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Viernes, 21 de diciembre de 2012

A LA VISTA

Materias pendientes

Ya se hacen oír las primeras voces de personas trans que acceden a la educación y al trabajo. Aunque con incomprensible resistencia por parte de la gobernación de Córdoba, la Línea de Inclusión Laboral Para Personas Trans ya funciona en algunos municipios. Vanesa Cufré, 27 años, cuenta cómo le está cambiando la vida.

 Por Dolores Curia

Las adhesiones a la Línea de Inclusión Trans este año fueron dibujando un tejido federal que ya involucra a provincias y municipios como Rosario, General Pico, Santa Rosa, Lanús, Morón, Mar del Plata, Corrientes Capital y las provincias de Tucumán, Catamarca y Santiago del Estero.

En ese mapa inclusivo Córdoba da la nota: su gobernador le hace honor al propio apellido haciendo lo que mejor le sale, es decir, hacer como que aquí no cambia nada. Según explica Delia Ferro —una de las abogadas de la Gerencia de Empleo de Córdoba—, hubo que buscar caminos alternativos, vías paralelas para ir firmando los convenios con cada municipio, ya que a nivel provincial la respuesta fue evasiva: “En Córdoba se planteó primero una relación con la Secretaría de DD.HH. de la provincia para llegar a la firma de un convenio con la provincia, pero no tuvimos una respuesta favorable por parte de De la Sota, que se negó a articularse con la política nacional. Nos fuimos muy decepcionados. Como ya existe un convenio firmado a nivel nacional con Attta y el Inadi, nos contactamos con las referentes de Attta de Córdoba. Entonces, se hizo con cada municipio en particular. El primer municipio que lo hizo fue Villa María”.

Vanesa Cufré tiene 27 años y es referente de Attta de Villa María. En estos momentos está terminado el secundario y, al mismo tiempo, está haciendo el ingreso a la universidad. “En mi caso yo me crié dentro de una familia evangélica. Así que ni en mi casa ni afuera tuve una situación fácil.

¿Dónde y cómo vivías en ese momento?

—Para entonces yo vivía en lo de mi abuela, en un barrio periférico de Villa María, donde la crisis del 2001 se sintió con todo. Ahí es cuando, por segunda vez, dejo el colegio. Me acuerdo de que en ese momento empecé a ir a los comedores comunitarios que había en la zona que funcionaban a full, no daban más de gente. No había trabajo para nadie, menos para mí. Me empecé a prostituir. Pero no me daba por vencida y volvía una y otra vez al colegio.

¿Qué cambió ahora?

—Lo que cambió ahora es que hay mucha contención. Además, en la época en la que yo retomaba y dejaba no existía la ley de género. Son muy conocidos los problemas que eso traía. No es sólo un cambio legal, también tuvimos muy buena predisposición por parte de docentes y directivos. Es una sumatoria de cosas, pero hay que aclarar que Villa María es un municipio especial que siempre estuvo muy alineado con las políticas del kirchnerismo. En el resto de Córdoba no es así. Para que los adultos, trans o no, podamos terminar el secundario los seis años se reducen a tres y vas tres veces por semana o podés, si no, rendir libre. En este secundario cuando yo empecé éramos tres chicas trans. Yo y otra amiga estamos, ahora, terminando, pero hay una segunda chica que dejó. Lo más novedoso es el apoyo económico. El ministerio te paga una beca mientras estás estudiando. Eso es un empujón también.

¿Por qué elegiste la carrera de Comunicación?

—La militancia es lo que me mantuvo la cabeza despierta para pensar y leer. Y cuando vi que podía entrar a la facultad, estudiar Comunicación me pareció lo que más tenía que ver con lo que yo venía haciendo. Tengo muchos amigos periodistas y como militante di siempre charlas con ellos. No me parecía un mundo lejano. Tuve que dar un examen de nivelación académica que toman los tutores de la Universidad Nacional de Villa María.

¿Qué te parece que todavía les falta a estas políticas de inclusión?

—Está bueno que en las pasantías laborales del ministerio te enseñen cosas concretas, pero también te informan lo que tenés que saber para defender tus derechos y muchas veces te facilitan una pasantía dentro de alguna empresa. Lo que falta es “pinchar” a las empresas para que te tomen después de la pasantía, por ejemplo, con beneficios fiscales para quienes contraten personas trans. Y falta trabajar con los sectores empresariales en algo así como una lógica “ética” para que te tomen y para fomentar la integración una vez que estás trabajando ahí. Además es imprescindible que el Estado tenga un cupo para hombres y mujeres trans. Suena obvio decirlo pero, en una población con tan poca expectativa de vida como la nuestra, necesitamos no sólo que las cosas salgan, sino que salgan rápido.

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