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Domingo, 12 de febrero de 2006

CONTRATAPA

¿Y qué es la felicidad?

 Por Luis Novaresio *

Uno: El Ministro de Salud de la Nación recomendó a la población que no tenga más hijos que los que pueda mantener. En un acto en Tucumán, Ginés González García defendió el programa de procreación responsable que implementa su cartera y que incluye la provisión de diversos anticonceptivos.

Dos: ¿No era que estábamos en verano? ¿No nos habíamos tomado el compromiso de aflojar? ¿Y dale con la realidad, la calidad institucional que se pierde con la reforma al Consejo de la Magistratura, el tarifazo municipal en una tasa que ya convirtió en impuesto y nadie chilla, recuperamos la soberanía, los dejamos en calzoncillos, se fueron con la cola entre las patas prestadores infames del servicio de agua potable que nosotros votamos para que privatizáramos? ¿No hay modo de que entiendas que es necesario dejar descansar la neurona que hace inteligible el día a día para hacer funcionar la que esperanza el futuro?

La esperanza es una cobardía. Me dijiste. Y terminaste la taza a de café. Cobardía.

Ah, bueno. En todo caso te prefiero amante de lo cotidiano y no filósofo del pesimismo. Silencio. ¿A quién le importa la pregunta en serio? ¿Se escuchan todavía las preguntas sobre los porqués de los porqués, la duda del sentido de todo? ¿A alguien le preocupa hablar de filosofía o del sentido de la vida? Silencio. Y otro silencio.

Tres: El Dr. Josef Breuer recibe al profesor Friederich Nietzsche en su consultorio. El médico vienés le confiesa que soporta, casi en el borde de lo tolerable, su vida con mucho dolor. Alcancé las metas que cualquiera en la vida querría. Soy lo que se esperaba. Un gran médico, algunos dicen que uno de los mejores de estas tierras, estoy casado con una mujer bella, quizá una de las más bellas y dos hijos que me abrazan con fuerza y sinceridad cada vez que llego a casa. Tengo todo eso, le trata de explicar Breuer a Nietzsche. Pero también tengo una opresión a la altura de mi esternón que me orada con toda la fuerza que puede tener la angustia. ¿Yo elegí este modo de vida? ¿Yo quise ser lo que soy, ser el marido que soy, el profesional que soy, el padre que soy? El médico no puede confesar que el mundo de sus fantasías tiene el verdadero sabor de la felicidad. Su paladar existencial de todos los días apenas si distingue dulces y salados. Apenas si se conforma con el amargo de la rutina. Necesito volar de esta vida, casi susurra el médico.

El hosco filósofo apenas si mueve su cabeza cuando lo escucha y cuando le habla. Usted quiere volar y todavía no ha aprendido a andar. Lo primero que tiene que aprender es que usted no se obedece a sí mismo, sino que es regido por los otros. Es más fácil, mucho más fácil obedecer a otro que dirigirse a así mismo. Pero le advierto algo: si de verdad quiere superar eso que usted llama infelicidad general debe estar dispuesto a renunciar al confort. Debe renunciar a las respuestas de lo sobrenatural, de paraísos prometidos, de la esperanza y atarse al querer saber. El que desea perseguir la verdad debe renunciar a la paz de los espíritus.

Y Nietzsche se fue.

Cuatro: ¿Puede el Ministro de Salud de la Nación animarse a desafiar los preconceptos de la cultura (Sic) o de las religiones desde un cargo público? Ginés González García volvió a demostrar que está por encima del nivel de la clase dirigente. O al menos, de la mayoría.

Para los que no aspiramos al poder de la política, se supone que el afán por llegar a la silla de decisiones debe estar movido, entre un par de cosas más, por el deseo de provocar cambios, generar debates, animarse a nuevas decisiones. Porque si las cosas están bien, no hay nada que debatir, me conforma lo que tengo, más vale me quedo en casa o me decida a algo menos absorbente. Si no, van a pensar que aspiro solamente al dinero público y a los privilegios del cargo.

La muerte de madres que quedan embarazadas a los diez, once años en desesperante en este país. Por número y por ausencia de prevenciones. No poder reconocer que una mujer no puede, en esta cultura (otra vez sic), ser madre a esa edad sin ver decidida toda su vida, es autista. La transmisión de enfermedades sexuales en adolescentes crece y se sigue silenciado. El ministro de Salud sostuvo a capa y espada que es necesario el reparto de preservativos, la información sobre la anticoncepción y no obedeció al propio Presidente cuando defendió su idea de discutir el aborto y su despenalización. Ni preconciliares, ni fundamentalistas con o sin sotana lo amedrentaron.

Esta semana, en Tucumán, se animó a verbalizar lo que muchos pensamos. Tener un hijo no es sólo un acto físico. Es un acto de responsabilidad física y moral. No tengan más hijos que los que puedan tener el derecho, en serio, de vivir con la dignidad mínima. La frase sonó disonante. Pero no por su contenido sino por lo extraño que es que un funcionario abra el debate, con todas las letras, que se sostiene en nuestras casas o bares. Debate, es cierto, menos frecuente, como lo son todos aquellos que no tenga que ver con lo inmediato.

¿O acaso nunca escuchaste decir que hay que tener los hijos que Dios manda, suponiendo que Dios mueve todo en este mundo hasta el privado acto de engendrar de dos congéneres? ¿No es hora de discutir abiertamente si todos tenemos verdaderamente acceso a la decisión de cuándo se padres o esto es privilegio de los que tienen dinero?

Ginés vuelve a acertar. Habla con las palabras de la gente y mirando la realidad. Habla, discute, plantea.

Cinco: Irvin D. Yalom es un destacado psiquiatra existencialista, profesor de la Universidad de Stanford que tenía escritos ya siete libros sobre su especialidad cuando decidió incursionar en la ficción. Y lo hizo a partir de su experiencia profesional. Se hizo muy popular entre sus colegas por su Teoría y práctica de psicoterapia de grupo. Yalom, admirador de Dostoievski y Sartre, y lector entusiasta de Carlos Fuentes, entre los hispanoamericanos, se animó a la ficción con un libro que se conoció hace unos años en la Argentina y fue un gran éxito: Cuando Nietzche lloró. Allí se imagina una larga serie de charlas a manera de terapia entre el médico Josef Breuer, amigo de Sigmund Freud, y Friederich Nietzche. ¿Fue el filósofo alemán el que permitió que Freud diese a luz la teoría del psicoanálisis? Lo cierto es que la novela se anima a contar una buena historia, con todos los matices de un romance, mostrando los anzuelos de la maravillosa filosofía nietzschana. Yalom desafía la lectura de verano y sabe que incluso en la playa debatir sobre temas de angustia existencial pueden ser atragantes en un libro.

Hace poco publicó otro intento similar: La cura de Schopenhauer. La experiencia del siquiatra en terapias de grupo se ve reflejada en esta novela cuyo protagonista encuentra en el autor de El mundo como voluntad y representación y El arte de ser feliz, una cura para su compulsión sexual y su nihilismo de vida. Nietzche llorando es más que el diván de Schopenhauer, es cierto. Pero también lo es que una novela puede despertar la curiosidad por el pensamiento de alguien que está preocupado por temas esenciales.

Seis: "Para todos los lugares que miremos, vemos un esfuerzo que representa el fin de todo. ¿Y en qué consiste el sufrimiento? Es la lucha para vencer el obstáculo que queda entre la voluntad y la meta. ¿Y qué es la felicidad? Es alcanzar la meta. Por eso descubrimos que el tedio es ruinoso. ¿Por qué luchamos para apartarlo? Porque es un estado del cual no conseguimos librarnos y que viene luego a mostrarnos las verdades subyacentes y desagradables de la vida: nuestra insignificancia, la falta de sentido de la vida, nuestro inexorable caminar hacia la vejez y la muerte". (Parte de un monólogo del protagonista de La Cura de Schopenhauer editado por Ediouro)

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