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Lunes, 23 de febrero de 2015

CULTURA / ESPECTáCULOS › COMO SI FUERA HOY, LA NUEVA OBRA DE OSVALDO AGUIRRE

El libro de la buena memoria

El poeta, periodista y escritor nacido en Colón retorna a través del sueño y la memoria a su infancia rural, a la que visita en cuentos narrados en presente. Fotos fijas que rescata del olvido con extrañeza

 Por Beatriz Vignoli

"Busco la calle 46, se me aparecen las letras como una especie de cartel, cuarenta y seis. Pregunto en una farmacia, camino una cuadra y entro en un salón de ventas. Hay una chica detrás del mostrador. '¿Hasta dónde llega la cuarenta y seis?' pregunto. 'A todas partes' contesta. 'No sé cómo encontrarla', digo. 'Estás en la cuarenta y seis". Con este relato de un sueño que parece un cuento, fechado el 10 de enero de 2010, se abre el libro Como si fuera hoy, la memoir de Osvaldo Aguirre que salió de imprenta en septiembre del año pasado por la colección Raíces aéreas, de la editorial rosarina El ombú bonsai.

En otro de sus cuatro capítulos, el libro informa el origen de su propio título. Como si fuera hoy también es otro libro de memorias: el de la madre del autor, directora de una escuela rural. El padre también hizo un libro: un herbario. Como unos Schrebers criollos, la familia estableció un linaje de Osvaldos a partir de un abuelo nacido en el día de San Osvaldo, un 5 de agosto. Prolífico poeta, periodista y novelista, Osvaldo Aguirre nació en el año chino del Dragón de Madera 1964 en Colón, localidad en la provincia de Buenos Aires adonde retorna a través del sueño y la memoria. Narrados en presente, ambos se parecen por sus imprecisiones, sobre las que Aguirre escribe con la paradójica exactitud del escribano que dejara constancia de una palabra ilegible. Más que narrar, describe algo así como fotos fijas que con extrañeza rescata del olvido. La extrañeza tiñe lo familiar.

La infancia rural visitada casi fantasmalmente en Como si fuera hoy es la misma de otros de sus libros de la buena memoria: los poemarios Las vueltas del camino (1992), Al fuego (1994) y El General (2000), reunidos y reeditados en el volumen El campo (Iván Rosado, Rosario, 2014). Tanto el estilo de los relatos como su particular combinación entre investigación periodística y crónica literaria los conectan con otro de sus títulos, Oratorio Morante (2012, Editorial Municipal de Rosario). De la poesía a la prosa hay continuidades entre los temas y motivos, sobre todo los perros ("El General" era uno de ellos). Heredero de la escopeta con que se suicidó el bisabuelo inmigrante, el padre del autor les ponía el mismo nombre ("Quédice") a todos sus perros y mataba en secreto a todas las crías de las gatas de la casa.

Esto cuenta Aguirre en Como si fuera ayer, donde rechaza tanto el arma de los ancestros como la crueldad con los animales. Migrante a la ciudad, Aguirre estudió Letras en la Universidad de Rosario. Es autor de otro libro (El año del dragón, 2011) que reúne cuentos sobre su juventud entre singulares personajes urbanos, y dedicó miles de horas a historiar episodios de la literatura y el crimen en Rosario.

He aquí una rara fe en el poder de la escritura para conservar o desechar, salvar del olvido, "guardar o tirar", dilema que aparece como recurrente en el hogar parental. La desapasionada distancia con que recupera Aguirre el pasado familiar o comunitario contrasta con el recuerdo entusiasta de los inicios en su vocación periodística: una primera entrevista para la escuela primaria al director del zoológico del pueblo, su fuerte deseo de hablar por Emisora Colón, y el diario.

El diario, que venía de Buenos Aires, con su olor a tinta de recién impreso, conectaba con el mundo a aquel hogar cuya realidad cotidiana era la de un pueblo aislado en la pampa bonaerense. El diario era un objeto cargado de sensualidad y literario exotismo, a partir del cual se podía crear un diario local: "Adriana, la hija de la señora Romito, fue la única persona que compró todos los números de El informe, un diario que hice con mi gran amigo Carlitos Picapiedra a los 10 años. Carlitos vivía a la vuelta de la manzana, por la calle 22. Levantábamos las noticias de La Nación (el ataque del Ejército Revolucionario del Pueblo a la guarnición militar de Azul, por ejemplo, o algunas referencias sobre la guerra en el sudeste asiático, donde me fascinaban nombres como Pnohm Phem, Laos o Vientiane, y que de alguna manera asociaba con mis lecturas de Emilio Salgari) y las mezclábamos con adivinanzas y trabalenguas que yo copiaba de la última página de Anteojito. Yo me encargaba de la redacción y Carlitos de la impresión, en un mimeógrafo que le regaló su madre, cuando se enteró de nuestra iniciativa (en el primer número copiamos a mano toda la tirada, no sé cuántos ejemplares). Sacamos unos treinta números, tres o cuatro por semana, durante un verano; con las ganancias compramos golosinas para instalar un quiosco, pero esto ya no nos interesó demasiado y disolvimos la sociedad", relata Aguirre (páginas 20 y 21).

Entre las novelas de aventuras de Emilio Salgari y las noticias lejanas de la guerra de Vietnam, nacía una vocación inquebrantable.

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Aguirre recuerda con entusiasmo los inicios de su vocación periodística.
 
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