¿Cómo está, lector, cómo lo trata la vida? ¿Lo trata en pesos, en dólares, en euros, en Cedin, en patacones, en lecops, en Boden, en Bonex, en Bonos del empréstito 9 de Julio? ¿No los recuerda? Son esos lindos bonitos que inventó Alsogaray, allá por los ’60, para pagarles a los jubilados, que como todos sabemos no tenían ningún apuro en recibir pesos, así que aguantaban los bonos hasta que vencían, y hacían una interesante diferencia en dinero. Porque los bonos, lector, son una promesa de futuro, un “Hoy no estamos muy bien, por eso no te puedo pagar, pero vas a ver que mañana, pasado mañana, un día de éstos, cuando pase el temporal, cuando amaine la tormenta, cuando venga el mesías, cuando triunfen los pueblos, cuando logre separarme de mi marido/esposa, cuando puedas hacer consciente lo inconsciente, el mundo será mejor, y mediante este papel te prometo, garantizo, certifico, que te resarciré con creces, alegrías e intereses, amor mío, acreedora de mi corazón, depositaria de mis esperanzas, por los sinsabores, desazones y procastinaciones que te demando hoy”. Sí, lector, todo eso significa un bono, aunque en ninguno diga eso. No dice: “Páguese con un buen futuro por los daños cometidos en el presente” o “El que apuesta al bono, empata”, ni “In Magoya we trust”, ni mucho menos “Si los dioses nos son propicios, te devolveremos algo de lo que te debemos, cuando y donde queramos, y en la moneda que se nos cante”. ¿Y saben por qué ningún bono dice nada de esto? No, no es porque los gobiernos sean mentirosos; muchos de ellos no lo son, ni porque sean esencialmente ingenuos, que tampoco. De hecho, muchos bonos sí se han pagado en tiempo y forma, y con intereses. Se trata de otra cosa. Se trata de que, como dijimos, el bono no es presente, el bono es futuro: ¡Quien toma un bono está apostando al porvenir! ¡Uy, qué buena frase, podría vendérsela a algún gobierno, siempre que me paguen en moneda, claro. (Hay días que prefiero apostar al presente.) Le decía, lector, que el bono es futuro, y el futuro es siempre venturoso. Tan venturoso como imaginario. Y ya que imaginamos, imaginemos lo mejor. ¿Qué sentido tiene, a la hora de imaginar, pensar que “El mañana será frío, pobre, miserable, lleno de robots que nos capturan para que trabajemos para ellos, y nos enchufen a unas máquinas, y con unos programas de compu nos hagan creer que la estamos pasando bien”? ¿Quién se imagina algo así? ¿O que “los robots nos dominan, y mandan a uno al pasado a que mate a la madre del futuro héroe de la resistencia humana”? Imposible, ¿verdad? ¿O que haya unos tipos que queman los libros? ¡Naaaah! ¿O que una computadora maneje los destinos de la humanidad, o que nos invadan los marcianos, o que haya guerra entre una república y un imperio manejado por unos tipos que están todos con un uniforme plástico negro? ¡Nadie imagina ese futuro! El futuro, en tanto futuro, es bueno, lindo, lleno de jubilados que cobran su mensualidad, parejas que se aman hasta que la muerte los separe, niños que juegan, juegan y juegan, van de paseo y van a la escuela, medios de producción en manos de los trabajadores, vacas que aun cambiando querencia no se atrasan en la parición, el futuro es proletarios del mundo uníos, matrimonios igualitarios de todos los sexos, fumadores y no fumadores reunidos en paz, hamburguesas que no suben el colesterol ni la urea, torneos de futbol donde todos salgan campeones, sexo, mate, rock, tango, ¡Y otra vez sexo! Porque había una vez, lector, un mundo en el que mucha gente pensaba en el futuro. Y el futuro no era “fin de mes”, ni tampoco “el finde”, o sea, ese lapso de dos días cada siete en el que todo parece ser hermoso, visto desde los otros cinco días. No, lector, hace 45 años, en Francia, en Europa, en esa misma Francia que se acaba de declarar en recesión, en esa misma Europa que hoy apuesta al neoliberalismo, sabiendo que salga lo que salga solamente ganan unos pocos, allí mismo, digo, miles de jóvenes, obreros, estudiantes, salieron a las calles a pedir lo imposible, a prohibir la prohibición, a proponer que la imaginación llegue al poder. ¿Qué fue de todo eso? ¿Cómo se llegó de eso, a esto? Hay muchos libros que lo podrán informar mucho mejor que nosotros, lector. Pero si quiere algunos chistes al respecto, acá los tiene. Disfrútelos, y nos vemos el próximo sábado.