Martes, 30 de enero de 2007 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › OCHO DECADAS MARCADAS POR CRISIS Y FLORECIMIENTOS EFÍMEROS
Breve repaso por algunos de los momentos más significativos en una historia signada por los altibajos de la política y la economía.
Por Nancy Rojas
En 1930 la ciudad comienza a ser receptora de una crisis política social y económica tan significativa, que dio lugar a que se produjera la primer emergencia de vanguardia en la localidad, a través del grupo que fundara el plástico Antonio Berni en 1933, "Mutualidad Popular de Estudiantes y Artistas Plásticos Rosarinos". Sus integrantes eran jóvenes, en su mayoría hijos de intelectuales o trabajadores partícipes de las luchas políticas sindicales. Muy vinculados a la tendencia política de izquierda por su pertenencia al Partido Comunista y a las agrupaciones antifascistas y pacifistas relacionadas a éste.
Este gran lapsus no fue propicio para la venta de obras de arte. De todos modos, fue un momento venturoso, para que se inaugurara en la ciudad una progresiva e incesante actividad, que otorgó mayor vitalidad al campo artístico. Consecuentemente, a partir de la caída del peronismo (1955) los desarrollos abstractos que comenzaron a gestarse con el grupo "Litoral", fueron imponiéndose progresivamente en este ámbito cultural. Este fenómeno, impulsó a las galerías provocando un aumento significativo en las ventas, resultando curioso el hecho de que la obra de estos artistas no era precisamente la que se comercializaba. Juan Grela, en sus conversaciones con Guillermo Fantoni, decía al respecto: "éramos pintores modernos para gente que aún no alcanzaba a entender".
Ideal de progreso
No es por casualidad que a mediados de los '50 se produzca un auge significativo en el movimiento mercantil. Por estos años, se inicia un proceso de modernización que los historiadores han denominado "desarrollismo". El apoyo estatal para el crecimiento del campo cultural argentino influye en el emplazamiento de nuestro campo como centro de producción artística importante dentro del país. Esto también es producto del reconocimiento de la producción del Grupo Litoral en Buenos Aires. Juan Grela afirmaba que el ingreso al mercado del arte, deriva de la primer muestra que realizó el grupo en la galería "Peuser" de la capital del país, en la cual uno de los marchands más destacados, Alfredo Bonino, se sintió atraído por esta nueva estética rosarina.
La consagración de estos artistas y la existencia de una actividad mercantil en el ámbito del arte rosarino que comenzaba a ser más permisivo con las tendencias modernas, significaron la apertura hacia cuatro caracteres de importancia mayor: la solidez de este mercado naciente, la mayor difusión del arte rosarino, la potenciación del coleccionismo en la ciudad, y por ende del reconocimiento social y económico de estos artistas que insertaron un gusto por los lenguajes modernos gracias al rol que cumplieron las galerías y demás entidades, como museos y otras instituciones.
De este modo, Rosario generó también sus propios lugares de legitimación peculiares para el crecimiento de su mercado del arte: una galería de perfil moderno como la galería "0"; un cuerpo de coleccionistas que apoyaban a estos artistas: Isidoro Slullilel, Eduardo Mineti, Oliveira César entre los más importantes; sumando a todo esto la dilatación de un público rosarino para este arte. Todo un movimiento que permitió el funcionamiento de un circuito de redes que se tramaban socialmente así: un vínculo entre los artistas y la crítica, otro entre las galerías y la crítica y otro entre las galerías y los artistas. Un funcionamiento difícil de definir de esta misma manera hoy en día en nuestro campo artístico.
Bajo este proyecto basado en el ideal de progreso, también Buenos Aires se vio beneficiada, e incluso más que Rosario. Un crecimiento que tuvo como detonante esencial al Instituto Di Tella y que en el plano mercantil se vio a través del territorio que empezaron a ganar las obras argentinas ante las extranjeras en los remates y en las galerías. Como no sería de otro modo, la evolución de ambos campos artísticos (de Buenos Aires y de Rosario) desembocó en un vínculo directo que se extendió en la relación de ambos mercados. Es decir, a las galerías de Buenos Aires llegaban con frecuencia obras rosarinas, y al mismo tiempo que se alimentaba en Rosario un mercado local (con obras de Uriarte, Grela, Herrero Miranda, Gambartes, etc.), se empezaba a dar cabida a la producción porteña.
La diferencia entre ambos mercados, radicaba en las posibilidades para la compra y venta que ofrecía la capital del país: no sólo contaba con más galerías, sino también con casas de subastas. Pero lo interesante es que ambos públicos compradores no se reducían como en la mayoría de los casos actuales a una clase alta. Compraban obras también la gente que pertenecía a la clase media. Tampoco éstos eran únicamente padres de familia o personas mayores aficionadas, sino que podían encontrarse entre ellos, jóvenes universitarios o jóvenes trabajadores.
Nuevas formas
Si bien a mediados de los '60 se produce un parate en cuanto a estos proyectos progresistas (momento del golpe de estado de Onganía), el movimiento mercantil se vio acelerado aún más en ambas ciudades. Esta situación de inestabilidad económica llevó a la gente a comprar obras para resguardarse de la inflación. De todas maneras, en Rosario no hubo un público comprador que realmente fuera impulsado por intenciones relacionadas a la inversión de riesgo. Más bien, el impulso se originaba en el valor que poseía la obra como tal y seguramente también en la necesidad de apoyar a los artistas locales. Pero además, por estos años la producción plástica rosarina sufrió un cambio manifestado en forma progresiva: un proceso de desmaterialización del arte que llevó a la politización, reforzado en el vínculo entre los artistas rosarinos y porteños que desemboca en la ruptura vanguardista más importante de la historia del arte argentino.
Estas nuevas formas de producción plástica, que fueron haciendo que el concepto de las obras ganara el espacio que tenía anteriormente la materialidad (happenings, instalaciones, performances, conceptualismo), no solo generan formas de recepción estética distintas sino que también afectan a los actores del campo desde el lugar del mercado del arte. En adelante el galerista se verá tocado por el rechazo o no a difundir obras "no vendibles", el coleccionista difícilmente pueda consumir este tipo de obras, y por otra parte, el artista que desee vender su obra deberá relegar este tipo de producción. Son conflictos que se irán acentuando con el tiempo y que hoy perduran con más fuerza.
Al margen del mercado
En los años '60 y '70, Rosario contaba con una gran cantidad de galerías destinadas a comercializar, principalmente, producción pictórica y gráfica. A partir del golpe de Estado de 1976, la situación comenzó a tornarse problemática. Las galerías fueron cerrando y el coleccionismo fue mermando. La política económica de corte neoliberal instaurada a partir de 1989 no revirtió el estado en que se encontraba el mercado de arte rosarino y en cambio sí lo hizo en Buenos Aires. La década del `90 fue un momento fecundo para el mercado del arte porteño. Los indicios de este fenómeno son, entre otros: el aumento de las cotizaciones para las obras argentinas, la aparición de una feria de galerías de corte internacional como ARTE BA en 1992, y el creciente número de casas de subastas. Al mismo tiempo, fueron los años en que mundialmente se dio el fenómeno de la globalización de las ventas y los récords más significativos en cuanto a cotizaciones.
Lejos de aquel momento en donde las galerías florecían en la ciudad, hoy nos encontramos con una situación completamente defectuosa en tanto y en cuanto Rosario, que junto con Buenos Aires es uno de los polos de producción artística más importantes del país, casi no cuenta con galerías de arte, ni con ferias, ni remates.
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