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Martes, 27 de julio de 2010

CIUDAD › EL TESTIMONIO DE SOBREVIVIENTES, QUERELLANTES Y TESTIGOS

"Es doloroso volver a escuchar lo padecido"

El sol entibiaba ayer al mediodía la vereda de Oroño al 900, donde algunos sobrevivientes, querellantes, testigos y antiguos compañeros de militancia tomaban mates acompañados por familiares y amigos. Era el cuarto intermedio de la segunda audiencia del juicio oral y público de la antigua causa Feced. "Es muy doloroso para nosotros escuchar decenas de veces lo que hemos padecido cuando éramos jóvenes y adolescentes. En 1984 presentamos el primer escrito, un grupo de detenidos", rememoró Marta Bertolino. Aquella primera presentación se realizó frente a la Justicia provincial, y fue elaborada por una de las detenidas, Olga Cabrera, quien fue clave para que hoy el juicio pueda realizarse.

Por su parte, otra de las querellantes, Azucena Solana, manifiesta su impotencia y su bronca. "En los casos de algunos compañeros, como Ruth González, hay testigos que vieron que la subió José Lo Fiego en el traslado del que jamás volvió. El sabe dónde los llevó y no lo dice", expresa su bronca. También subraya el valor del juicio. "Significa un impacto, porque es llegar a un momento postergado, que empieza a atravesar instituciones y encontrar sanción social. Creo que es una cuestión de salud mental y crecimiento político colectivo", apunta sobre el juicio.

En la conversación se mezcla la impunidad que tuvieron los represores durante la democracia, y cómo en 1997, cuando se elaboró el informe sobre los miembros de las fuerzas armadas que habían participado del terrorismo de Estado, el entonces ministro de Gobierno, Roberto Rosúa, tomó la decisión política de exonerarlos.

En ese punto, Bertolino vuelve a los efectos de la impunidad. "Desde aquel entonces, hace casi 30 años, nosotros fuimos incorporándonos a empleos, estudiamos, estuvimos en círculos sociales, pero de esto no se hablaba. Nunca fuimos reconocidos", indica la psicóloga, también querellante de la causa. Solana aporta lo suyo: "Se hizo 'como si' no hubiera pasado nada. Y en nuestra vida hubo huellas muy concretas de la dictadura. Heridas, compañeros que no están...". Vivono asiente en esa conversación. Todos recuerdan, además, a una de las víctimas que no llegó al juicio, ya que murió en estos años. Eduardo Nassini, el Tortuga, fue uno de los batalladores de la causa que entonces llevaba el nombre de Feced. "Cuando se secuestró todo el material que se encontraron en las dos casas operativas de los grupos de tareas, en 1984, él acompañó al juez Francisco Martínez Fermoselle. Me acuerdo como si fuera hoy cómo tenía los ojos abiertos al recordar todo el material que se había encontrado, restos de botines de guerra y documentación impresionante, una parte de la cual fue robada en 1986 de los Tribunales provinciales", recuerdan Vivono y Bertolino.

Para la psicóloga Lilian Milicich, testigo de la causa como profesional, el juicio abre además la posibilidad del duelo a los sobrevivientes. "Como ciudadana siento que es un acontecimiento histórico, pero también tiene el valor de posibilitar el duelo", afirma, al tiempo que manifiesta el "clima de cierta tensión" que se vive en la audiencia, "dada la proximidad de quienes fueron actores de la represión y quienes fueron torturados. Sólo los separa un vidrio".

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