieles,
tras las rejas,
mientras espero que llegue el tren que viene del Tigre.
El sol sudamericano me hace arder la piel.
La virgen dentro del altar se ve pálida,
ojos caídos, expresión neutra: ni buena ni mala.
El reloj averiado marca como siempre las 8.45,
advirtiéndome una vez más
que el futuro es la terminal de algo:
una mala noticia que ya está en camino;
una nieve que tapa todo, que cubre todo;
un error del que no dejamos nunca de arrepentirnos...
La puerta del vagón se abre y siento una satisfacción indecible,
porque una vez por mes
Belgrano ocupa de nuevo el lugar de mi patria
trayéndome su pereza, su bondad y su embrujo;
y una vez más vuelvo con mi bolsa pesada,
llena de arroz, salsa de poroto, cebolla y zanahoria.
Song Lin (Xiamen, 1958).
Desenlace
Quizás un invierno
me regalaste una piedra
tan caliente que yo la pasaba
de mi mano izquierda a mi mano derecha
de mi mano derecha a mi mano izquierda
y así
Los días se fueron sucediendo,
la piedra poco a poco se enfrió.
Lo único que quedó en mis manos
fue un poco de sombra.
Yao Feng