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Martes, 24 de octubre de 2006

OPINIóN › LOS HECHOS DE SAN VICENTE

San Perón

 Por Marcelo Brignoni *

La noción de fantasma es clásica en la política y describe habitualmente el miedo de la sociedad, ante un despertar de algo no conocido que la atemoriza, y que parece incontenible. Algo de eso se expandió en las inmediaciones de la Quinta de San Vicente. A diferencia de casi todos los ideales de cambio y solidaridad, llenos de vida y de futuro, las espantosas imágenes fueron la triste resultante de un concepto, que desde la evocación de la muerte y del pasado, en un formato mucho más religioso que político, pretendió resignificar y relegitimar a los asistentes al acto como "los representantes de Perón en la tierra", y sobre todo, "en el presente".

Algunos de los "vivos", que homenajearon al líder muerto, vociferando su condición de lealtad al "conductor de los argentinos", son los mismos que se plegaron a otras "conducciones transitorias", como la de Menem durante los noventa, sin siquiera sonrojarse de vergüenza, ni antes, ni ayer.

Se ha dicho muchas veces que los impresentables son aliados imprescindibles de cualquier gobernabilidad. Esta resignada idea de la democracia no puede ser suscripta pasivamente, sino cuestionada acaloradamente, por quienes creemos que el delito y la patota no deben formar parte de la actividad política.

La violencia política argentina sigue siendo un debate pendiente de nuestra sociedad, pero la lucha por la ubicación espacial, vista en el mausoleo peronista, nos obliga a ser intolerantes con los intolerantes, y a distinguir la violencia actual de los excluidos por el sistema, de la violencia política, impulsada y cobijada por dirigencias políticas y sindicales, que despoblaron las columnas de manifestantes de trabajadores, y los reemplazaron por barrabravas y patoteros de toda estirpe.

Hubo un tiempo en la Argentina en que una propuesta política aspiraba a incluir "lo máximo posible" y no "lo mínimo indispensable" en el terreno de las ideas. Hubo un tiempo en donde los dirigentes políticos eran algo más que opinadores de revistas y programas de radio y TV. Después, el pragmatismo, lo fragmentario, la conveniencia personal, la coyuntura, y el tacticismo se fueron convirtiendo en coartadas perfectas para no profundizar en los grandes dilemas, y en caldos de cultivo para que se produzcan hechos como los de San Vicente.

La ingenuidad gorila, de suponer que el peronismo es patrocinante exclusivo de la violencia política, solo contribuye a profundizar una sociedad de exclusión que, a su vez, genera violencia creciente, ante la resignada desilusión de los sectores medios, muchas veces en silencio.

La actividad política es un hecho ideológico, pero también un hecho moral. La lógica de los medios es tan importante como la lógica de los fines. Algunos dinosaurios debieran aprenderlo, y la sociedad debiera negarse a seguir conviviendo con esas prácticas, escarmentando democráticamente, a quienes las practiquen.

* Diputado provincial de Encuentro.

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