rosario

Miércoles, 13 de enero de 2016

CONTRATAPA

En el principio de todo

 Por Jorge Isaías

¿Fueron tan lejanos los tiempos en que fuimos felices? Tan al borde del camino todo y al

costado de la Historia aparecen, es como las cosas no hubieran sido, al decir de Borges.

En los tembladerales de la adolescencia donde todo dolía, donde todo era congoja,

Donde la intemperie del mundo posaba su pata peluda sobre la cáscara misma del alma,

éramos tal vez vulnerables como nadie. Estábamos sin embargo, en el principio de todo

y para todo había tiempo, aún para los errores, aún para las dudas, aún para el dolor

temprano.

Faltaba mucho para saber que nos esperaban numerosas derrotas y pequeños, muy pequeños

Triunfos y tal vez alguna ilusión decidida, algo inasible como un sueño que tiende

A teñirse de realidad y sólo dura como si fuera un pájaro que con un ala de su cuerpo

Tembloroso nos rozara la cara, por donde acaban de aparecerse dos lágrimas, y la luz de una sonrisa nos toca.

Quiere decir que hubo un tiempo sin tiempo, cuando los flecos de los barriletes bramaban

Los septiembres, atraían los rayos de aquellos soles un poco menos débiles que los que traían

un junio en su recuerdo.

De todos modos esa despreocupación del verano cuando cesaban las órdenes, o se volvían

más laxas y no había compromisos no habiendo clases, con padre viajando a las cosechas lejanas y esa ausencia obligada que ponía más íntimo y más libre mi manejo de los horarios que los ojos permisivos de mi madre volvían casi delicia, puro placer de no sentir el autoritarismo de mi padre,

injusto como son todos, aún el más pequeño, aún el que se hace con una intención meramente

pedagógica.

A veces uno piensa si todo esto que desciñó como una sombra desde el tiempo remoto o soñado

Y prensado debajo de capas de sentido, de días que se encimaron sobre uno con la impiedad

de un mal recuerdo, logran por fin una isla que emerge cual si fuera verdadera y límpida, como

una gran espada desenvainada que brilla bajo el sol.

Son de cualquier manera, aproximaciones que mantenemos viva como aquella llama

que uno considera su recuerdo, a sabiendas o no, que la memoria es elusiva,

que siempre elige lo más insólito o inverosímil y se clava como una espina que se astilla

acosada por la lengua que nos contiene a todos, sin excepción, aunque crea que la elude

o la desvía o incluye a su capricho.

La dureza de aquellos tiempos tan remotos se morigeran, con algunos otros que traen

En el pico austero de aquella gaviota que en sus alas sostenía todos los rayos

del sol.

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