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Lunes, 9 de febrero de 2009

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Foros

Ha culminado el Foro Social Mundial en Belem de Pará (Brasil). La presencia de un puñado de gobernantes socialdemócratas no debería ser considerado lo más trascendente de esta reunión global, sino y en todo caso, el dato insoslayable de cómo los poderes instituidos continúan empeñados en la cooptación de los movimientos sociales. Resulta para esta izquierda del sistema impensable el cambio social fuera del esquema estatalista de delegación de poder.

Los movimientos sociales, en realidad no necesitan para su desarrollo de la maquinaria estatal, los campesinos sin tierra del MST, vienen demostrando en la práctica de su capacidad de creación de estructuras de enseñanza no autoritaria, y de un funcionamiento deliberativo y decisorio asambleario, por fuera de las tecnoburocracias omnisapientes que llevaron el socialismo al fracaso y los callejones sin salida, abortando revoluciones desde 1919. La puesta en práctica de la autogestión en todos los niveles es la senda a recorrer y no son necesarios para ello los líderes carismáticos, providenciales, tejedores de alianzas insondables que amagan al cambio para que nada cambie.

En paralelo al FSM se desarrolló el Davos, (Suiza) la reunión anual de los jerarcas del capitalismo mundial, allí, luego de intercambios y conciliábulos, los gestores de la crisis exponen sus temores por el advenimiento de conflictos sociales de envergadura. Asombroso, no, los sembradores de vientos y tifones se espantan por las tempestades.

Anuncian que perpetrarán más de cien mil despidos en lo inmediato, lanzando a la exclusión a trabajadores, víctimas de sus tropelías especulativas.

Según algunos informes podría multiplicarse por diez en las próximas décadas la cifra de los sin empleo y entonces los niveles de violencia social crecerán de modo exponencial. Claro, por aquello que los proletarios de fines siglo XIX ya sabían: la violencia de arriba produce la violencia de abajo.

Otro mundo es posible sin duda, pero prescindiendo de los capitalistas y también de sus gerentes, tibios y gatopardistas que buscan postergar ad infinitum la hora crucial de las grandes definiciones.

Carlos A. Solero

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