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Viernes, 12 de octubre de 2012

UN MOVIMIENTO SEXY

Del mismo modo en que el soul vino a dar voz al orgullo y a la reafirmación que acompañaron la lucha por los derechos civiles, la música disco enseguida se volvió la banda sonora de este nuevo movimiento. Como el apéndice cultural del movimiento del orgullo gay, el disco fue la encarnación del ethos “el-placer-es-política” de esta nueva generación de la cultura gay que estaba harta de las redadas policiales, las leyes draconianas y la oscuridad del closet. Que este nuevo movimiento naciera la noche del funeral de Judy Garland, por lo demás, no podría haber sido más apropiado.

De los numerosísimos grupos que se formaron tras el despertar político inmediatamente posterior al levantamiento de Stonewall, quizá ninguno es tan importante para la historia de la escena disco como la Gay Activists Alliance. Fundada el 21 de diciembre de 1969 la GAA operaba bajo el slogan “Out of the closet and into the streets” [Fuera del closet y en las calles]. En diciembre de 1971 y tras una larga campaña impulsada por la GAA, las obsoletas leyes que regulaban las admisiones y los cupos de homosexuales en los locales nocturnos y restaurantes neoyorquinos eran modificadas.

Sin embargo, casi tan pronto como la GAA ganó su batalla por conseguir que los hombres gay pudieran bailar juntos como parejas, bailar en pareja se volvió tan anticuado como el camp amanerado à la Judy Garland de la era preliberación. Replicando las bacanales de trastienda y casas de baño que acompañaron la liberación, la posibilidad de bailar con un solo compañero fue inmediatamente salteada en favor de una orgía de compañeros múltiples. Irónicamente, uno de los primeros sitios en los que tuvo lugar esta perversión de la pista de baile fue el mismísimo Firehouse, de la GAA. Inaugurado el 6 de mayo de 1971 en una antigua estación de bomberos en el número 99 Wooster Street, en el Soho, The Firehouse fue el primer centro comunitario para gays y lesbianas de Manhattan. Pintado de rojo brillante, era famoso por sus intensos y fervientes mítines políticos, pero los fines de semana sus miembros permitían la entrada de una pequeña dosis de frivolidad organizando bailes todos los sábados desde las nueve de la noche hasta las tres de la mañana. Típicamente, y a pesar de los US$ 2 de entrada con canilla libre incluida toda la noche, los “militantes” no escuchaban demasiada música. Sin embargo, cuando el Firehouse contrató a Barry Lederer como DJ (pese a que no estaba afiliado al grupo ni particularmente involucrado con el activismo gay), las fiestas despegaron y, de hecho, el lugar se atestó tanto de gente que, pese a que el local tenía cuatro pisos, llegó a temerse por la seguridad de sus concurrentes. Lederer pasaba lo que él mismo describió como “música embriagadora, en sintonía con el consumo de drogas” (discos de funk vagamente oscuros como Black Skinned Blue-Eyed Boys de The Equals, Harlem de Bill Withers y Do It, de Billy Sha-Rae). La nueva pista de baile gay no estaba simplemente interesada en replicar la promiscuidad de las casas de baño; quería, a su vez, propiciar una experiencia más larga, más intensa, más cercana al trance, algo que se diferenciara de la vieja rutina de picar entre un hit de tres minutos y otro típico de rockola. “Mezclaba discos”, recuerda Lederer. “Como era nuevo, no era el mejor haciéndolo. Pero por suerte la música trascendía mis errores.”

La cultura disco se volvió la herramienta más efectiva en la lucha por la liberación gay. El disco no necesitaba machacar la cabeza de nadie con slogans o aburrir hasta la sumisión con misivas fervorosas; su “mensaje” era su mismo principio de placer. En tanto el disco nació de un deseo que estaba desterrado y estigmatizado como una afrenta a Dios y a la humanidad, la mera evocación del placer era por necesidad su política y, por extensión, su política había de ser el placer. El contagio de la energía sexual y el espíritu comunitario de las primeras discotecas era el antídoto perfecto a la persistente resaca de los sesenta: el sentido de la teatralidad y la negación a mirar más allá de la superficie relacionados a la liberación gay fueron automáticamente entendibles para cualquiera que estuviera cansado de la uniformidad solemne del jean de la Nación Woodstock.

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