rosario

Sábado, 12 de septiembre de 2015

CONTRATAPA

Un posteo entre el énfasis y el pudor

 Por Clarisa Appendino

Yo no puedo permitir que cualquier persona haga, para trepar, cualquier cosa.

María Kodama

Los elementos, en principio, son: un posteo en Facebook, una imagen, ciento cuarenta y cuatro 'me gusta', ciento veinte comentarios y doscientos sesenta y nueve 'compartidos'. La red social es un logaritmo complejo que permite la diversificación de los contactos y la difusión de sus contenidos. El posteo en cuestión, publicado el sábado once de julio a las diez y media de la mañana por Manuel Quaranta, es el siguiente: "Suena el timbre, dicen 'correo', yo esperaba un libro que me habían enviado de Buenos Aires y me encuentro con una carta documento. Creo que si esta caza de brujas sigue va a terminar todo mal". Junto al posteo una fotografía en la que se ve una mano sosteniendo una Carta Documento enviada por Correo Andreani y firmada por el abogado Fernando Soto. La carta decía lo siguiente: "Me dirijo a usted en calidad de representante legal de la Sra. María Kodama a fin de intimarlo para que cese de utilizar el nombre, la imagen y el estilo de Jorge Luis Borges en sus posteos de Facebook. De no cumplir con lo requerido será demandado judicialmente en los términos de la ley 11.723 de propiedad intelectual y tratados internacionales, leyes y decretos concordantes."

Los interrogantes, en principio, pueden ser: ¿por qué Quaranta publica tal suceso en su perfil, qué lo mueve a hacerlo?, ¿por qué una intimación personal lleva a un involucramiento general? Y sobre la Carta Documento, ¿qué quiere decir el abogado con "estilo"?, ¿qué legalidad tienen los posteos en Facebook?

El contexto, en principio, podría ser: María Kodama fue secretaria y última esposa de Jorge Luis Borges, por tanto heredera de los derechos de autor del gran escritor argentino. La férrea custodia de los textos de su esposo la llevó a perseguir a editoriales y escritores por, supuestamente, manipular, editar o citar las palabras de su marido sin consentimiento previo. En una digresión vale aclarar que muchos de estos sucesos se conocen por el particular compromiso que tienen los medios masivos en la difusión de noticias sobre arte, literatura, etc. Es noticia alguna de estas disciplinas sólo si hay en juego algo de orden económico: la firma de un contrario millonario, las enormes ventas de un autor, una denuncia judicial por plagio o la apertura de una feria. Es decir, la "cultura" se difunde sólo cuando el factor económico se posa sobre la literatura o el arte, esto sucede porque, justamente, el valor económico es lo único que los medios de comunicación custodian.

La repercusión, en principio, fue la siguiente: si hacemos un breve cálculo, podemos estimar la cantidad de personas que leyeron el posteo. Presumiendo un alcance mínimo de diez lectores por cada compartido, y sumando los usuarios específicos del muro de Quaranta, no menos de tres mil personas se enteraron de este suceso a través de las redes sociales.

Ahora podemos ingresar en la trama más fina de este relato: su conclusión. Por notorias razones, la red social nos da información no sólo cuantitativa sobre la "recepción" del posteo en cuestión. En una breve caracterización, podemos inferir que cuando se realiza una intervención (una publicación) en una red social es el receptor quien permite la huida y circulación de ese mensaje (movilidad distinta a la de los medios tradicionales o modernos). La intención inicial es pensar qué movió a cientos de personas a hacer circular esa fotografía (en un momento dado la escritura del posteo abandona la imagen). La mayoría de las personas compartían indignadas la noticia, preguntándose cómo era posible denunciar a alguien por citar "el estilo" de Borges en Facebook. Otros, un poco más escépticos, lo compartían con cierto dejo de duda.

La mirada es siempre una interpretación situada. Nada está por fuera del espacio de lectura que inscribe un contexto. Por eso, la profusa difusión de la intimación a un posteador de Facebook se inscribe, no ingenuamente, en un contexto deliberado. Días antes había resurgido (mediáticamente) el juicio al escritor Pablo Katchadjian por la publicación de su obra El Aleph engordado (con un simple googleo podrá enterarse del suceso). Esto es lo que constituye el terreno perceptivo sobre el que se realiza la lectura del posteo. El contexto es el que definitivamente creó, promovió y elucubró la acción: la Carta Documento no existe, la noticia es falsa, el posteo es cierto, todo bajo un tono interrogativo. Entonces algo cercano, y a la vez lejano, a ese entramado de sentidos que rodean a la carta constituye la verosimilitud de esa información. Esa es la relación con la creencia en la imagen y su naturalismo. Lo verosímil, según Aristóteles, es aquello que puede ser posible que acontezca. A partir de una identificación con el modelo es posible llegar a un entendimiento de lo representado. Aquí es cuando el espectador adquiere un placer verdadero, se transforma en cómplice de una acción artística.

El posteo, en complicidad no deliberada con los usuarios de Facebook, llega a los redactores de la verdad: los periodistas. En el transcurso de la semana comenzaron a aparecer notas en portales digitales de distintas partes del país: "El espíritu antiborgiano de la viuda de Borges", "Demandan a un hombre por 'utilizar el estilo de Borges'", "La viuda ataca de nuevo", entre otros. El jueves una radio local le realiza una entrevista a Quaranta para que cuente el suceso. Nunca desmiente, a la inversa, extrema los recursos discursivos para seguir construyendo la noticia, aunque minimiza los cargos realizados por el abogado. A las pocas horas lo convocan del diario La Capital y al día siguiente sale una nota en la página seis, bajo el título "Kodama intimó a un escritor rosarino para que deje de usar el 'estilo' de Borges"; en la nota se repasan los hechos y se utilizan tres imágenes con epígrafes a modo de ilustración: "El receptor. Quaranta se encontró con la intimación", "La emisora. Kodama actuó a través de sus letrados", "El documento. La misiva firmada por el abogado de la viuda de Borges"; todo el material extraído de Internet, de Facebook. Lo que anunciaba el posteo se construye definitivamente como verdad sin la complicidad de los editores (este es uno de los puntos más importantes de la acción, porque si bien conocemos otras intervenciones artísticas en los medios de comunicación, en ellas siempre se mantuvo un acuerdo con los editores). Pero lo más relevante es que, otra vez, la fotografía de una carta de intimación ocupa el lugar de documento, como aquel vestigio que daría la pauta absoluta de su verdad: es la confianza ciega que imprime una creencia, el esto ha sido de la fotografía (de la imagen).

En esta acción Quaranta encarna, paradójicamente o no, una de los procedimientos más relevantes de la literatura de Borges dentro de las figuras parasitarias. Se despliega la acción del traductor, entendido como aquel que se alimenta de un original y lo modifica. Esta figura es evidente por querer construir un suceso como el de Katchadjian, pero mediante una acusación que roza lo absurdo: el uso de Borges en Facebook, la imitación de su estilo. Evidentemente estos son los aspectos que dejan entrever la ficción del posteo y la falsedad de la intimación como el punto enfático de la acción. Lo enfático, argumenta Alan Pauls en El facto Borges, es la marca del impostor, la realización de una operación consciente y deliberada pero que contiene un disfraz que lo delata. El disfraz (lo demasiado falso) se convierte, a través del absurdo, en lo verosímil. Esto hace aparecer el pudor como el instante en que a través de lo dicho se deja un espacio oscuro, en sombra, que es lo entredicho. El procedimiento ficcional (lo aparentemente falso) deja algún vestigio de realidad para captar al lector y construir un discurso creíble, autónomo. El posteo se vuelve transparente, oculta su proceso de construcción y logra algo parecido a lo inaugural, al acontecimiento.

﷓¿Ha pensado en quién va a cuidar la obra de Borges en el futuro?, le preguntan a Kodama.

﷓En el futuro, sí, ya tengo a alguien que es peor que yo.

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