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Martes, 29 de diciembre de 2015

CIUDAD › WASHINGTON CUCURTO CON TODO SU ESTALLIDO DE COLOR EN EL MACRO

Pintar era una fiesta de los excesos

En una muestra explosiva y desmesurada, Washington Cucurto -heterónimo del artista Santiago Vega- ocupa el 4º piso del Museo de Arte Contemporáneo. Pinturas, historietas y collages, para la fantasía plástica del prolífico escritor.

 Por Beatriz Vignoli

Desde el viernes 20 y hasta el 1 de marzo, el piso 4 del Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (MACRO) en los Silos Davis de Bulevar Oroño y el río se encuentra invadido por un estallido de color. El escritor Santiago Vega se puso a pintar en nombre de su alter ego, Washington Cucurto; el resultado es una muestra explosiva y desmesurada. Titulada Pájaro afrodisíaco, va del zócalo al cielorraso, dando forma pictórica a una fantasía literaria mediante collages, pinturas, dibujos e historietas que evocan el estilo "raw" del East Village neoyorquino de los años ochenta.

Vega inventó a Cucurto como el heterónimo que firma su literatura y da rienda suelta a sus fantasías más desbocadas: el desdoblamiento recuerda a aquel cuento de Stevenson, El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde. Como en Hyde, hay en el personaje un saber sobre los placeres; Cucurto no se priva de hacer docencia y dar cátedra de inmediatez. En sus breves textos, tipeados a máquina o escritos a mano, mezclados con sus multicolores pinturas, Cucurto enseña que hacer poesía es fácil, que hacer historietas es posible, que basta con no contar la propia vida.

No hay que creerle; hay que suspender la incredulidad, que no es lo mismo. En Pájaro afrodisíaco, Vega expande al campo del arte los recursos con los que viene construyendo el verosímil (no un verosímil realista sino uno artificioso, inverosímil, "atolondrado") del personaje Cucurto, un dominicano proletario hijo de una hermosa enfermera y asesina serial.

Y los recursos rinden. La letra de Cucurto, por ejemplo, se parece a la de las pizarras de las verdulerías. Es la letra de alguien que a duras penas cursó la escuela primaria. Si Vega es morocho, Cucurto es negro, con todo lo que conlleva esa palabra en términos de exclusión, alteridad, identidad subalterna y fantasías sobre las fantasías de una revanchista potencia sexual. Por eso la estética de Cucurto artista, su forma de construir las figuras, es estereotipada, cruda, ingenua y recuerda al estilo del pintor neoexpresionista afroamericano Jean Michel Basquiat.

Vega hizo peronista a Cucurto para causar espanto, como un gesto punk. Después, durante la casi década y media kirchnerista, el peronismo de Cucurto fue ganando el corazón de Vega. Ya no se sabe bien quién de los dos pintó en una pared del MACRO el nombre "Evita", que se yergue entre los otros nombres de mujeres que pueblan la muestra como si fuera el de la más amada. Hay una breve historieta elogiosa sobre Hugo Chávez y algún homenaje a Evo Morales. El discurso político de Cucurto es carnavalesco y festivo.

Aquel joven poeta que junto a otros talentosos pares de su generación escribió a fines del siglo pasado en una revista que aludía a la condición del poeta maldito ya desde el título (18 whiskys, referencia a las últimas palabras coherentes atribuidas al poeta galés Dylan Thomas) fue transformado por la crisis de comienzos de este siglo en un editor con vocación de trabajo social. Desde 2002 Cucurto dirige la editorial y cooperativa de trabajo Eloísa Cartonera, laburando codo a codo con los cartoneros; quince años de gobierno progresista completaron el viraje.

Cucurto dibujante empezó con una galería de retratos de escritores, rica en guiños pour la gallerie de los contemporáneos. Su retrato del poeta rosarino Martín Prieto lleva escrito en su parte superior, como si fueran los tres colores de una bandera, "Prieto, verde y blanco". Los que están en el tema saben que "Verde y blanco" es el título de un libro de poemas que Prieto publicó a mediados de los ochenta en Libros de Tierra Firme. La figura del colega es representada con trazos fragmentarios que arman los atributos del literato, algo así como un traje. Lejos de la semejanza o de la caricatura, la obra es más bien un saludo de reconocimiento.

Otro grado de realismo logra Cucurto con Mario Levrero (seudónimo del escritor uruguayo Jorge Varlotta). Los lentes de montura gruesa que se superponen sobre una cabeza redonda y unos ojos asombrados se parecen eficazmente al Levrero de las fotos. Aquí cada autor y cada personaje son personajes, a su vez; las dos operaciones (Santiago Vega construyendo a Cucurto y Varlotta construyendo a Levrero) se espejan mutuamente.

Párrafo aparte merecen los soportes. Como a un hijo malcriado, Vega le presta a Cucurto papeles donde pintar que no son otros que aquellos que documentan su carrera literaria: afiches de Eloísa Cartonera e incluso un par de páginas del dossier Juana Bignozzi de un número del Diario de Poesía, revista literaria que se la jugó por los poetas de los noventa, entre los cuales estaba Prieto alentando desde la teoría y la crítica. Es sobre esta doble página que Cucurto pinta el surrealista, tropical y literal Pájaro afrodisíaco, algo así como una criatura pesadillesca de Eleonora Carrington en versión psicodélica con el plumaje en llamas. A veces Vega a Cucurto lo toma en serio como artista, y le presta su corrector para dibujar indelebles líneas blancas o pintar acentos de luz.

Cuando se zambulle en su mundo, Cucurto navega gozoso entre sus contradicciones: mamarrachea en colores intensos sobre páginas impresas de pornografía, pinta sobre un collage hecho con volantes de sexo pago y repudia el femicidio en pintadas convencidas. Su serie de sensuales prostitutas en idéntica pose, con globos de historieta donde ellas mismas dicen cosas como "No todas las puticas somos iguales", alterna con su obra más misteriosa de la muestra: en un papel apaisado dividido en dos, una confusa escena titulada "Femicidio", donde se enfrentan dos figuras sobre un paisaje suburbano casi infantil, se opone a un campo amarillo vacío titulado: "Mi problema". Es el único vacío de esta obra que, fiel a su inspiración en el art brut, adolece de horror vacui. Completa la muestra un elocuente texto de sala portable por el escritor Pedro Mairal.

Washington Cucurto (seudónimo de Santiago Vega) nació en Quilmes, Buenos Aires, en 1973. Publicó, entre muchos otros títulos, los libros de poesía Zelarayán (Ediciones Deldiego, 1998), 20 pungas contra un pasajero (Ediciones Vox, 2004), Hombre de Cristina (Ediciones Vox, 2013), 100 poemas (Interzona, 2014), y las novelas Cosa de negros (Interzona, 2003), El curandero del amor (Emecé, 2006), Sexibondi (Interzona, 2013) y La culpa es de Francia (Emecé, 2014). En 2014 realizó la muestra Explosión acuarela. Expuso en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires y en ArteBA.

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Hay en Cucurto un saber sobre los placeres: no se priva de dar cátedra de inmediatez.
Imagen: Andrés Macera
 
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