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Miércoles, 19 de marzo de 2008

CULTURA / ESPECTáCULOS › "QUERER ESCRIBIR, PODER ESCRIBIR" DE JAVIER CHIABRANDO

Hay que sentarse a escribir

Con buen ritmo y un lenguaje agradable y accesible, se encarga de diseccionar "los secretos del oficio de escritor".

 Por Fernanda González Cortiñas

Quiero escribir. Ahora la pregunta es, ¿puedo? El interrogante se le planteó a Javier Chiabrando como un cuestionamiento liminar, que puede surgir incluso antes que el otro gran síndrome escritural: el de la página en blanco. Una pregunta que como un espectro se le ha aparecido a cada licenciado en Letras, cada periodista, profesor, abogado, médico y a veces apenas a un simple lector con ansias comunicativas que por sentir cierta empatía con la lectura, y algún nivel respetable de autocrítica, supone que a él también le podría haber sido concedido el don de escribir.

Sobre la base del siempre escabroso --más no desértico, desde el clásico Cómo aprendí a escribir, de Máximo Gorki al fresquísimo Cómo lee un buen escritor, de Francine Prose, pasando por las fórmulas de García Márquez u Horacio Quiroga, para mencionar apenas un par-- territorio teórico acerca del oficio de escribir, Chiabrando acaba de editar Querer escribir, poder escribir (Corpus Lirio, 2007), una suerte de cómodo manual en el que, sin pretensiones academicistas, con buen ritmo (el aporte se resume en apenas 120 páginas) y un lenguaje agradable y accesible (aclaremos: no todo lo agradable es accesible, y viceversa), se encarga de diseccionar lo que a su criterio son "los secretos del oficio de escritor".

"La génesis de este libro --cuenta Chiabrando por teléfono desde Balcarce, aunque en realidad es de Carlos Pellegrini y pasó gran parte de su vida en Rosario-- es más una anécdota que una génesis. En principio lo empecé a escribir como una manera de organizar todos mis conocimientos teóricos sobre el tema en una suerte de guía con consejos para los alumnos de mis talleres --dicta por lo menos dos fijos: uno en Balcarce y otro en Mar del Plata--, en particular para una que me volvía loco a preguntas".

Sin escatimar citas de plumas célebres sobre el tema (la primera, lapidaria, de Stendhal: "Quisiese que todos los cursos de literatura yaciesen en el fondo del océano") el autor asiste en la tarea de reflexionar introspectivamente acerca de la compleja tarea de dar a luz un texto literario.

"Después de leer casi todo lo que hay en el mercado sobre el tema --y debo confesar que hay mucho, muchísimo--, empecé a vislumbrar lo que quería hacer. Por un lado me ocupé de los aspectos técnico--teóricos y por otro trabajar algo que yo creo que el libro tiene y que es muy importante y es lo motivacional. Yo trabajo siempre sobre el concepto de que si se quiere escribir, hay que sentarse a escribir. Sólo es posible saber si uno tiene talento, una vez que uno ha escrito. La escritura es siempre, un ensayo de prueba y error --asegura Chiabrando, a su vez, autor de Los turistas no tienen domingo (1998) y Todavía no cumplí cincuenta y ya estoy muerto (finalista en 1999 del concurso La Sonrisa Vertical de Editorial Tusquets). En este sentido hay dos operaciones fundamentales que concurren en este camino: la primera tiene que ver con que cuando uno empieza a escribir lo que hace es una conexión con el imaginario propio más profundo, algo que no aparece en la cotideaneidad. La otra operación tiene que ver con el recorte lingüístico que uno hace al acercarse a la escritura, que es el esquema con el que uno va a seguir trabajando cuando escriba; es decir, al tomar la decisión de escribir, hay una cantidad de palabras que uno adopta y otro tanto que deshecha".

Luego de un breve prolegómeno en el que baraja las posibles condiciones en las que podría arribar el lector a la obra (sea con un flamante título bajo el brazo, con un curso, un taller, aconsejado por alguien o simplemente con la decisión tomada), Chiabrando devela su primer secreto, --y, créanlo, no es un secreto a voces, más bien todo lo contrario--: "El escritor debutante debe encontrar la felicidad en la escritura". Es posible que ya aquí claudique una larga ristra de aspirantes. "'Querer escribir, poder escribir', apunta a analizar una serie de pasos, algunos de ellos inevitables, para dejar de ser un aprendiz de escritor y aproximarse a la posibilidad de serlo realmente", dice el autor al comienzo del libro.

Desacralizando procesos y resultados, y sin descartar la eventual aparición de la diosa fortuna, Chiabrando (que es escritor y músico) sí aclara que, mayormente, el éxito en el mundo editorial es fruto de una mezcla adecuada de creatividad, esfuerzo y perseverancia.

A continuación, se deshilvana una serie de capítulos que el mismo autor resume con precisión: "los capítulos 1 y 2 proponen una forma de encarar los duros comienzos de la escritura e intentan dar algunas ideas para lograr un cierto orden en la escritura. Una vez logrado ese orden primario, avanzamos en las exploración de dos elementos que pueden hacer que nuestro texto comience a lucir; capítulo 3: el valor de la escena y de los detalles. En el capítulo 4 entramos en el trabajo específico del escritor y en lo beneficioso que resulta encontrar un método, que si bien no es una solución mágica, seguramente evita la pérdida de tiempo y la dispersión de las ideas. El capítulo 5 aborda los fundamentos de una buena escritura: el estilo y sus posibilidades de ser enseñado. Los capítulos 6 y 7 desarrollan una serie de ideas sobre lo que se esconde dentro de una trama. El 8 es un llamado de atención sobre las trampas que un escritor encuentra en su camino. El 9 habla de la relación entre el escritor, el texto y el lector". A modo de corolario, una reflexión sobre los valores absolutos del arte (que empieza: "en el arte no existen valores absolutos") y un apéndice que incluye un cuento propio --a modo de ejemplo de todo lo dicho anteriormente--, concluyen el trabajo.

"Una pregunta que me hacen siempre en el taller es: ¿cómo se escribe una novela? --finaliza Chiabrando--. Más allá del talento de cada uno, mi respuesta es siempre la misma: con mucho tiempo".

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El escritor Javier Chiabrando.
 
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