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Lunes, 25 de febrero de 2008

CONTRATAPA

Receta para conquistar a Lisistrata

 Por Sonia Catela

No la coronarían en un certamen de dulzura, ni de decencia o pudor, pero no precisamente porque, plagiando a aquella Lisistrata, Marita lanzase grito de guerra en este pueblo del norte santafesino y embaucara al resto de las tontas a declararnos la huelga sexual, la que nos somete a ayuno y abstinencia desde hace dos semanas, ya que hasta Leticia y Gloria, las putas oficiales del mercado se suman a la medida de fuerza, ¿para reclamar qué? en un pueblo rural, de templo, club y cementerio, sin hombres de armas o invasores ¿exigir esto? Confinados en el último reducto en el que los masculinos somos lo que somos, El Bar Hércules, cada cual cuenta sus desdichas, que "la quise tocar al pasar y me zampó un escobazo", que "la arrinconé y me escupió", que "gritó llamando chicos chicos cuando me le aparecí en calzones", confesiones con una música de fondo que Lalo renueva, tangos ad hoc que lloran por hembras traicioneras. Pero a la cabeza del movimiento insurreccional, ¿quién? Marita, mi Marita, redactando el manifiesto hecho público mediante comunicados radiales, afiches y volantes: "Que vistos los últimos sucesos acaecidos en el ámbito de lo que se llama fútbol local pero constituye un campo de batalla en el que los fanáticos requieren víctimas y muertos, causando el deceso de un ciudadano y lágrimas en sus deudos, nosotras, mujeres de Lumbre Apagada, hartas de curar heridos y temer por la suerte de seres queridos, declaramos huelga por tiempo indeterminado en toda función de holganza eróticosexual (sea ésta con o sin fines ulteriores reproductivos), hasta que se clausure definitivamente el campeonato oficial de la Liga de la Región Norte y toda confrontación "amistosa" o beligerante entre los dos clubes del pueblo" y empiezan y siguen las firmas.

"Mala suerte que el viejo Funes haya estirado justo la pata al salir de la cancha", recaba Lalo y sirve otra ronda. "Un infarto a destiempo", acota Mingo que es solterón y mira para el costado cuando pasa una mujer así que puede darse el lujo de filosofar. Suenan frente al café los parlantes del auto que rueda por las calles del pueblo voceando listados de adherentes "no copularé ni mantendré sexo oral o/y anal como es práctica usual; adhiere Lila Katz", con nombre, apellido y dirección, agarrarse la cabeza, pensar en la vieja de cada uno que escucha esas barbaridades, ¿publicar desmentidos? ¿amenazar con juicios por difamación? Mingo, abogado, propenso más al ballet que al fútbol aconseja: "arreglen muchachos", y mi Marita Rívolo, a la cabeza de la subversión, sentencia: "suspenden los enfrentamientos y el campeonato intercubles, o dormirás solo a perpetuidad, Enrique".

Tenés que parar a esa mujer, me aconseja Pedro como si hubiera una receta, y los muchachos proponen su seguidilla de fórmulas, una peor que la otra, que le regale algunas flores traídas de Rafaela, que le proponga matrimonio después de noviazgo tan consumado (pero si ella rechaza papeles o ataduras), que la lleve al Caribe (como si Marita se dejara "llevar"). "Prendé el ventilador, Lalo, que nos estamos achicharrando", pido con desgano. Aquí, a ventanas cerradas para evitar espionajes, todos hermanados en juramento de que no traicionaremos a la cofradía delatando planes a cambio de favores ilícitos de las hembras soliviantadas, dudando en especial de Carlitos que ejerce diariamente, al que le recomendamos que se haga los 100 km que nos separan de Colorado y desahogue sus aficiones con alguna diplomada en la universidad de la calle, cosa que rechaza "porque a ustedes ¿qué les canta? pero si mi mujer se entera de que sigo ese consejo me castra", y se cruza las manos sobre los genitales protegiéndolos preventivamente; no hallamos una estrategia efectiva que nos devuelva al horizonte de la normalidad; "Y si cedemos?", se atreve Carlitos pero ni él mismo se lo cree: ¿vivir sin fútbol?

Hay que conseguir que una, una sola de ellas, se vuelque a nuestro bando. Eso abrirá el agujero que desmorona el dique, el pilote podrido, la piedra que arrastra el alud, la golondrina que hace verano, el..., Acabala, Pedro, te entendimos. ¿Pero cuál de ellas es la de costado débil y cuál ese costado?

El talón de Aquiles, Mimicha, la nueva novia del astro de Atlético (goleador que en estos momentos se halla en el campo, ordeñando vacas), diva pueblerina que quiere llegar al Inter de Milán, por derecha de la mano de su bi﷓campeón Rolando Macchi y por izquierda, colgada a un vaivén de brazos y abrazos de periodistas, amantes, empresarios, cirujanos plásticos; Mimicha. Si se suprime el fútbol en Lumbre Apagada, adiós carrera y efectos colaterales. A fregar baldosas.

Por considerarme responsable intelectual de la huelga, me cargan el fardo de seducir y convencer a Mimicha. Votación secreta. Recuento a cargo del cura del pueblo; se piensa que mantendrá el secreto del sumario. Me pasa una piedrita color negra, bajo una servilleta, que señala la decisión del cónclave. No se pronuncia nombre.

El ventilador de techo rechina. Los aquí presentes sabemos tácitamente los pasos que seguirá el plan: el tímido piropo que le susurraré a Mimicha cuando la cruce en la calle, su desdén por el pequeño leguleyo, mi insistencia al día siguiente, su rotundo no, mi achicada espera; en lo sucesivo, su veloz cambiar de vereda cada vez que me vea; sabemos que no seduciré a esa mujer porque me faltan empuje y herramientas, que dejaremos vencer el plazo y sacaremos bandera blanca de rendición. Entonces se celebrarán tédeum y réquiem por el fútbol y volveremos a revolcarnos entre muslos femeninos.

Fingimos alegría, seguridad. Pedro y Juan se embarcan en un torneo de bravatas verbales contra las hembras, otros piden los naipes. "Al fin, dice Pablito, el básquet no está, en el club, tan incentivado como debiera. ¿No les parece que debiéramos inyectarle energía a la subcomisión?" Entre asentimientos, me anoto con Lalo y Tessio para la primera partida de truco. Afuera llueve.

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