Viernes, 15 de noviembre de 2013 | Hoy
Por Adrián Melo
“Me encantan las grandes fiestas, son tan íntimas, las fiestas íntimas carecen de intimidad”, dice uno de los personajes de El Gran Gatsby, de Francis Scott Fitzgerald, la novela por antonomasia sobre la manera en que las fiestas alocadas y sus amaneceres agitados, el alcohol y el baile desenfrenados encubren viejos amores, heridas, deseos prohibidos e hipocresías. Pero como en el relato “Los muertos” de Joyce, un leve recuerdo, un poco de alcohol o de droga de más pueden hacer que afloren viejos resentimientos, pueden echar luz sobre los secretos que no deberían ser develados, sobre los sentimientos culposos e inconfesables o sobre las mentiras necesarias para sostener una relación amorosa. Esa parece ser una de las premisas de No pasa de hoy, de Jimena Civelli, cuyo punto de partida es asistir a una fiesta: el cumpleaños de Jorge. De esa manera se anuncia el público ante el portero eléctrico para entrar. En el cumpleaños de Jorge, confundidos entre los invitados, conocemos a sendas parejas amorosas protagonistas de la obra: Marco (Darío Cortés) y Mariana (Macarena García) y Lucas (Facundo Livio Mejías) y Valeria (Checha Amorosi) respectivamente. Y, a través de sus diálogos banales, de las miradas y de otros recursos audiovisuales cuidadosamente elegidos por la directora -cámaras de seguridad que revelan lo que sucede en los baños y asimismo parecen revelar otros aspectos íntimos de los personajes en cuestión, tanto lo que se muestra como lo que no se muestra- asistimos a sus vidas. Cortés se luce con soltura y fuerza en su rol de Marco, volviéndose uno de los ejes centrales de la trama. Se destaca su relación con su primo hermano de la infancia, Lucas, con quien tiene un pasado en común y una historia de sentimientos encontrados, rivalidades, envidias y rencores. Ambos primos encarnan lo que René Girard llama “deseo triangular”, todo cuanto desea uno parece desear el otro: desear poseer los bienes y la mujer del otro, desear poseer la vida del otro como metáfora de poseer al otro. Amorosi sobresale en su papel de mujer infiel culposa y el estallido final del conflicto entre los primos -del cual ella es responsable- sorprende por lo poderosa y tensa que se torna la situación, es particularmente realista y deja un sabor amargo.
Para evadir esa tristeza, el público es invitado a seguir disfrutando, una vez que se retiran los personajes de sus roles. La música sube, se renuevan los tragos y comienza otra fiesta. La novedad tiene el plus afectivo de que el escenario es una casa en la zona de microcentro donde vivió Carlos Jáuregui, devenida ahora en centro cultural.
No pasa de hoy. Viernes a las 23.30. Reservas: [email protected]
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