rosario

Viernes, 24 de julio de 2009

CORREO

En mi corazón

Hace algún tiempo me tocó vivir una de las experiencias más desgarradoras que puede vivir un ser humano, la pérdida de mis dos hijos mayores y mi hermana menor. Fue en un accidente, viajábamos a Capital Federal por una causa justa, íbamos a compartir los últimos días con una de las personas más maravillosas y generosas que conocí en la vida, que atravesaba el final de una larga enfermedad. Pero si todos nos ocupásemos de ser un poco más humanos este tipo de situaciones no ocurrirían; justamente porque alguien sólo pensó en su apuro por llegar a destino, porque no tuvo plena consciencia de que cualquier modificación-descuido que realicemos en nuestra cotidianeidad modifica la vida de los demás. Por eso ese día ocurrió este accidente, porque alguien atropelló a dos jabalíes, y sin importar qué sucediera con el resto de las personas que transitaran por esa ruta siguió su camino. Los que no pudimos continuar con nuestro camino, con nuestra vida fuimos nosotros.

Es por eso que creo oportuno escribir estás líneas, con el único sentido de detenernos a pensar un poco más nuestras acciones, a pensar que toda modificaciones que realicemos altera a nuestro entorno, modifica la vida del resto. ¿Será porque nos creemos que nuestra vida vale más que la de nuestros semejantes que nos movemos así?

Inevitable es que en esta situación vengan a mí los valores, la educación, el amor, la igualdad, el respeto por los demás que me inculcó mi familia, y que todos los días les transmití a mis hijos, ellos eran niños con plena consciencia de sus actos, buenos compañeros, cariñosos, tenían un sentido de la identidad propia y de sus pares increíble, un respeto por su entorno ejemplar, digno de imitar. Si ellos, niños aún, podían comportarse con prudencia, con sensatez, podían reflexionar sobre sus actos ¿Por qué los adultos no podemos? ¿Por qué nos importa tan poco si perjudicamos a nuestros pares?

Inevitable es que sienta impotencia al ver que alguien se manejó con total arbitrariedad y me arrebató parte de mi vida.

Inevitable es que en nuestras vidas haya un antes y un después, pero a pesar de todo lo ocurrido, sigo creyendo en la vida, sigo creyendo en la gente que me rodea, considero que se puede seguir adelante, con la misma alegría con la que todos los días besaba a mis hijos, porque eso me enseñaron ellos, vivir con alegría.

La vida continúa, ellos están en mi corazón, soy una eterna agradecida a esta vida, que me dio la oportunidad de tener adorables niños a mi lado, fue corto el tiempo que los tuve, pero muy intenso y eso no me lo quita nadie.

Juliana Rodríguez Hueller

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