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Viernes, 8 de julio de 2016

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Independencia

El pueblo argentino lleva doscientos años trabajando, luchando y soñando por conseguir un país donde las mayorías populares podamos vivir dignamente. Un país donde se respete nuestra soberanía, nuestras riquezas naturales y la diversidad que somos como pueblo. A lo largo de estos dos siglos hubo momentos de avances y retrocesos. Pero la etapa política que estamos empezando a vivir con el triunfo de Cambiemos nos desafía a reavivar ese sueño inconcluso.

En el inicio de este siglo XXI, Nuestramérica fue escenario de un gran ascenso popular que, derrotando el plan imperial del ALCA, enlazó el presente con las luchas fundacionales por la independencia, la soberanía popular y la patria grande. Las figuras de José de San Martín, Simón Bolívar, José Artigas y Juana Azurduy, entre otras, resurgieron de la mano del cambio de época que se vivía en la región conducido, a modo de revancha histórica, por la Venezuela de Bolívar y Chávez junto a la perseverancia cubana. Sin embargo, en la actualidad, el triunfo electoral de Macri en nuestro país y el golpe contra Dilma en Brasil son las mayores expresiones de un cambio rotundo en marcha, impulsado por el poder económico concentrado transnacional, y sus socios y empleados locales, para revertir completamente los avances populares. No puede haber mejores fotos que grafiquen esto que la reciente visita de Obama a nuestro país, nada más y nada menos que para el 24 de marzo, y la invitación del presidente Macri al rey emérito de España Juan Carlos, para la celebración del bicentenario de la independencia.

Argentina forma parte del giro conservador que venimos sufriendo los pueblos del continente. El imperialismo y el capital concentrado necesitan avanzar sobre los hijos y las hijas de las rebeliones populares, avanzar sobre quienes derrotamos al ALCA y nos animamos a soñar, como en otros momentos históricos, en dar vuelta el orden establecido. En seis meses ya está clara la esencia antipopular del gobierno de Cambiemos. No hace falta esperar más para comprobarlo: una transferencia de ingresos de más de 20 mil millones de dólares hacia las grandes fortunas; más de 150 mil despidos y la pérdida del poder adquisitivo del salario con paritarias que no alcanzaron a compensar el efecto del tarifazo y la inflación; el pago a los buitres y el reinicio del endeudamiento externo por un total cercano a los 40 mil millones de dólares; el giro en la política exterior cambiando la unidad latinoamericana por las nuevas relaciones carnales con Estados Unidos y Europa.

Patria Grande

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