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Domingo, 5 de enero de 2014

APOLOGO DE DO-MIN CHOI

AGUSTIN MENDILAHARZU

Hace cine y teatro. Es miembro de El Pampero Cine, compañía productora de decenas de películas independientes. En todas colaboró, en los rubros más diversos. Desde 2009 conforma con Walter Jakob una “dupla creativa” que ya ha producido dos obras: Los Talentos y La Edad de Oro.

1. El bar de un complejo de canchas de tenis. A y B toman algo. Son dos hombres de entre 30 y 40 años, con ropa de tenis y signos de actividad física reciente.

A: Me lo contó hace como 5 años. No me acuerdo bien, pero te lo cuento igual, aunque incurra en alteraciones.

B: Dale.

A: Es así: Do-min tiene 8 años cuando los padres le anuncian que se van a vivir a la Argentina. El no sabe ni dónde queda eso en el mapa, pero como está educado en el respeto y la obediencia... Cuestión que venden lo que tienen, cierran la casa y se despiden de parientes y amigos. A ese momento terrible de la partida le sigue otro tal vez peor, que es la llegada a esta ciudad rarísima, donde nada se parece a lo que ellos conocen. ¿Sí? No llegan a reponerse de ese impacto que ya la ley de este lugar nuevo les exige que los chicos vayan a la escuela. Entonces los examina un comité de evaluación (esto es fines de los ‘70, ¿’ta?, no descartes la posibilidad de uniformados), y a Do-min lo mandan a primer grado, y al hermano, que es dos años mayor, a segundo.

B: ¿Y con el idioma qué?

A: Yo qué sé, son chicos, aprenden...

B: No son tan chicos.

A: Bueno, Do-min estaba en el límite, viste que él, acento, casi no...

B: No tiene. La idea de acento aparece cuando le ves la cara. Si sólo lo oyeras, dirías que es alguien que habla particular.

A: El hermano sí tiene, bastante. Claro, era más grande.

B: Pero no es sólo eso, hay algo más. Dante se llama, ¿no?

A: Se puso Dante. Se llama Do-sun.

B: Yo lo vi una sola vez, pero mi sensación es que... Digo, se cambió el nombre, se casó con una argentina, pero sigue siendo un coreano radicado acá: trabaja en una empresa de allá, anda todo el día entre coreanos. Do-min conservó su nombre pero, en un momento, eligió apartarse de la comunidad coreana. Tomó la decisión de ser argentino.

A: Realmente fue una decisión. Escuchá lo que sigue. Van varios meses de clases, y él ya más o menos se comunica. Un día la maestra le dice: “Do-min, contanos cómo es la comida coreana”. Se queda mudo. No sabe decir langostinos, agridulce o jengibre. No le da para explicar algo tan complejo. Entonces la maestra, para sacarlo del aprieto en que lo metió, le dice: “Hagamos una cosa: un día le decís a tu mami que nos prepare algo, así probamos. ¿Sí?”. El dice que sí y esa tarde le cuenta a la mamá lo que pasó. Entonces ella le pregunta cuántos son en el curso y él dice, no sé, 40. Ella va de compras, se recorre todo, gasta una fortuna, se pasa el fin de semana encerrada cocinando y prepara una especie de compendio exhaustivo de comida coreana para 40. Llega el lunes, Do-min va a la escuela y le dice a la maestra: “Mi mamá quiere saber cuándo van a venir a casa”. “¿Cómo?” “Dice que ya cocinó para todos y quiere saber cuándo van a venir.” La maestra se queda callada un rato... lo mira... y le dice: “Nooo... no, no, entendiste mal. Yo dije por decir, pero no...”. Y mientras dice esto ve cómo se le deforma el gesto al chinito este que tiene enfrente. Y advierte que... que no hay solución. Y lo manda a sentar y empieza con la clase. Do-min pasa el día con el corazón oprimido y a la tarde le explica a la mamá lo que pasó. Ella se arrodilla, lo mira a los ojos y le dice: “Hijo, llegamos a un lugar donde las reglas son distintas. Tendremos que acostumbrarnos a eso”.

2. La misma situación, otro día.

B: Ah, no te dije: me encontré con Do-min.

A: Mirá. Justo que...

B: Sí. Le conté. Fue gracioso. Me dijo que, con los años, él terminó dándole al episodio un sentido parecido al que vos le das. Pero que tu versión estaba occidentalizada.

A: ¿Ajá?

B: Dijo que la idea de desarraigo a ellos les chupa un huevo. Que vayan adonde vayan forman guetos, así que no hay nostalgia de la tierra abandonada ni pavor ante la nueva. Que en el departamento donde cayeron, en Fuerte Apache, tenían mucho más confort que en Seúl, donde no había gas, ni duchas ni cloacas. Que a Dante, a pesar de ser 2 años mayor, lo metieron en primer grado igual que a él. Que entendía que a tu versión le convenía un protagonista único, pero que el episodio lo vivieron los dos. Que la respuesta de la maestra les produjo más desconcierto que desazón. Y que, cuando le contaron aquello a la madre, se sorprendió un poco, pero enseguida empaquetó la comida, la repartió entre la heladera y el freezer y se alegró porque le esperaba una semana sin cocinar.

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