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Miércoles, 9 de abril de 2008

CULTURA / ESPECTáCULOS › JOSE ONAINDIA, DIRECTOR DEL CENTRO CULTURAL RICARDO ROJAS

Romper algunos límites

Ante la pregunta de si la indiferencia del público es un síntoma cultural, el funcionario porteño entiende que "hay que ir a buscar a la gente que se siente expulsada".

 Por Fernanda González Cortiñas

El director de un centro cultural tiene una pesadilla recurrente: sueña que logra traer a Woody Allen a tocar el saxo a su sala; pero cuando se da vuelta a disfrutar de la sonrisa agradecida del público, descubre que el teatro está totalmente vacío. Desde hace unos años este síndrome de horror vacui es padecido por la mayor parte de los programadores culturales. Aunque hasta hace algún tiempo no existían en el país indicadores que registraran seriamente los consumos culturales de los argentinos, desde que observatorios y encuestadores se han abocado al tema, los números han ido en franco descenso. ¿Es la indiferencia del público un síntoma cultural en sí? ¿es posible en el actual contexto nacional pensar en estrategias capaces de recuperar los públicos perdidos e incluso conquistar nuevos? Para intentar disipar éstas y algunas otras dudas, el director del Centro Cultural Ricardo Rojas --y ex responsable del INCAA--, José Miguel Onaindia, que pasó por Rosario para presentar la temporada 2008 de El Rojas fuera del Rojas (ver recuadro), ciclo que a través del Centro de Expresiones Contemporáneas, cumple 15 años de intercambio con los artistas de la ciudad, conversó con Rosario/12.

--¿Es la cultura la que ha entrado en crisis en la Argentina o sólo sus instituciones?

--Creo que en el siglo XXI ya es imposible pensar a las instituciones culturales como lo veníamos haciendo. Hay algunas cuestiones de carácter internacional, como es el impacto de la tecnología en las artes, o la multiculturalidad de los grandes conglomerados urbanos por ejemplo, que han modificado definitivamente el panorama cultural tal cual lo conocíamos hace una década. Esto, entre otras cosa, ha hecho que los centros culturales --al menos los públicos-- se vean obligados a reformular ciertos conceptos. En la Argentina estos cambios no son necesariamente positivos, al contrario. Junto al deterioro socio--económico que viene sufriendo la población desde hace años, ha ido creciendo exponencialmente un deterioro educativo que repercute necesaria y directamente sobre las instituciones que manejan bienes culturales. Por eso nos preocupa la generación de públicos. Yo creo que hoy los centros culturales públicos necesitamos romper algunos límites e ir a buscar a la gente que se siente expulsada. Y hay gente que se siente expulsada por razones económicas y sociales, pero hay otra gente que se siente expulsada porque el nivel educativo ha descendido tanto, que un museo o un centro cultural no le representa el menor interés. Llama la atención que a los sectores medios --que son los que hoy acceden a la universidad-- de ciudades como Buenos Aires o Rosario, es decir, ciudades con buena oferta cultural, no se les haya despertado la inquietud de ir alguna vez al teatro, o entrar a un museo.

--¿A qué cree que se debe este fenómeno? ¿es posible pensar que la cultura ha perdido su función como dadora de estatus?

--Sí. Creo que ha caído el valor social. Nos hemos convertido en una sociedad absolutamente apegada a lo material, a la adquisición de bienes materiales como símbolo de ascenso social. Hoy por hoy ya no es prestigioso ser educado, excepto, que se ponga en función de algún objetivo de carácter económico. A mí modo de ver el motivo fundamental de esta situación es el retiro del Estado en casi todos los sectores pero, creo yo, fundamentalmente en la generación de una política de medios. Me parece que hubo un momento donde los medios se pusieron muy férreamente a defender la libertad de prensa, cuando en realidad defendían la libertad de empresa, algo que no está mal, siempre y cuando se mantengan unos parámetros mínimos de contenido y estética. Bueno, eso se ha perdido completamente. Hasta la década del 70 había dos instituciones formativas por antonomasia: la escuela y la familia. Hoy esas dos instituciones prácticamente han desaparecido. Por supuesto, esto es una generalización; hay padres que llevan a sus hijos al teatro, hay maestros que incitan a sus alumnos a leer, pero son la excepción a la regla. A esto le agregamos la desaparición de los medios masivos, básicamente la televisión, como agentes sino transmisores, al menos incitadores, disparadores de fenómenos culturales.

--Bueno, sin exculparlos hay quienes opinan que los medios de comunicación han sido las primeras víctimas de este proceso de pauperización cultural...

--Sí, bueno, es un poco como un círculo vicioso. Sin embargo, más allá de la culpa --que, entiendo, es casi toda del Estado--, yo les adjudico a los medios una responsabilidad mayúscula en la tarea de reconstruir ese imaginario cultural extinto.

--¿Qué se puede hacer en este sentido?

--No traigo fórmulas magistrales, pero sí desde la dirección del Rojas hemos generado algunas ideas que intentan paliar de algún modo esta crisis de la cultura. Una de ellas ha sido la creación de cursos ya no de formación artística sino de apreciación. En todas las sociedades hay una pequeña porción de la población que cuenta con talentos especiales y transmite su arte a una gran cantidad de gente. En la Argentina, esta última se ha ido achicando casi hasta quedar por debajo de los artistas. Con esta iniciativa queremos comenzar a revertir este proceso.

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Onaindia vino a Rosario a presentar "El Rojas fuera del Rojas".
 
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