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Martes, 18 de septiembre de 2012

CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. EXPOSICIóN COLECTIVA MANIFIESTO DEL CIENTíFICO ENAMORADO

Arte, ciencia y amor en rojo

La coherente muestra que puede visitarse en la Alianza Francesa pone en obra con un tono juguetón cuestiones políticas y culturales serias, empezando por interrogar la razón de existir de la institución misma que la expone.

Si las tres muestras curadas por Pauline Fondevila en la Alianza Francesa de Rosario (San Luis 846) este año en el marco de los festejos del centenario de la Alianza fuesen colores, Lindo mayo raro hubiera sido azul, Un recital en el bosque sería blanco y la que puede verse hasta el 26 de este mes, Manifiesto del Científico Enamorado, a la vez rebelde y seductora, es, sin duda, roja en todo sentido, incluso en el de rouge. Desde el texto de catálogo, una ficción curatorial por Fondevila, hasta las obras de los jóvenes artistas Gisela Cortese, Noelia Ferretti, Fer Fischer, Yasmín Perez, Noëlle Lieber y Ariel Torti, la coherente muestra pone en obra con un tono juguetón cuestiones políticas y culturales serias, empezando por interrogar la razón de existir de la institución misma que la expone.

"La obsesión y la perseverancia son mis dos cualidades principales, y son muy importantes para mi oficio", dice el científico enamorado en el manifiesto que escribió Fondevila. "Cuando emprendo una nueva investigación tengo que estar totalmente dedicado a ello. Llenar hojas y pizarras de apuntes, leer y volver a leer, buscar en internet, fotocopiar, imprimir, ampliar detalles, comprobar documentos, registrar las etapas de mi pensamiento, ordenar carpetas y cajas, estudiar metales y vegetales, piedras y maderas, analizar, archivar, probar y deducir, experimentar materiales nuevos y construir prototipos, esa es mi rutina. Y tomar mucho café".

Podría ser el comienzo del guión de una novela gráfica, ya que Fondevila en su propia obra cultiva el dibujo. En el flyer de Fondevila para la muestra, su personaje descansa fumando con la espalda apoyada en el aire, los pies en el escritorio, absurdo en el espacio como aquellos señores encorbatados de las pinturas surrealistas de René Magritte.

Tiernamente anacrónico, el científico enamorado es un contradictorio personaje de fábula que con aparente candor pone en cuestión la dicotomía entre civilización y barbarie, entre Europa y América, entre razón e instinto: "Si no te asusta mi trabajo, te traeré cada mañana, en la mesa del desayuno, una nueva manera de pensar el mundo", dice y enumera, con ecos del Fausto de Goethe: "La flora y la fauna, las rocas y las tierras, las comidas y los idiomas, los ritos y las leyendas, los fósiles, las huellas de batallas pasadas, los trofeos pasados y las medallas oxidadas, las hojas muertas, nada se me puede escapar". La instalación de Ariel Torti, con sus copones metálicos, trofeos de ficción exhibidos junto a rocas fluviales símil meteoritos, insiste en reunir cultura y naturaleza.

¿El científico enamorado es un artista? ¿Todo artista es un científico enamorado? Hay que leer las obras entre líneas, sumergirse en ellas y en lo que se apropian de tradiciones modernas, tanto artísticas como científicas, de la plástica. Y lo de sumergirse es literal: cuando el espectador se para a mirar la fotografía digital intervenida de Fer Fischer, El casamiento de Alfred (2012), si da un giro físico de 180 grados se topará de frente con el referente que sirvió de modelo a la foto: la biblioteca de la Alianza, que puede verse a través de una vitrina translúcida, con sus estantes rotulados con los nombres de disciplinas y continentes. Las manipulaciones de Fischer a la foto, que retrata a la bibliotecaria y a un perrito peludo (¿Alfred?), evocan por su foco y sus tonalidades el realismo detallista de la escuela flamenca: Los esposos Arnolfini, de Van Eyck, o aquel óleo de Hans Holbein el Joven, Los embajadores (1533), donde una panoplia de objetos simboliza el saber totalizador de su época.

Si en Los embajadores el "chiste" era la calavera vista en anamorfismo, aquí Fisher y Fondevila juegan a enfrentar foto y realidad como mediante un espejo, escenificando la mímesis naturalista, régimen escópico occidental dominante desde entonces. Por su tendencia a evidenciar el artificio de la representación cotejándolo con lo representado, Fisher, lo mismo que Noelia Ferretti en su instalación con hojas de cuadernos escolares y hojas de plátano titulada La pintura fracasa (2012), dialogan además con esa obra paradigmática del conceptualismo que es Una y tres sillas (1965), de Joseph Kosuth.

Sutil casi hasta lo invisible, la obra en papel calado de Gisela Cortese parece pelear con su propia sombra. Excavando con cortes la superficie par abrirla al espacio que está detrás de la tela (como en su día Lucio Fontana), Cortese calca palimpsestos de sus propios dibujos gestuales que al traducirlos a la técnica precisa y quirúrgica del calado, congelan lo que fue trazo en vegetaciones extrañas.

El dibujo al servicio del saber sobre la naturaleza era de lo que se trataban los herbarios de aquella alta Modernidad, que desplegaban bellamente taxonomías vegetales. Noelle Lieber parodia con elegante humor dicho género científico en una serie de siete dibujos a la témpera, Flora, donde cada planta es hibridada con una figura masculina que expresa el exotismo y el vigor de unos pueblos originarios indistinguibles de la misma naturaleza.

Plantas suculentas o alucinógenas, máscaras del carnaval de Oruro, trajes chamánicos se metamorfosean en un priapismo salvaje para seducir y horrorizar, según el caso, a unas damiselas déco muy parisinas que reaccionan de distintas maneras, algunas muy curiosas. Los nombres científicos que titulan las obras son los de plantas reales de diversos continentes.

El colonialismo es una referencia histórica concreta en Cielito de la batalla (2012) de Yasmín Pérez. Con medios humildes (tela de algodón negra, cloro y un lápiz afilado) y recurriendo al género de danza y canción popular épica del cielito en batalla, Pérez evoca el combate de la Vuelta de Obligado, donde el 20 de noviembre de 1845 (hoy Día de la Soberanía Nacional) se batieron heroicamente los federales contra la armada anglo﷓francesa, afirmando la soberanía criolla de los ríos interiores pese a la victoria táctica de los invasores. El cielito fue el gran canto folklórico de las batallas por la independencia: "Cuando los cañones tiemblan,/ cómo corre el extranjero", anota Pérez junto a una escena que mezcla a Cándido López y el comic del género fantasy. "Cielito, cielo y más cielo,/ cielito del corazón/ ya huyeron los extranjeros/ viva la Federación". ¿Provocación? ¿O invitación a ver y pensar el mundo de un modo nuevo?

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"Stapelia deflexa" (2012), dibujo en témpera sobre papel por Noelle Lieber.
Imagen: Alberto Gentilcore.
 
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