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Viernes, 1 de julio de 2016

CORREO

Correo

Inmerecido

Una cita del escritor colombiano Jorge González Moore afirma que "la indiferencia es el apoyo silencioso a favor de la injusticia". En los 70, la gran mayoría del pueblo sabía que había un brujo en el poder que mataba argentinos en nombre de la Patria, pero se miraba para otro lado. Irrumpieron las botas de los militares que nos patearon el cuerpo y el alma convirtiendo al país en una sangrienta dictadura. "Por algo será". Festejamos un campeonato mundial inundado de papelitos y esta banda quilombera tapaba los silencios que a cuadras de la final, sufría una ESMA convertida en campo de concentración. Después, en una plaza repleta como nunca, vitoreamos a un general beodo que nos mandó a una incomprensible guerra. Entretanto, pibes argentinos morían heroicamente en el campo de batalla, los bares explotaban de otros cómodos argentinos que seguían el mundial de España. La guerra perdida nos devolvió la democracia y rápidamente olvidamos los olvidos.

A los tropiezos fuimos avanzando, madurando. Sin embargo, votamos dos veces a Menem (a quien le festejamos sus andanzas entre Ferraris, artistas, vedetongas, partidos de futbol 5 en Olivos, mientras se entregaban a precio vil las empresas del estado), elegimos a De La Rúa que golpeaba el escritorio para demostrar rudeza; agradecimos a Cavallo que nos permitiera vaciar los shopping de Miami.

Sin embargo, ¡llegamos a catalogar a Lio Messi de anti argentino porque no cantaba el himno! El psicólogo y novelista Mariano Marquevich, elabora una teoría para entender a Lionel Messi manifestando que su padre biológico es Argentina y el adoptivo, España. Dice que "para el bien del fútbol mundial -siguiendo esta teoría- Messi debería jugar en la Selección de España, o, caso contrario, llevar a cabo un extenuante trabajo mental para reconciliarse con el padre biológico, un padre abandónico, interesado, maltratador e injusto; y conseguir rendir para él con todo su potencial. Este joven, sabe en su fuero íntimo quién es quién. Pero algo de recuperar aquel amor perdido, de enmendar su desilusión primaria, lo hace volver con este padre para reconquistar su amor hasta ahora fallido. El joven se esfuerza. Lo hace muy bien. Y ante el primer error, este padre lo insulta. Lo compara con otros. Y, sin decirlo, insinúa "nunca debí haber confiado en ti, estúpido". El joven lo intenta de vuelta. Y ocurre lo mismo. Y así sucesivamente. Esta teoría se apoya en el principio indiscutido que el inconsciente influye poderosamente sobre el consciente a través de actos fallidos, lesiones, casualidades que no lo son y... ¿penales?"

Roberto Benedetto

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