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Lunes, 5 de enero de 2015

CULTURA / ESPECTáCULOS › BALANCE 2014 UN ITINERARIO SOBRE LO QUE LA PANTALLA GRANDE BRINDó

Un año de vivencias de sabor diverso con el Séptimo Arte

Un recorrido sobre los films más destacados, y los que merecieron y no tuvieron el espacio que les correspondía en la cartelera. Hubo satisfacciones esperadas y saludables sorpresas. El cine ha sido mucho más que la promocionadísima Relatos salvajes.

 Por Emilio A. Bellon

Como lo expreso cada vez que debo abocarme a diseñar un recorrido por la cartelera del año que ya no es, como me asalta habitualmente cuando en tantas líneas y no porque sean pocas debo caracterizar lo que ha significado atravesar páginas y páginas de un calendario para dar a conocer una valoración crítica, en el sentido menos severo del término, sobre los films que nos llevaron a todo un planteo de expectativas, debates, escritos posteriores, experimento ya de antemano el sentimiento de que siempre olvidaré nombres y títulos, de los cuales, en algunos casos, recordaré más tarde.

Y es que aún con nóminas en mano, preferencias ya señaladas, siempre hay algunos de ellos que se cuela de entre las manos, se esconde o bien resiste; mientras que otros, en ese momento, pujan por estar presentes. Pareciera que en los juegos de la memoria lo que más se manifiesta es ese desplazamiento constante que lleva, en la mayoría de los casos, a otro espacio ficcional.

Más aún, frente a posiciones ya tomadas, en numerosas oportunidades nos visitan de manera sorpresiva imágenes de un film que no figuraba en la lista ya redactada...Y de pronto, las mismas se comienzan a ver de otra manera, ya que se han resignificado con el mismo paso del tiempo y a la luz de tantas otras experiencias.

No se trata aquí de hacer ese tan mentado "balance"; nombre que no entra en estas consideraciones. Un término que intenta trazar principios objetivos, que nos devuelven los términos del debe y del haber, que lleva, obligadamente, a la palabra saldo. Un término que lleva a que me lleve a retirarme, con sólo escucharlo, cuando leemos ese mismo vocablo ligado al transcurrir de la vida de alguien.

Frente a esa palabra, tan gastada y descolorida, que algún día escapó de los libros contables, elegimos el de "recorrido", "itinerario"; tal vez, porque hemos transitado esos espacios, visitado nuevos lugares, descubierto nuevos ámbitos. Y en este caso desde ese mirador sugestivo y cautivante que es el cine. Desde esa luminosa esfera óptica, como si del Aleph se tratara, hemos aprendido con el cine a descubrir nuevas perspectivas.

A veces nos preguntan: ¿Cuál es para vos la mejor película del año?. O bien: ¿Quién es tu director favorito? No niego que cada uno lo pueda responder, ciertamente muchos espectadores lo podrán hacer. Pero ¿a posteriori, a veces, no nos quedamos con esa sensación de que tal vez, en esa respuesta categórica no hemos sido un poco injustos con algunos otros? Son preguntas que muchas veces nos hacemos no sólo el día después, sino también en las horas posteriores. Y es que para los que hemos crecido en las salas de cine, ahí ante esos films que nos miraron a nosotros, en esos años en los que ir al cine era el gran ritual social, definir desde la exclusión es casi imposible.

El árbol y el bosque

El año que nos ha dejado será recordado, en lo que hace a nuestro cine, por el año de la tan polémica, controvertida por algunos, Relatos salvajes, del guionista y realizador Damian Szifron, autor de -para mí- olvidables films y una serie de mecanismo de fórmulas llamada Los Simuladores. Frente a este film, el más taquillero del año, que goza del beneplácito de la mayor parte de los públicos, hay más de ciento cincuenta que no han podido estar más de una semana en cartelera. Frente a la megalómana campaña publicitaria, la presencia en festivales internacionales; otros, hechos y estrenados sin mayores recursos, recibieron una mezquina respuesta; sea por parte de exhibidores y/o de los espectadores. Y pienso, por citar sólo algunos, en Marea baja, de Paulo Pécora, La Paz, de Santiago Loza, Pichuco, de Martín Turnes, El triángulo rosa y la cura de la homsexualidad, de N. Jasper y E. Steinberg, Jauja, de Lisandro Alonso, El gran simulador, de Néstor Frenkel, entre tantos otros.

La mayor parte de los films latinoamericanos, particularmente argentinos, encuentran en nuestra ciudad dos espacios centrales: las salas de El Cairo y Arteón, programadas con otros criterios, atentas a los cines independientes, a los films que están en el margen; en su mayor medida,a los que no entran en las áreas comerciales. A través de sus renovados ciclos, films de diferentes épocas, jóvenes directores, obras de recordados nombres de la cinematografía ambas salas, junto a la tan familiar Madre Cabrini, reaniman el cine de otros tiempos.

Y en ambas pudimos ver la tan soñada por su director, Néstor Zapata, Bienvenido, León de Francia!, un film que ha permitido reunir a actores y técnicos, profesionales locales y de Buenos Aires. Una pieza fílmica, coherente, evocativa, con un clima que recuerda a otros realizadores argentinos, que saluda a los tiempos del radioteatro, en un contexto social e histórico que asume una mirada crítica, propia.

Ya a pocas semanas de la entrega de los Oscars, observo que ya no recuerdo los films premiados. En tal caso, sí, algunos de los nominados. Y es que, por lo general, experimentó un gran descontento. Como ha ocurrido con el que para mí era el gran merecedor de varios rubros, Nebraska, de Alexander Payne, conmovedor relato rodado en ese blanco y negro de grano opaco y luz baja que nos acerca a vínculos generacionales y familiares, que parte de ese llamado equívoco respecto a un posible premio, que abre el espacio a un viaje, que nos lleva a los territorios más profundos de una geografía. Y con un cartel actoral que huye de todo exitismo, que cala hondo en los conflictos, a través de ciertas notas de humor y de reposadas miradas. Aquí, el olvidado Bruce Dern, logra, tal vez, el punto más alto de su labor creativa.

Si este es un olvidado film, en lo que a mí concierne, hoy uno de los más hipervalorados es el de Richard Linklater, quien luego del último de la serie, Antes de la medianoche (lo considero un panegírico a la verborragia), estrena la tan ponderada, ya firme candidata a los Golden Globe, Boyhood momentos de una vida, una historia narrada por momentos en tiempo real, que no apuesta a la mínima transgresión. Convencional en su planteo respecto de la estructura familiar, la tan remanida figura de cierto tipo de padre, la tan calcada presencia de la madre...Y una cámara que sólo registra, a partir sí de una experimentación que se sostiene en un orden determinado de continuidad. Para decirlo de manera sintética, burló expectativas, me llevó a estar indiferente.

Hollywood desde cierto revisionismo progresista apostó a un film reivindicador de los sectores negros, de la opresión y de tantos años de humillación. Si bien esto era impensable en los años de Reagan y Bush (sí en tiempos de Kennedy y Carter), lo cierto es que la factura industrial de Doce años de esclavitud no pudo escapar, liberarse de los mandatos del cine violento taquillero, ya que las escenas más dolorosas están captadas desde un brutal acercamiento, efectista y repetitivo; sin que el director haya podido tomar distancia de los hechos, marcando más el efecto testimonio y no ser absorbido por ese sentido espectacular.

Para confrontar, en relación con los horrores de la historia, recuerde el espectador cuando ese campesino, en el destacado film Ida de Pavel Paliwoski está dejando al descubierto una fosa, frente a la mirada atónita y paralizada de la tía, fiscal de un régimen, y su sobrina que habita las paredes de un convento, desde su noviciado. En este film sobre la reconstrucción de una identidad, la tragedia nos llega de manera asordinada, como si los hechos se fueran insinuando, sólo insinuando, desde la región misma del dolor.

Relatos sublimes

Salir a la búsqueda de una identidad, reconstruir un vínculo, desde lo callado, negado, es una de las vías que nos propone el sensible e inolvidable film de Stephen Frears, Philomena, negado a la hora de la premiación. Y de manera simultánea, esa misma noche, mientras la mayoría adormilada en el glamour y en el osado acto de las selfies reía; allí, sentadas, juntas, estaban la eximia Judi Dench junto a la Philomena de la historia. Admirable relato que nos lleva a los días del pasado de una mujer, entonces madre de una criatura, arrebatada por las religiosas y vendida a turistas extranjeros, a partir del viaje que inicia junto a un no valorado periodista. Un film que marca un giro respecto de los hechos vividos, que transforma el agónico dolor en un acto de escritura vivencial y de denuncia.

En el film de Francois Ozon, otro de los nombres que se atreve, En la casa, basado en la pieza teatral del dramaturgo español Juan Mayorga, la amesetada vida de un profesor de literatura, retratada desde el tedio cotidiano, comienza a sufrir ciertas inestabilidades cuando un día, descubre de entre repetidas redacciones de parte de sus alumnos, un escrito que le resulta ajeno, inusual. Este es el punto de partida de un cruce de vínculos que se dan en el juego mismo de la ficción en el campo de las ficciones. Y en el que siempre se espera la palabra continuará. Un relato que dibuja nuevas perspectivas según sea el banco de la plaza desde donde miremos.

A medida que avanzo en la escritura tardía de este domingo, tantos otros nombres se van cruzando en este viaje. Y es que me sorprenden a partir de lo que un film suscita, a partir una imagen, un subrayado sonoro, algunas palabras que creo fueron tales. O bien un rasgo compositivo o una puesta en escena. O tal vez, el gesto del personaje, interpretado por esos actores. Tantos asisten ahora, imposible albergarlos en este espacio. Más aún cuando el nombre o situación de un film remite a otros de otros tiempos.

La mirada crítica, poética, sobre la decadencia de nuestro tiempo encuentra en la Roma barroca de Paolo Sorrentino su puntó mas vibrante de expresión. Y es que en La grande bellezza, film que permaneció semanas y semanas en cartel, un mundo de apariencias se va desvaneciendo, desde los alaridos de las discotecas con los que abre el film hasta el silencio más íntimo a orillas del mar. Como acontecía en la tan censurada obra maestra del recordado Federico Fellini, que abría la década de los convulsivos años sesenta, La Dolce Vita.

De Italia con amor

Y al nombrar a Federico, magia y onirismo, mitología revisitada a través del "yo me acuerdo", su propio Amarcord, tenemos presente al melancólico y sublime legado fílmico de Ettore Scola, (para quien escribe esta nota, uno de sus creadores más amados), Qué extraño llamarse Federico, ambientada en el mismo Estudio 5 de Cinecittá, espacio en el que él, Federico, filmaba sus historias, reconstruía sus visionarios mundos. Desde los días del Marc Aurelio, donde se conocieron como caricaturistas, hasta esos momentos finales en los que las travesuras y la creatividad exorcizan a la muerte.

Si de cine italiano estamos hablando, Vivá la libertá, de Roberto Andó, debería ser de visión necesaria para los candidatos, para los que tienen como meta ser funcionarios políticos. Y más aún, para todos aquellos que aún consideran que numerosos cambios son posibles, que no todo está perdido (como muchos, aún los mismos candidatos, declaran impunemente), que podemos construir espacios de diálogo, de consenso, sin apelar a estadísticas; sólo al franco diálogo, a la pasión, a la creatividad. Frente a tantas consignas estereotipadas, el film sin didactismo alguno, en otra de las memorables actuaciones de Toni Servillo, le asigna a la poesía un lugar preferencial, el negado por las convenciones y la moral pragmática.

Y si a este cine pensinsular nos estamos refiriendo, cómo no traer aquí a este párrafo el último film de Giuseppe Tornatore, La mejor oferta, relato que marca un audaz entrecruzamiento entre el cine de Alfred Hitchcock y Roman Polanski, obra que va circulando, y activándose desde un mecanismo de relojería en relieve, que parte de una enigmática y misántropo coleccionista y subastador de obras de arte, que lleva a dejar al desnudo una simétrica existencia. Desde su personaje, compuesto con maestría por Geoffrey Rush, el film va abriendo habitaciones secretas a un mundo de poblados espejismos.

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Nebraska, conmovedor relato de Alexander Payne.
 
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