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Lunes, 25 de mayo de 2009

CIUDAD › AUMENTó UN 60 POR CIENTO LA CANTIDAD DE RECOLECTORES INFORMALES

Cuando sólo queda la basura

De la mano de la merma de la construcción, y todas las changas, se incrementó el cirujeo. En la Municipalidad calculan que en la actualidad unas 1600 familias viven de reciclar residuos. Al mismo tiempo, bajó el precio del cartón y el papel.

 Por Evelyn Arach

"Soy albañil pero hace unos meses que no me llama nadie así que salgo a cirujear para traerle algo a mi familia. Y está durísimo. Otra vez bajó el precio del papel y el cartón, no nos alcanza para nada. Mis hijos comen conmigo porque no quiero que vayan a ningún comedor, pero no llego con la plata, es muy duro". La frase pertenece a Luis González, de 31 años y padre de tres hijos. Su descripción vale para cualquiera de las 1600 familias que se dedican a la recolección informal de residuos en Rosario. Según explicó Pablo Suárez, coordinador general de la subsecretaría de Economía Solidaria de la Municipalidad a Rosario/12, "este año hay un 60 por ciento más de familias cirujeando que el año pasado". Evalúan que es un fenómeno estrechamente ligado a la caída de las changas y del trabajo en la construcción. Por si fuera poco, el precio por kilo de cartón -que a mediados de 2008 oscilaba entre 70 centavos y un peso- ahora cayó a 15 centavos. En el Ministerio de Desarrollo Social de la provincia están preocupados por la llegada de hombres de entre 25 y 45 años a los comedores comunitarios y copas de leche. "No piden alimento sino trabajo genuino", explicó Julián Galdeano, funcionario de esa dependencia.

La recolección informal de residuos crece al ritmo del desempleo. Básicamente el panorama está dividido en dos. Por un lado están las familias que históricamente se dedicaron al cirujeo y por lo general cuentan con carros tirados por caballos que conducen a los centros de acopio. Y por otro lado están aquellos que trabajan haciendo changas o en la construcción y que aparecen en el centro de la ciudad en bicicleta o con precarios carros tirados por ellos mismos cada vez que el trabajo merma. Juntan papel, cartón y alguna chatarra. "Nos encontramos cada vez con más gente que nos cuenta que se quedó sin trabajo y por eso sale a cirujear. Calculamos que en este momento en el centro de Rosario hay unas 1600 familias realizando esta labor, un 60 por ciento más que el año pasado", afirmó Suárez. Y agregó: "Es muy preocupante porque en una obra cuentan con obra social, aportes jubilatorios, un sindicato. Y ahora están solos rebuscándoselas como pueden. Desde nuestro lugar los derivamos a las distintas áreas municipales como niñez y salud, pero son grupos familiares que no están acostumbrados a vivir del Estado, gente muy independiente, muy laburante que está habituada a su salario o su ingreso mensual. Tratamos de convencerlos de que se adhieran al sistema de ciudadanía única, para recibir 80 pesos en alimentos".

Hace un año, la recolección informal de residuos reportaba un ingreso semanal de entre 500 y 700 pesos, pero los precios del papel y el cartón fueron cayendo al punto de generar hoy apenas entre 100 y 200 pesos semanales, dependiendo de la calidad de lo que se recoge. El kilo de papel se paga entre 45 y 20 centavos, mientras que el cartón bajó esta semana a 15 centavos. "A nosotros nos afecta muchísimo, cada vez que vas a vender te llevás una sorpresa. Tengo tres hijos que mantener y no me alcanza para nada, la comida sube mientras baja lo que a nosotros nos pagan. "Cómo puede ser? Hay muchachos que el año pasado iban conmigo al centro a juntar cartones y ahora andan robando. Yo no quiero hacer eso, no quiero joder a nadie, pero cuando llegás a tu casa y tus hijos te piden y vos no tenés qué darles es durísimo", contó González, un albañil de 31 años que vive en Empalme Graneros, en una precaria vivienda construida sobre terrenos fiscales. Hasta fin del año pasado trabajó en obras de construcción y haciendo reparaciones en casas particulares, pero desde hace un tiempo el trabajo cayó y debió dedicarse únicamente al cirujeo. Asegura que entre lo que paga de flete y lo que los acopiadores le descartan porque no llega a los cánones de calidad requeridos, su trabajo cada vez le rinde menos.

Desde Economía Solidaria planifican crear grupos de trabajo y proveerles herramientas, como prensas de cartón, que les permitan llegar directamente a las empresas que compran el material, y así evitar los intermediarios. "Hay unos veinte centros de acopio de cartón y papel que muchas veces estafan a los recolectores en el precio o el peso del material, por eso planificamos modificar la forma de trabajo, darles un lugar y herramientas, para que los que hacen el trabajo más duro se lleven una mayor retribución", explicó Suárez y detalló que aspiran a concretarlo en los próximos meses.

Mientras tanto, el impacto social se hace sentir. Hay muchas familias este año tuvieron dificultades para enviar a sus hijos a la escuela por falta de útiles e indumentaria y otras que comienzan a acercarse a los comedores comunitarios y copas de leche. "La demanda de asistencia social creció un 25 por ciento en Rosario a partir del desempleo y la baja en los precios del cartón y el papel -explica Galdeano-. Lo que más nos sorprende es que los que se acercan ya no son sólo mujeres, niños y ancianos, sino hombres de entre 25 y 45 años que no piden alimento sino trabajo genuino, algo muy difícil de garantizar si no mejora el contexto económico". Desde el Ministerio de Desarrollo Social impulsan la creación de cooperativas de trabajo para realizar tareas de higiene urbana y arreglos de albañilería, aunque reconocen que "cada vez hay más cooperativas y es difícil darles trabajo a todas".

Los números macro encarnan en las historias de cada persona. Ernesto González vive en el Barrio Toba ubicado en Almafuerte y Travesía, en la zona norte. Es plomero y albañil pero desde hace meses no encuentra trabajo y desde las 7 de la mañana hasta las tres de la tarde se dedica a juntar papel y cartones en un carro tirado por él mismo. "No me alcanza para comprarme un caballo y con lo que están pagando el cartón ya no llego ni a comer. Pero tengo que salir por mis hijos, por mi familia", cuenta. Y asegura que le gustaría tener otro trabajo porque la recolección "es muy peligrosa. Los fines de semana los vagos salen de bailar y andan a toda velocidad. Hoy casi me choca un auto", explica. Parado en la puerta de su vivienda construida por él mismo con ladrillos huecos y cemento, asegura que quiere salir adelante. Un deseo que por ahora, tendrá que esperar.

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Los cirujas son el último eslabón de la crisis. No sólo falta trabajo, sino que bajó el cartón.
Imagen: Alberto Gentilcore
 
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