turismo

Domingo, 28 de octubre de 2007

CUBA > HOTELES HISTóRICOS DE LA HABANA

Sueños habaneros

En el microcosmos colonial de La Habana Vieja existen antiguos hoteles que se han reciclado con todo el confort del siglo XXI, sin alterar el estilo original de esos magníficos edificios. Desde la Plaza de Armas, un recorrido con historia por el Sevilla, el Ambos Mundos y el hotel de Inglaterra, donde durmieron personajes tan opuestos como Al Capone, Ernest Hemingway y Josephine Baker.

 Por Julián Varsavsky

En La Habana Vieja existe una serie de antiguos hoteles que han sido restaurados respetando con noble rigor el estilo original y el ambiente de la época en que fueron construidos. A tal punto se ha mantenido la atmósfera de antaño que quienes se alojen en ellos o los visiten pueden recrear sin esfuerzo las novelescas historias que vivieron en tiempos pasados algunos de sus huéspedes, sucesos que ya forman parte del anecdotario habanero. Como aquel día de 1920, cuando el célebre tenor Enrico Caruso entró corriendo por el lobby del hotel Sevilla vestido y maquillado como Radamés, el personaje de la ópera Aida, y se refugió en su habitación. Minutos antes, mientras cantaba en el vecino Teatro Nacional de La Habana, había estallado una bomba en medio de la función, y cantantes y público por igual habían huido despavoridos a la calle. Basta con sentarse hoy en el lobby del Sevilla, restaurado como ayer, para revivir la insólita escena. En el hotel Ambos Mundos, por su parte, tranquilamente podría volver a entrar Ernest Hemingway habano en mano para subir a su habitación de siempre, la 511, que se conserva tal como la última vez que el escritor durmió allí. Y siguiendo con la fantasía de un viaje en el tiempo, también se podría ver irrumpir en hoteles de la época colonial, como el María Isabel, a algún pirata inglés con pata de palo y arcabuz, dispuesto a saquear La Habana tras haber doblegado las murallas españolas. Lo curioso es que no desentonaría prácticamente en nada con la escenografía de estos hoteles, que si bien está restaurada, es la misma de antaño, cuando el estilo de las construcciones coincidía con el de su tiempo real, es decir la colonia.

La fachada ecléctica del Hotel Inglaterra, un viaje en el tiempo en los bordes de La Habana Vieja.

Hotel Inglaterra

Uno de los hoteles habaneros que mejor ha reflejado las transformaciones históricas y políticas de la capital cubana es el Inglaterra, cuyos orígenes se remontan al tiempo en que la ciudad colonial todavía estaba amurallada. No surgió como hotel sino como el Café y Salón Escauriza, un edificio de dos pisos levantado extramuros en 1844, en la esquina de Prado y San Rafael en los limites de la Habana Vieja. En 1863 el lugar pasó a llamarse Café Louvre, que todavía existe y es parte del actual Hotel Inglaterra. En el Café Louvre, por ejemplo, José Martí pronunció el 21 de abril de 1879 un famoso discurso independentista. Y hacia 1886 el Hotel Inglaterra se consolidaba como el gran hotel de lujo habanero.

Se dice que cada guerra tiene su hotel, un inevitable terreno de encuentro para corresponsales extranjeros, diplomáticos y espías. En el año 1895 se alojó por seis meses en el Hotel Inglaterra el General Antonio Maceo, al igual que Winston Churchill, quien llegó a Cuba como corresponsal del Daily Graphic aquel mismo año para cubrir los pormenores de la guerra de la independencia.

De aquella época quedan elementos decorativos como mosaicos adornados en oro fabricados en Sevilla y las rejas repujadas. En 1901 el hotel fue mejorado con una fuerte inversión que trajo luz eléctrica, teléfono en cada habitación, agua caliente y servicio telegráfico. El confort de sus cien habitaciones lo colocaron en primera fila entre los mejores del continente, en sintonía con una época de “vacas gordas” cubanas, cuando el estallido de la Primera Guerra Mundial lanzó por las nubes el precio del azúcar. Además, la implantación de la Ley Seca en Estados Unidos le dio un impulso fenomenal al turismo hacia Cuba, con enjambres de norteamericanos “sedientos” que venían exclusivamente a beber y a jugar. Pero la crisis del ’30 apagó repentinamente los fulgores del Hotel Inglaterra, que cerró sus puertas en 1931. En la década del ’40 el edificio sirvió de sede para fiestas y casamientos, y reabrió sin su glamour de antaño.

El triunfo de la Revolución marcó el fin del turismo norteamericano, y los achaques del tiempo doblegaron al antiguo hotel. Décadas más tarde –a fines de los ‘80–, fue necesario una gran obra de reconstrucción para reabrir el histórico hotel con todo su esplendor, acorde con el nuevo boom del turismo en Cuba. Su estilo arquitectónico sigue siendo el del siglo XIX en la isla: el neoclásico. Pero en sus techos hay voluptuosos mosaicos y el interior está marcado por cierto eclecticismo resultado de las ampliaciones y remodelaciones de las distintas épocas. En el bar La Sevillana, por ejemplo, llama la atención la escultura de mármol tallada por el marqués de Perinat, quien usó como modelo a la granadina Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III. Y en los pasillos y salones del hotel se exhiben fotos de los grandes personajes que alguna vez se alojaron allí: Jorge Negrete, Rubén Darío, Enrico Caruso y Gabriela Mistral.

Ambos mundos

El hotel literario por excelencia de La Habana es el Ambos Mundos –construido en 1923–, donde se conserva intocada la habitación 511 donde solía alojarse Ernest Hemingway. El edificio, ubicado en Obispo y Mercaderes, se distingue por su discreta arquitectura ecléctica de finales de los años ’20 del siglo pasado. En la habitación se observa, por ejemplo, una mesa que se puede subir y bajar, ya que Hemingway no podía escribir sentado mucho tiempo debido a una herida que recibió en la pierna en la Primera Guerra Mundial. El mobiliario de cuarto, al igual que el hotel en su conjunto, combina los estilos art-déco y art-nouveau. Y también hay una cornamenta de un antílope cazado en Kenia y una escopeta Winchester de las jornadas de caza del escritor en Africa.

Si bien Hemingway vivió 20 años en la Finca Vigía –“la casa de un escritor es donde tiene sus libros”, dijo García Márquez–, el primer refugio del escritor en Cuba fue la habitación 511 del Ambos Mundos, que eligió exclusivamente por la privilegiada vista de la ciudad que podía contemplar desde las ventanas.

Un patio colonial con baldosones en damero en el hotel Florida.

Aires sevillanos

En el año 1774 comenzó en La Habana Vieja la construcción del señorial Paseo del Prado, un camino arbolado y con esculturas flanqueado por grandes mansiones que se extendía extramuros de la ciudad colonial. Casi un siglo después, el obsoleto sistema de fortificaciones comenzó a derribarse, el Prado consolidó sus aires parisinos, y el 22 de marzo de 1908 se inauguraba allí mismo, con pomposa ceremonia, el Gran Hotel Sevilla. Los arquitectos de la obra se inspiraron en las líneas moriscas de la entrada del famoso Patio de los Leones de la Alhambra, del cual se reproducen arcadas, columnas y una profusión de mosaicos.

Más tarde una compañía norteamericana adquirió el hotel y un edificio vecino que originalmente iba a ser destinado a un hospital. Así surge el Hotel Sevilla Biltmore, adquirido en 1939 por un uruguayo de origen italiano llamado Amleto Battisti, cuyo turbio pasado estaba vinculado con la mafia europea en Sudamérica.

Entre los huéspedes “pesados” del hotel figura Al Capone –amigo de Amleto Battisti–, quien en una oportunidad alquilo todo el sexto piso para él y sus guardaespaldas, y Santos Traficante, otro mafioso norteamericano que vivió dos años en el hotel. Y entre los famosos en otras artes, están David Alfaro Siqueiros, quien pagó su estadía con dos murales que adornaban el roof garden; la vedette norteamericana Josephine Baker “Platanitos”, quien llegó rechazada del Hotel Nacional por ser negra y fue recibida aquí como huésped ilustre; el comediante mexicano Germán Valdés “Tin Tan”; los boxeadores Joe Louis y Luis Angel Firpo, y el campeón mundial de ajedrez José Raúl Capablanca.

Por la Plaza de Armas

Todo viajero que recorra la Habana Vieja en algún momento se topará con el Hotel Santa Isabel, la mayoría de las veces sin saberlo. El hotel está frente a la hermosa Plaza de Armas, y para mantener su aspecto colonial ni siquiera se le ha colocado un cartel indicador. Originalmente fue la fastuosa mansión de los Condes de Santovenia, levantada a mediados del siglo XVIII por unos hacendados azucareros dueños de centenares de esclavos.

Ya en 1867, el Hotel Santa Isabel se constituyó como tal, publicitado en las guías de viaje de la época como “el único en la isla con servicios al estilo americano”. Ubicado en la calle Baratillo, se extiende a lo largo de toda una cuadra entre Obispo y Narciso López, con una sucesión de seis arcos de medio punto con vitrales de colores, una columnata clásica y catorce vistosas almenas.

Por último, también a metros de la Plaza de Armas –en la esquina de Obispo y Cuba–, está el hotel Florida, levantado por un traficante de esclavos gaditano llamado Joaquín Gómez, en el estilo de las mansiones coloniales y convertido en hotel en 1885 hasta el día de hoy.

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