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Viernes, 24 de julio de 2009

LUX VA > LA REUNION ANUAL DE LAS LESBIANAS DE VENECIA

Repostería italiana

Viajadx como pocxs, Lux sale de Venecia con una mujer policía y llega al punto de reunión anual de las lesbianas del norte de Italia. Vino, toro mecánico, aceite de oliva y un sinfín de sabores para la lengua argentina.

Hay gente que nace estrellada y gente que nace con estrella. Yo soy de lxs estrelladas con estrella, grupo formado por mí mismx después de haber creído que tocaba el cielo de The L Word italiano con las manos y de haberme caído del toro mecánico que las chicas habían montado en medio de un almuerzo, donde había tanta torta que ya empalagaba. ¿Que cómo llegué hasta Raduno, que ahí era el almuerzo, a escasos 30 minutos de Venecia? Eso habría que preguntárselo a alguien más; yo estoy empezando a creer que lxs astros me cuentan entre ellxs y que entonces puedo descender de mi limbo donde mejor me plazca, porque mi dominio son las alturas. La cuestión es que estaba ahí y no de casualidad, porque las casualidades no existen. Y que llegué, como no podía ser de otra manera, en moto, en la grupa de una moto con motoquera incluida que acababa de dejar su uniforme de policía en la ciudad de las góndolas para calzarse bombacha en la cabeza –bombacha que acaba de ganar en un sorteo, cuando ya la borrachera amenazaba con que allí íbamos a quedar porque yo en esa grupa no volvía a bajar de la colina a donde me habían subido– y participar de la contienda del toro mecánico que casi acaba con mi pobre coyuntura. Cómo habré salido despedidx del lomo de la máquina que, sin intervalo, me vi conversando con una potranca de dos metros de alto y grupa prominente –perdón por la insistencia en la palabra, es que a veces una palabra entra y entonces es una fiesta que se quede– que recibía a las invitadas en la puerta de un restorán que habían cerrado para este encuentro que se hace una vez al año sin más razón que el comienzo de los festejos de junio (Stonewall, ¿se acuerdan? Que si alguna vez fue un hecho trágico, de él sólo queda la memoria de la resistencia, joder). Habrá sido el tamaño de la lesbica (así es el correcto italiano) lo que me conmovió al punto de hablarle al oído, ponerme detrás, hacerle arrumacos, pensar que había perdido mis artes cuando la sentí tan seca... Tanto me había conmovido que no me di cuenta de que era una muñeca de cartapesta hasta el momento mismo en que de tanto manosearla la estrolé contra el asfalto. Con tanta mala suerte que justo llegaban las tortas que acababan de completar el 5º Giro TLW de Raduno y le pasaron por la cabeza a mi amante de cartón, dejándosela chatita, chatita. ¡Y bueh... si habré tenido amantes con la cabeza chata! Nadie se quejó por mi descuido; sólo mi amiga policía amenazó con ponerme una multa, pero ya me había dicho que así se había levantado a unas cuantas, así que no le creí. Y el resto ni me miró. Es que 150 tortas italianas emborrachándose al unísono bajo un sol de verano que ardía a más de 30 grados no dejan mucho lugar para ver lo que se hace alrededor. Aunque en honor a la Lux que soy y que me ilumina, debo decir que si no miraban al costado, sí hubo efecto contagio. Si serán raras las chicas: se juntan en patota, pero hasta que no se chuponeó la primera pareja (¡argentinas, tenían que ser!) parecía que estaban todas blindadas al amor. Pero después fue como si les dieran piedra libre: de a dos, de a tres, de a cinco. Pero a esa altura ya me había cansado de tantx tomboy y decidí colarme en la cocina. Y fue justicia culinaria: por mi parte, por el aceite de oliva y por el mango que hube de lustrar antes de que me mojen el pancito. ¡A la marosca!

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