Jueves, 8 de noviembre de 2007 | Hoy
PSICOLOGíA › EL DEBATE ENTRE CIENCIAS DURAS Y HUMANISTAS
El autor escribe sobre algunos científicos y epistemólogos que critican el psicoanálisis, intentando rebatir sus argumentaciones. Un intento por compatibilizar posturas.
Por Jorge Ballario *
Los científicos vinculados a las neurociencias, están sin saberlo corroborando cada vez más, muchos de los postulados básicos del psicoanálisis, pero al pertenecer esos investigadores a otro paradigma, los integran discursivamente de modo diferente, y por ende no los reconocen como tales. Sin embargo con más eclecticismo y menos prejuicios, se podrían compatibilizar muchos conocimientos.
Tal vez la clásica escisión entre cientificismo y humanismo no sea otra cosa que una de las maneras en que se expresa la división del sujeto humano. El hombre no dividido, es decir, sin inconsciente, es una gran ilusión de esta época, ilusión funcional al capitalismo salvaje neoliberal que requiere sujetos fáciles de seducir, sin pensamiento crítico, que piensen poco y consuman mucho. Justamente, la eficacia del denominado "discurso único", aliado a las "resistencias inconscientes" de las personas, hace que el psicoanálisis, la herramienta fundamental para abordarlo y para abordarlas, pierda cierto terreno. Como vemos, una maquiavélica trampa muy difícil de desactivar, y más cercana a la ideología que a la objetividad científica.
Es relativamente más fácil para los positivistas negar lo simbólico dado que por no ser un asunto concreto, no les resulta evidente, además hay que tener en cuenta que, en la vereda de la hiperracionalidad cientificista, se está más cerca de la negación, debido a la relación existente entre la razón, las racionalizaciones, y los mecanismos de defensa. En consecuencia, es frecuente que procuren negar inconscientemente lo que no pueden entender, y que ni siquiera están en lo profundo dispuestos a aceptar; me estoy refiriendo básicamente no al objeto de estudio que ocupa a las ciencias duras, sino al real que ocupa al psicoanálisis, vinculado a una dimensión atemporal, y regido por una lógica distinta de la que habitualmente opera en ellos. En cambio, a los psicoanalistas, tal como estamos formados, no nos resulta tan simple negar lo que nos inquieta.
La pulsión, es un proceso dinámico consistente en un empuje que hace tender al organismo hacia un fin. Gracias al "objeto" (que puede ser una situación, persona, ser viviente o alguna cosa) la pulsión es decir, esa carga energética corporal o factor de motilidad alcanza su "fin", que es descargar la excitación del cuerpo.
El goce, para el psicoanálisis, está vinculado a la descarga pulsional, y se diferencia del placer, dado que no requiere como este, la disminución gradual o súbita de las tensiones del aparato psíquico al nivel mínimo, tal como ocurre cuando sentimos placer. El goce, por lo tanto, está constituido por nuestra relación subjetiva con las palabras y concierne principalmente al deseo inconsciente; en otras palabras, se sitúa en la intersección del lenguaje con el deseo en el "serhablante".
Es entonces la pulsión y su goce concomitante, que siempre se manifiesta en el cuerpo del involucrado ya sea de manera solapada o visible, y en forma placentera o padeciente, lo que impulsa muchas veces a estos individuos cientificistas a funcionar tal como lo hacen.
El principio de la "figura/fondo" opera en ellos absolutamente, ven lo que desean ver. Es decir, ellos perciben un determinado recorte en lo real (figura), que se les presenta en ese acto y bajo el influjo discursivo que profesan, como una realidad evidente en si misma, y que excluye por contraste lo inquietante (fondo). Dicha realidad es una figura (metafórica o abstracta) que se distingue del fondo y que es objetivada y significada por consenso entre los participantes del discurso cientificista.
Paralelamente, si la determinación genética excluye de responsabilidad al sujeto, podríamos conjeturar que los cientificistas deben nadar en un mar de culpas, ya que son los abanderados de la atribución de causalidad a la esfera genética, para las enfermedades humanas, por un lado, y de la negación del psicoanálisis, por el otro. Al parecer, ellos tendrían que conjurar sus culpas inconscientes, sobreactuando ese repertorio. Tal vez no sean sólo culpas, sino un combo que además incluya premios, estímulos y reconocimientos, vinculados directa o indirectamente, a los señores de los laboratorios, y a los demás actores interesados en fomentar la miseria simbólica humana. En general, para muchos de los dueños del poder económico, tal situación representa un formidable negocio, aunque seguramente sus psiquismos los protejan de esa cruda percepción, y hasta se las presente como una loable cruzada. Los psicoanalistas ya sabemos que el inconsciente es irónico y fantástico.
* Psicoanalista y escritor. Reside en Marcos Juárez.
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