rosario

Viernes, 30 de junio de 2006

CONTRATAPA

Albóndigas

 Por Beatriz G. Suárez

Como abejas en épocas de enjambre mi abuela Tata arrimaba carne, pan rallado, cebolla, ajo y perejil y elaboraba albóndigas que eran alimento de rey. Dos tercios de su mundo eran las ollas, en ellas había un comienzo. Luego de abollar la carne con poca misericordia cascaba dos o tres huevos, los batía y salían de la incógnita las preciosas esferas olorientas y compactas. Muchas veces me explicó lo mismo pues lo mío eran los dientes y no ese modo de entender la vida frita. No lograba captar con mi cabeza organoléptica que el huevo: unía, permitía al masacote adquirir el estado de albóndiga, sin él la carne era carne, no arribaba a receta, solo una simultánea existencia de ingredientes o la suma algebraica de tres o cuatro cosas.

Así somos los seres humanos, piezas sueltas, personajes que llegan hasta los límites más absurdos, sacamos humo al hablar a través de las rabias o el invierno, tenemos ímpetu y andamos por ahí como entre los incesantes espirales de una pipa. Cada uno en su calle o su canaleta, chasqueando los labios, con vagas insatisfacciones o impaciencia. Solos. Asolados. Piezas con pocos engranajes.

Estuve en el Monumento a la bandera la noche que ganó Argentina frente a México. Llegaban desde todas partes, en cualquier vehículo. Fletes, 4 x 4, a pata, jóvenes relamidos de transpiración alegre, ejecutivos en coma por el gol de Maxi Rodríguez, un padre con dos hijos desplumados, untuosos, varios camiones con gente colgando como nieve, señoritas sin angustia ni novio, muchachos pájaro, obreros, oficiales, maestras; abandonando las urnas funerarias de lo cotidiano y el cabo tormentoso de los sábados quietos.

No estaban todos, estaba cualquiera.

Pensé en aquella sustancia aglutinante de la Tata y en qué cosa provocaba la peregrinación conjunta de lo doméstico esta vez. Algo común denominaba, hacía que fuéramos más que un numerable conjunto de peligros.

La lucha por un aire blanco y celeste, las ráfagas heladas del río. Personas de gabán, sombrero, corbata, camiseta malla en batahola fulminante.

Y el jugador Carlos Tevez lo reafirmó, en la conferencia de prensa de estos días le preguntaron: "¿Qué tendrá que poner la selección Argentina para ganarle a Alemania?", respondió simplemente: "Huevos".

Quizás para eso venga el fútbol cada cuatro años, para que no quedemos distribuidos en cuadrillas; a oficiar de tela, a hacer fantástica la llanura.

El fútbol en esa enorme hamburguesa de carne, alma y contradicciones. El fútbol en la masa poniendo a punto a algunos habitantes de la tierra.

Como mi abuela que después cocinaba esas pelotas de picada y permitía la panzada.

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