rosario

Miércoles, 11 de junio de 2008

CORREO

Ensambladas

La distancia entre los sentimientos humanos, lo que legitima cada cultura y lo legal, es tan abismal, que ciertas propuestas políticas, resultan oportunistas. El ex ministro de Educación: Daniel Filmus, con el que en muchas oportunidades coincidí (cuando cumplía funciones educativas), propone como senador, desterrar las palabras "madrastra" y "padrastro" del discurso de los huérfanos y reemplazarlas por madre y padre "afín" (pariente por afinidad). Indudablemente no escucha a los adolescentes.

Al margen de cualquier nominación, la familia, no es "bio﷓lógica" ni anatómica, es legítima y lo legal debiera S.O.S.tener, algo más que los enunciados teóricos. Padre no es quien dona espermatozoides (a un banco o a un cuerpo); ni madre, la dadora de óvulo, prestadora de útero o la capaz de parir un niño. Padres son quienes adoptan o acompañan regando o nutriendo, cotidianamente, sin intermitencias, los complejos crecimientos y desarrollos de quienes necesitan ser humanizados.

Me gustaría recomendar a Filmus, el film "Propiedad Privada". Aunque lo clasifiquen como tráiler, es una pintura de época. Dibuja las relaciones en el contexto de un divorcio, los frustrados intentos de entendimientos de una "ex pareja", ante las inevitables "re﷓acciones", acentuadas por los restos de sentimientos, que nunca se esfuman, porque hicieron impronta en sus cuerpos y memorias. El regresivo y vengativo comportamiento de una madre adolescentizada, que seduce y pelea simétricamente con sus hijos, destruye la fortaleza de la hermandad entre mellizos y gemelos. Este vínculo suprafraterno, muta en trágico y violento, pese a la creencia que la cultura sajona es más racional que la nuestra. También aparece el dinero como protagonista o instrumento intercomunicante, entre hijos y padres. Los juegos adolescentes y el amor, que transitan aguas estancadas, por cambios de lechos o arrastres de nuevas corrientes... Juegos no creativos, sino fugas de la realidad, o entretenimientos para matar el tiempo. El sexo compulsivo, la deslealtad, la desconfianza, la desilusión, el des﷓amor. El emblemático gesto final, de juntarse a juntar, los trozos del cristal, que jamás nadie podrá volver a con﷓formar. Esto y mucho más ilustra el film, dirigido por Joachim Lafosse, belga de 31 años, que también utiliza el tiempo de las escenas, para sublimar sus tiempos de espera... Quizás por el tratamiento del tema, haya transitado el mismo relato y difícilmente acuerde con Filmus...

Mirta Guelman de Javkin

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