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Jueves, 19 de abril de 2007

CONTRATAPA

La perla de la humanidad

 Por Miriam Cairo *

La poética de la cópula brota en el mismo copular pero no solamente en él. En todas partes podría seguirse la pista erótica de la humanidad. Y esto va más allá de un corazón confiado o de una flor que se abre, sudorosa, al anochecer. Entre el mundo acético y el dulce mundo hay una distancia apenas conquistada por un solo ademán: la cópula y su poesía. La poesía es un destino en la esencia de la cópula, y ésta, una revelación de lo que aquella vela. Tan propia de lo humano como el cuerpo mismo, la poesía busca manifestarse en cada acto de nuestra vida, silenciosa, dócil o brutal.

Con la poesía del sexo trascendemos las fronteras del Ananga Ranga, el Kamasutra y el Jardín perfumado. Lo que se dice y lo que se hace pueden o no ser cosas iguales pero siempre, en el abismo de la cópula, la poesía abre su cuerpo puro y decidido.

Sin duda, aquello que significa copular, jamás lo aprenderemos de un manual o de un manifiesto de poética erótica. Su sentido y su sinrazón los hallaremos en el acto mismo. Y así como la experiencia erótica ha sentado las bases para la elaboración de sus poéticas, no es menos cierto que muchas de éstas se han forjado a fuerza de fantasías. Y tal vez sea el terreno de la erótica el más apto para darle a lo imaginado igual jerarquía que a lo vivido.

¿Qué significa copular? Esta pregunta se puede contestar de muchas maneras pero será en el acto mismo y en su poética donde encontraremos los medios para la edificación del sentido erótico del mundo. Hay cosas que se mueven o parecen moverse. Y el que más se mueve de todos es el pensamiento amoroso. También se agitan instintos destructores, pero cien o doscientos fracasos no deben amedrentarnos. De ahí que la poética de la cópula comience poco a poco a tomar las riendas de la vida amorosa de la humanidad.

Si hay algo que vincula definitivamente la cópula con la poesía, es su proyecto liberador. Así como no hay un poema igual a otro, en el territorio erótico cada cópula también es única e irrepetible. Libre y absoluta por la soberana singularidad de sus actores.

Puesto que la cópula se acopla de manera propicia con la poética, se nos hace evidente que ambas son las perlas del tesoro humano. Su poder viene de lejos. De los recreos entre cazar, recolectar y procrear. Del primer soplo envolvente de la sangre. De las lentas planicies y las altas montañas.

Si buscamos la esencia de la poesía en la esencia de la cópula, la poesía alcanza la cúspide de lo humano, y la significación de la cópula se eleva a la cumbre de los ritos. Pero aunque tanto la esencia de la cópula como de su poética son algo que siempre nos hace pensar, es aconsejable hablar y escribir menos sobre la poética de la cópula y copular más.

La poética no debe entenderse sólo como pretexto para provocar una cópula por medio de la literatura. Aunque esta sola consecuencia ya podría justificarla. La poética intenta expresar las vibraciones de los procesos interiores y exteriores del fenómeno erótico. La poética de la cópula no es sólo una descripción de lo que sucede en el cuerpo mojado y el corazón convulso de los amantes, sino también la propagación de un abrazo que traspasa los muros. La vibración de un sediento vivir.

La poética de la cópula penetra nuestra existencia de un modo que apenas sospechamos. Su esencia guía cada movimiento de la mano, cada gesto de la boca, cada pulsión del pubis, cada alarido, cada derrumbe. Nace en el mundo individual y busca la corriente de aire que se deja respirar. Lo lúdico es el motor fundamental de ambas especies: el poema juega con la palabra, la cópula juega con el cuerpo y con el alma. Así, la cópula deviene en caligrama. Toma la forma del objeto que motiva el poema. Una cópula canina se escribirá en cuatro patas. Una cópula de las velas se nos descubre en un poema de piernas alzadas. Una cópula oral perfilará versos de labios apretados contra el rojo secreto de los cuerpos. Y hay más aún. Es cierto que la vista es el primer sentido. Es cierto que al ver las imágenes de El Columpio, La Hendidura del Bambú, La Postura de Loto, se despierta de inmediato el capricho sexual. Pero eso no es todo. Para que el impulso alcance su cenit hacen falta las palabras del copular.

Se sostiene que en el mundo el desierto está creciendo. Pues, aunque esto no deje de ser verdad, también es cierto que la poética de la cópula cultiva y propaga el vergel del tesoro humano. El desierto de nuestra vida sería el hecho de que no nos permitamos copular. Peor aún, que tampoco lo estemos imaginando.

La poética de la cópula se convierte en una reflexión que remite continuamente a la misma cópula. Este revisarse y hacerse a sí misma, deja al descubierto su naturaleza onanista. Y así como en el arte moderno el problema de la poética ha prevalecido sobre el problema de la obra, no estamos lejos de sospechar que la poética de la cópula, en algunos casos prevalece sobre la cópula misma. En esto no hay un resabio desdeñoso sino la sugerencia de una entrañable posibilidad.

La poética de la cópula puede ser algo sublime. Acaso lo más sublime en la literatura del hombre. La perla de su humanidad. Pero también podríamos preguntarnos: ¿qué hay sobre la animalidad que se pone en juego en el acto de copular? ¿qué de los desbordes? ¿qué de la rusticidad? Y entonces, otras preguntas podrían acercarnos a una respuesta: ¿acaso en el soneto se agota la poesía? ¿acaso lo bello es privativo de lo lineal?

La mosca no levanta vuelo donde levanta vuelo el hombre.

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