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Martes, 5 de julio de 2016

CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. ENRAMADA, EXPOSICIóN ANTOLóGICA DE FABIANA IMOLA

Las formas de lo vivo

Esculturas, objetos, instalaciones y dibujos conforman la muestra que, hasta el 20 de septiembre, puede visitarse en el Museo de Bellas Artes "Juan B. Castagnino". La curaduría estuvo a cargo de Guillermo Fantoni.

 Por Beatriz Vignoli

"Ella quería la forma de la madera", dice Tomasa, la huertera de la Huerta Municipal, en el cortometraje en video filmado por Valeria Galliso y Patricio Carroggio que recibe al espectador en la planta alta del Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino (Bulevar Oroño y Avenida Pellegrini). "Ella" (también en cámara, agarrando una pala) es Fabiana Imola; el video es el portal a Enramada, la exposición antológica de sus esculturas, objetos, instalaciones y dibujos que con curaduría de Guillermo Fantoni puede visitarse desde el viernes pasado y hasta el 20 de septiembre.

Licenciada en Bellas Artes con Especialidad Escultura por la Escuela de Bellas Artes de la Facultad de Humanidades y Artes (UNR), Imola le pidió a Tomasa madera carbonizada que conservara su forma natural. El pedido sirvió para revivir el arte olvidado de hacer carbón quemando madera bajo tierra, y con él los recuerdos de Tomasa y su experiencia estética: Tomasa siente el peso de las maderas que antes como obrera arrojaba al fuego "por necesidad", sin sentirlas, el cuerpo hecho máquina del sistema.

Resaltando entre los restos vegetales del otoño y las tormentas en el parque Independencia, se extiende la monumental instalación que montó en la explanada el paisajista Leonardo Artigas, colaborador de Imola desde hace muchos años. "El me vinculó con Tomasa", cuenta Imola a Rosario/12. La obra de Imola, lo mismo que su vida social, participa acaso sin proponérselo de aquello que el taoísmo chino llama Wu Wei: una poética, un modo de obrar en el cual la construcción premeditada del artificio se reduce al mínimo (decir esto parece extraño cuando hablamos de una obra monumental como esta) y la acción se acopla en cambio a los flujos imprevistos de aquello que Gregory Bateson llamó la inteligencia de sistema. El hacer, en Imola, progresa en conjunción con los movimientos de crecimiento de un otro que estaba ahí antes, ya sea un grupo o individuo humano, un ecosistema natural, o el material.

En los años 90, Imola hizo clínica de obra con Jorge Gumier Maier y expuso en Belleza y Felicidad y en el Centro Cultural Rojas. Sus dibujos abstractos con marcadores de colores participan del estilo general de aquel grupo y período, que buscaba la emancipación de lo decorativo, pero tienen un rasgo propio: la poética organicista, el biomorfismo morfológico de aquellas volutas y aquellos arabescos. No sólo sugieren remolinos de espuma o dragones enroscando sus colas, sino que se apropian desde el gesto del modo en que esas formas se generan en la naturaleza. Imola proyectaba algunos de aquellos dibujos sobre fibrofácil y luego los calaba a mano; el resultado eran piezas escultóricas de pared que ella luego cubría de elementos vegetales. Se ven en la sala, esos artefactos camuflados como seres vivos. La espiral (nuevamente, Bateson) es la forma del crecimiento de lo vivo.

No es copiando miméticamente su apariencia como paisaje, sino incorporando ese crecimiento en sus procesos, que surge la siguiente serie de piezas escultóricas de Imola. Titulada Chia Jen (en chino: el clan, la familia), son formas creadas a partir de un único módulo que se reproduce y constituye, dice Imola, "el gen" de ese cuerpo de obra. La fractalidad (otra poética natural) se incorpora al procedimiento.

A partir del desafío representado por su incorporación a la beca Kuitca desde 2004 a 2006, Imola cambia el humor y el tono, y también el método. En un viaje a Curitiba (Brasil), junta ramas que luego de noche dibuja a la luz de las velas; pero no copia la rama al modo académico sino que calca la sombra. Al calcar la sombra, toma la forma vegetal no como un estudio del natural sino al modo de una impronta. A estos dibujos, aguadas en tinta, Imola luego los "traduce al metal": los dibuja y recorta con métodos industriales sobre planchas metálicas que al principio pinta de blanco pero que luego hace cromar o espejar, porque descubre que la superficie reflectante no sólo refleja, sino que además arroja luz además de arrojar sombras. Este es un período de su producción que ella misma define como arte cinético. Luego empieza a combinar dibujos frágiles y a la vez monumentales con macizos troncos carbonizados. "El carbón es dramático", dice Imola. La mejor sala de la muestra es una instalación, o archipiélago de pequeñas instalaciones, titulada Bosque de plata y carbón, cuyo montaje fluido invita a recorrerla como si se tratara del paisaje isleño que tanto nutre (en forma literal) como inspira en forma visual esta obra.

Cierran la muestra sus Sombras de ampelopsis, la vajilla de artista que creó en porcelana como parte de un proyecto impulsado por Darkhaus en colaboración con la marca Verbano de Faiart Argentina. Imola también es docente de taller y ha expuesto internacionalmente.

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Fabiana Imola junto a Guillermo Fantoni durante la recorrida guiada realizada el viernes.
Imagen: Andrés Macera
 
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