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Jueves, 19 de mayo de 2016

PSICOLOGíA › LA VERDAD DIGITAL: EL QUE BUSCA ENCUENTRA

Saber y seducción en las parejas

 Por Sergio Zabalza*

"El amor no tiene nada que ver con la verdad" Jacques Lacan.

Sabido es que, en el seno de una pareja, las mujeres prefieren las palabras antes que el silencio. No sólo porque la sexualidad femenina se alimenta de esas frases que arroban el encuentro de los cuerpos, sino además porque a menudo las chicas quieren saber: la verdad. Así, por ejemplo, no es raro que un encuentro amoroso termine mal a causa de la curiosidad sobre alguna ex (¿cómo era?; ¿por qué se pelearon?; ¿era linda?) y la sempiterna torpeza que los hombres solemos demostrar para sortear estos fatídicos atolladeros. A diferencia de las chicas, "para obtener la verdad de un hombre, se haría bien sabiendo cuál es su mujer", decía Lacan. Es decir, si nos guiamos por el psicoanálisis, para un hombre la verdad es ella: la mujer. No en vano, muchos varones empiezan a hablar sólo cuando la han perdido, de la misma forma que acuden a la consulta después de que alguna verdad los ha abandonado.

Así, suele suceder que mientras los hombres callan para asegurar sus certezas (para no perder algo), las mujeres hablan para alcanzarlas (para tener algo). Desde esta perspectiva, las canciones, los poemas, la seducción y todo el mundo de palabras que agita los cuerpos, son posibles gracias a este desencuentro con el objeto (ese algo: no importa de qué se trate). El filósofo Jacques Derrida decía: "Seducir es prometer alguna cosa -un sentido por ejemplo, o un objeto, o una persona-, que no se da como presencia. Cuando el hombre o la mujer se dan, ya no hay seducción. Es preciso que exista ocultamiento y promesa; y elipsis de algo que no se presenta".

Sucede que los avatares de las relaciones amorosas hoy toman su relevo en las redes sociales, pero con un sesgo muy particular. El ciberespacio crea la ilusión de alcanzar el referente. A veces la foto, el mensaje o el último contacto en el whatsap, se transforman en signos de una verdad que atenta contra las palabras, contra la re-presentación. El presente continuo al que nos somete el mundo digital cumple con el diagnóstico que Walter Benjamin anunciaba en El narrador; esto es: degrada el lugar del relato de boca en boca, al tiempo que exacerba la expectativa de constatación que aporta la prueba. Así, los testimonios clínicos indican que, por ejemplo, un simple celular ahí sobre la cama -mientras él toma una ducha-, puede constituir tanto una tentación irresistible para ella como un amargo disgusto para ambos. En el caso de los machos, en cambio, lejos de revisar historias de algún ex, la verdad digital suele limitarse a la posesión del objeto, no les interesa el saber porque les basta con ser dueños de la verdad, por eso su ansiedad suele recalar en las fotos de verano que ella sube al Face, y tanto más si algún desubicado se atreve a poner algún Me gusta. En uno y otro caso, el que hoy busca información: encuentra. No está claro de qué nos sirve.

*Psicoanalista. Autor de "Intimidados en Internet" (Letra Viva, 2014)

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