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Jueves, 23 de julio de 2009

PSICOLOGíA › CELEBRACIóN DE LOS 25 AñOS DE LA CáTEDRA PROPUESTA POR JUAN RITVO

Desde el deseo de la lectura

Concebida como espacio de constructivismo, la cátedra Teoría de la Lectura, de la carrera de Filosofía, tiene una producción vasta y se concibe como un lugar donde el discurso psicoanalítico aún resiste y pone a jugar su real.

 Por Ricardo Bianchi*

Hace poco más de 25 años, a partir de una propuesta de Juan Bautista Ritvo, se creaba en la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR una cátedra inesperada: Teoría de la lectura. Desde entonces su lugar formal corresponde a la mitad de la Carrera de Filosofía. Quienes ahí nos desempeñamos conquistamos finalmente nuestros cargos en concursos nacionales ordinarios sobre fines de los 90 o poco después. Durante el próximo mes de Agosto nos disponemos a celebrar esa persistencia. Puede leerse en nuestro programa que el espacio recienvenido entonces de la lectura, suponía cierto constructivismo del que el psicoanálisis era uno de sus protagonistas. Que nuestra cátedra no rechaza las consecuencias del discurso psicoanalítico nunca fue ningún secreto. Ahí está en ese programa uno de sus significantes: la interpretación. Interpretación pero no hermenéutica por la imposibilidad que recoge nuestro origen. Y el origen es salto. Imposibilidad de constituir una Teoría, un sistema de la lectura. Ahí están también el objeto caído y el lector dividido. Nuestro deseo y la contingencia del objeto que testimonian estos 25 años detrás de libros y autores infrecuentes. Siempre diferentes, aunque nunca tantos ni tampoco todos. Y también encontrará el lector, en la ficción de ese origen, el tiempo de la angustia y la caída de la transferencia porque no dejamos de recapitular nuestra desuposición al saber del Otro.

Del acto psicoanalítico Lacan decía que comenzaba en la antítesis porque la tesis es la Cosa del discurso universitario. Quizás por eso nuestro programa enmarca la lectura como un acto agonal, una confrontación o un diálogo o según Nicolás Rosa, un triálogo. Que el diálogo nunca es entre dos también nos recuerda en la repetición del síntoma, en el lugar de la lectura, una instancia plural de voces. Por eso aunque puede leerse en ese programa nuestra insistencia en la repetición de la letra y en la proximidad entre el discurso filosófico y la literatura, se fundamenta ahí una interpretación donde escritura y voz aparecen anudadas. Porque suponemos, al modo de Lacan que no hay letra sin lalangue, que el equívoco es el horizonte literal.

El programa de Teoría de la lectura termina desde entonces en la proposición de su Fundamentación: cuestionar la oposición que separa en la Historia de la Filosofía, la enunciación del enunciado de sus discursos. Se afirma así la inexistencia de todo metalenguaje cuando se cuestiona esa separación entre dos esferas, dejando la verdad de un lado y la verosimilitud del otro. Del programa, por el contrario, se concluye que la verdad de la lectura es a la vez mitad mentira. Como dijo alguna vez el titular de nuestra cátedra: el esquema de la verdad no es otro que el humilde lapsus. Por eso entre los contenidos programáticos el lector encontrará un retorno de la retórica, desde los sofistas hasta Wittgenstein, retorno que nos permite recordar al entrañable Ramón Alcalde. Porque escogemos una orientación donde el lugar topológico para lo real de la lectura se descubre en el movimiento de una retórica filosófica.

La producción de la cátedra de Teoría de la lectura es vasta. Aparece diseminada en muchos libros y revistas. Por otra parte ha inspirado la invención de una de estas últimas, Nadja, lo inquietante en la cultura, en el año 2000. Pero se ha proyectado además en otros formatos raros: programas radiales, seminarios y coloquios, extranjeros a la Universidad. Habitantes de una cátedra cuya hospitalidad produce consecuencias, constituimos a fines del año pasado, una extensión: el Centro de estudios de Filosofía y Psicoanálisis, radicado en nuestra Facultad de Humanidades y Artes de la UNR, donde ahora nos dedicamos a leer la fenomenología francesa, en particular Merleau Ponty y Sartre. ¿Después? no sabemos.

Hace un poco más de 25 años una religión que no era del padre y de la que Lacan descubrió en Sade a uno de sus últimos oficiantes, disponía de las llaves de nuestra Universidad. Desde esa época hasta la nuestra abundan las escuelas de letras donde se goza criticando la crítica y ensayando el ensayo pero donde se lee poco y se escribe casi nada, las escuelas de filosofía donde Spinoza y Hegel no encuentran cabida, los doctores en algo que no es el psicoanálisis y los investigadores en psicoanálisis. Todo eso abunda en nuestra Universidad. Por eso es que insisten cátedras como la de Teoría de la lectura, lugares donde el discurso psicoanalítico aún resiste y pone a jugar su real.

*Licenciado en Filosofía, psicoanalista, director de la revista Nadja, Lo inquietante en la cultura. Miembro de la Cátedra de Teoría de la lectura y Co director del Centro de estudios de Filosofía y Psicoanálisis, UNR.

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Del psicoanálisis, y de Jacques Lacan, la cátedra toma el significante de la interpretación.
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