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Domingo, 10 de febrero de 2013

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Paul Gauguin

Eugène Henri Paul Gauguin nació en París, el 7 de junio de 1848 y es reconocido como uno de los cabecillas del post-impresionismo. Inspirador de los Nabis y gran influencia para el fauvismo, Gauguin desarrolló su obra más relevante en el Caribe y en la Polinesia francesa. Allí se dedicó a retratar a las lugareñas, casi siempre semidesnudas, inmersas en su hábitat, un universo misterioso y sensual que Gauguin describió con planos de colores saturados, contrastes de rabiosos amarillos y rojos y pinceladas llameantes. Las estampas japonesas y el arte primitivo resultaron una fuente de inspiración para el pintor, así como la síntesis formal de Ingrès y la composiciones de Puvis de Chavannes. Hijo de Clovis Gauguin —un periodista antimonárquico— y de Aline Marie Chazal, Paul tuvo que huir con su familia a América, cuando sólo contaba un año, tras el golpe de Estado de Napoleón III en 1851. Durante el viaje, el padre muere y su madre se refugia con él en Lima, Perú, donde pasa los primeros años de su infancia. Ese sería el primero de sus numerosos y exóticos viajes. En 1855, Paul se embarca en la Marina Mercante y luego en la Armada Francesa. Regresa a Francia en 1870 y se convierte en un exitoso agente de cambio de la Bolsa de París. Lleva una vida acomodada junto a su esposa y sus cinco hijos. Su tutor, Gustave Arosa, gran amante del arte, lo introduce entre los impresionistas y así empieza a tomar clases de pintura. En 1882 deja su trabajo en la Bolsa y se dedica por completo a la pintura. Las necesidades económicas lo llevan a trasladarse con su familia a Copenhague, donde viven los parientes de su esposa. Allí deja a su mujer y a sus hijos para regresar a París. En 1887 viaja a Panamá, donde trabaja un tiempo como obrero en la perforación del canal. El clima y las enfermedades tropicales lo postran. Una vez recuperado, se va a la isla Martinica. En 1891 se embarca a la Polinesia y se establece en Tahití, en un intento de huir de la artificialidad de la civilización europea. La enfermedad en los ojos y la falta de dinero lo obligan a regresar a Francia. Allí recibe una herencia de su tío y regresa de manera definitiva a Polinesia, donde pintará 70 cuadros en unos pocos meses y publicará su autobiografía Noa. La muerte de su hija Aline y los problemas de salud (sífilis y una herida en la pierna) lo hunden anímicamente. Hacia los últimos años de su vida forma pareja con una joven de las Islas Marquesas y tiene un hijo. Contrae lepra y en 1897 intenta suicidarse. Prácticamente en la miseria, sobrevive con una pequeña pensión que un marchante le envía desde París. Muere en Atuona, Islas Marquesas, el 9 de mayo de 1903. Su amigo y admirador Van Gogh dijo de sus pinturas: “¡Formidables! No fueron pintadas con el pincel sino con el falo. Cuadros que al mismo tiempo que arte son pecados (...). Esta es la gran pintura que sale de las entrañas, de la sangre, como el esperma sale del sexo”.

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