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Domingo, 7 de septiembre de 2003

Golpeando a las puertas del estudio

Por R.F.

Cuenta Jorge Calderón –coautor con Warren Zevon de buena parte de las ráfagas que soplan en The Wind– que no le causó mucha gracia la idea de su socio de grabar el clásico de Bob Dylan “Knockin’ On Heaven’s Door”. Le pareció –dadas las circunstancias– “innecesario” y “redundante” y “obvio” entre canciones que tratan la muerte, el morirse y el estar muerto de una forma tan oblicua y elegante. Pero Zevon insistió tal vez para devolverle el favor a Dylan –quien supo tocar la armónica en el tema “The Factory” de Sentimental Hygiene y que por estas noches, como homenaje al colega casi caído, suele incluir en sus conciertos versiones al piano de “Mutineer”, “Accidentally Like a Martyr” y “Boom Boom Mancini”. O quizá –como rió Zevon en una entrevista– porque “hay muchos covers de ‘Knockin’’ por ahí pero el mío es el primero en el que canta un hombre que se está muriendo de verdad”. En cualquier caso, Zevon se salió con la suya, la grabaron en una toma y –confiesa Calderón– sollozó todo el camino de regreso a su casa mientras la escuchaba en el equipo de sonido de su auto. El baterista Jim Keltner rompió a llorar mientras grababan “Keep Me in Your Heart”. A Zevon se le quebró la voz grabando “El amor de mi vida”, un mensaje para una antigua ex novia a la que nunca dejó de amar y a la que, días atrás, consiguió ubicar para despedirse.
Más allá de las lágrimas, The Wind no es un disco llorón o autocompasivo. Su grabación –como ocurrió con todos y cada uno de los álbumes de Zevon– tuvo mucho de fiesta inolvidable esta vez potenciada porque estaba claro desde el vamos que se trataba de la última farra. Así, a componer a velocidad endemoniada y a ir ordenando a los músicos que caían de sorpresa o, como Springsteen, en su jet privado para poner voz y guitarra en “Disorder in the House” y recordar anécdotas zevonianas detrás de todas esas canciones inolvidables mientras Zevon, agotado pero feliz, iba de la cama al living y vuelta a la cama. Al principio –cuenta Calderón– a Zevon lo puso un poco nervioso la idea de que hubiera tantas stars en The Wind: “No quiero que parezca un circo o un Live Aid privado”, ironizó.
“Componer con Warren es como ser un sastre: el tipo te pasa la tela y uno tiene que cortarla. ‘Numb As a Statue’ es eso: Warren contándome por teléfono que le habían dado unas medicinas fuertísimas y que no sentía nada y que tal vez me iba a pedir prestado algo de lo que yo sentía. De ahí salió una canción. Y apenas supo la noticia y me contó que le quedaba poco tiempo yo le pregunté: ‘Qué prefieres: ¿ir a tirarte a una playa de México o hacer otro disco?’. Me respondió que se lo iba a pensar un poco. Me llamó al rato. ‘Otro disco’, me dijo. Y que quede claro: yo no estoy aquí como socio artístico. Yo estoy aquí acompañando a mi amigo. Lo hice en las buenas y lo hago en las malas, cantando con Warren”, explica Calderón.
De ahí sale The Wind, que –en su primera semana a la venta– vendió 38.000 copias –en comparación con las apenas 7000 que lleva vendidas su anterior My Ride’s Here. Un éxito de ventas después de tantos años como leyenda de culto.
Así es: Warren Zevon ha vuelto. Lástima que volvió para decir adiós.

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