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Sábado, 3 de noviembre de 2012

CULTURA / ESPECTáCULOS › SINISTER, EL FILM DONDE DERRICKSON SE SUPERA

Peliculitas de horror profundo

Sinister: 7 puntos

(Idem. EEUU, 2012)

Dirección: Scott Derrickson.

Guión: C. Robert Cargill, Scott Derrickson.

Fotografía: Chris Norr.

Música: Christopher Young.

Montaje: Frédéric Thoraval.

Intérpretes: Ethan Hawke, Juliet Rylance, Fred Dalton Thompson, James Ransone, Michael Hall D'Addario.

Duración: 110 minutos.

Salas: Monumental, Showcase, Sunstar, Village.

Por lo general, mejor sospechar y con razón. Es decir, una película norteamericana, vinculada al género de terror, realizada por el mismo responsable de títulos anodinos como El exorcismo de Emily Rose y la remake El día que la Tierra se detuvo, constituyen motivos suficientes para desconfiar. Sinister no es obra mayúscula, pero tiene brío como para provocar sustos con sustancia y para superar con creces a las películas previas.

Resulta que el escritor que interpreta Ethan Hawke está tan absorbido por su tarea que no duda en arrastrar a su familia hacia mudanzas que lo acerquen al corazón de crímenes irresueltos, perseguido por el afán de volver a lograr el éxito editorial. Entre una profesión atascada y una esposa que lo sentencia, sus nervios literarios se tambalean. Ni qué decir cuando una caja repleta de películas en Súper 8 aparece en el altillo sin luz.

A ver, entonces, lo que allí se esconde, en medio de la noche, el silencio, el whisky, y rodeado de todas las pruebas obtenidas, material de base para el libro próximo. Una inmersión cada vez mayor lo persigue, hasta hundirlo en el horror profundo que las peliculitas guardan. Aquí lo mejor.

Porque lo que allí se ve será tan sórdido como para provocar repulsión y atracción. Verdaderas snuff﷓movies, es decir, películas realizadas desde el expreso motivo de filmar muertes. Muertes reales. Pero con el suficiente tacto como para suspender la mirada del espectador en la misma mirada del escritor. Mirar y no mirar. Desde la sábana improvisada para el Súper 8, y desde la misma pantalla de cine hacia las butacas. Continuar o no continuar. ¿Qué hacer? ¿Escribir o ser padre de familia?

Allí el suspense, el punto nodal sobre el cual discurrirá Sinister. Y para atravesar este punto de tensión, en vistas a una resolución, el devenir de un horror que virará hacia el terror. La indeterminación sobre lo que pasa y su por qué, la fascinación acerca de quién ha filmado, quién ha matado. Búsqueda criminal con la que la razón no tiene todo por hacer, porque hay un límite que, una vez descubierto, resultará en resolución tardía.

Sinister tiene que ver con todo esto pero, también, con una necesaria elección pasional. El desenlace apunta hacia un juego de piezas que, parece, terminan por encajar justo. Con el escritor aparentemente decidido a hacer lo que hace. Pero nada es, claro, lo que parece. Porque, ¿cómo dejar de hacer aquello por lo cual se está dispuesto a vivir?

¿Dejar de escribir? No es una elección. Allí la maldición y su aceptación. Bienvenidos todos los fantasmas. Tinta negra, tinta roja... poco importa el color del fluido. Escritor víctima, al fin, de sí mismo y de ningún siniestro Mr. Boogie. Por eso, Sinister es una película que termina con un final feliz. Qué bien.

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