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Lunes, 6 de octubre de 2008

CORREO

Vidrios

En este país, hay muchas cuestiones difíciles de entender, sobre todo aquellas que son consecuencia de la negligencia, la dejadez y el desprecio de quienes deben velar por la por la vida y su calidad.

Menos comprensibles cuando, casi sin plata, con solamente un poco de celo y con el cumplimiento de la normativa vigente se podrían evitar males terribles.

La muerte incomprensible en un accidente de tránsito de un amigo querido de mis hijos me hacen insistir. La accidentología vial es producto de variadas concausas de naturaleza política, entre las que se puede reseñar la rendición incondicional a las multinacionales automotrices como casi único sustento de la matriz de transporte en la Argentina, la aniquilación del ferrocarril, la insuficiencia de infraestructura vial, la ausencia de una planificación estratégica en materia de transporte y tránsito. Y también la pérdida de valores y de respeto por el otro.

Esta mezcolanza se transforma en un cóctel explosivo, que todos los años se lleva puesta la vida de aproximadamente 8.000 personas. Una cifra escalofriante de la cual tenemos poca conciencia y que no valoramos en su cabal magnitud.

Para graficarla, conviene hacer algunas comparaciones, que pueden parecer odiosas: en el naufragio del Titanic murieron 1500 personas, en la guerra de Malvinas, aproximadamente 650 compatriotas, en el incendio del boliche República de Cromagnon, hubo 182 muertos.

A partir de estos datos tenemos que aceptar que en Argentina cada 68 días se hunde un Titanic.

El tema es que a las áreas de control de infracciones les interesa más la recaudación por multas por mal estacionamiento o vencimiento de la tarjeta que otra cosa. Durante el año 2005 en la ciudad de Buenos Aires se hicieron 633 multas a coches con los vidrios oscurecidos, contra un millón por mal estacionamiento. Según un estudio del Centro de Experimentación y Seguridad Vial (CESVI) casi el 50 de los autos chocados o destruidos llevaban estos vidrios. Además, al estudiar los impactos laterales, comprobaron que el 56 por ciento tenía ventanas oscuras. Con esto se demuestra que dentro de un automóvil con vidrios oscuros cuesta más distinguir a otros vehículos, peatones, ciclistas o motociclistas que circulan a los costados, aumentando en un 91 por ciento, la posibilidad de que el impacto sea lateral. Los expertos afirman que incrementan en un 30 por ciento la posibilidad de sufrir un choque.

La pregunta del millón es quién va a prohibir estos vidrios, si jueces, funcionarios, legisladores, empresarios y demás los usan.

Ricardo Luis Mascheroni

Docente

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