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Domingo, 15 de junio de 2008

MEXICO > SINCRETISMO RELIGIOSO EN CHIAPAS

Mística tzotzil

En la comunidad independiente de San Juan Chamula existe una iglesia sin cura donde la gente se sienta en el piso cubierto por hojas de pino, los chamanes tzotziles atienden a sus pacientes y degüellan gallinas y la imagen de Cristo está relegada a segundo plano porque el centro de adoración es San Juan Bautista, a quien se le ofrendan huevos y botellas de Coca-Cola.

 Por Maribel Herruzo

San Juan Chamula es un pueblito de la etnia tzotzil –descendientes directos de los mayas–, que se hizo famoso durante la rebelión zapatista de 1994 por pasar a manos de los rebeldes. Ubicado a 10 kilómetros de San Cristóbal de las Casas, su espíritu libertario viene de lejos, ya que en 1524 fue uno de los últimos bastiones indígenas en sucumbir a la conquista española. En 1869 se rebelaron otra vez, y en 1968 le dejaron en claro al cura de la iglesia que se tenía que ir. ¿Por qué? Porque, de alguna manera, San Juan Chamula tiene su propia religión.

DIOSES Y SANTOS Los conquistadores españoles llegaron a esta zona de los Altos de Chiapas en compañía de frailes dominicos, quienes quisieron imponer sus creencias entre la población tzotzil. Los dioses mayas fueron sustituidos inevitablemente por la imagen de santos cristianos, los curanderos por párrocos, las antiguas canciones tzotziles por los rezos cristianos, y el poshil por el vino. Pero con los años las cosas comenzaron a darse vuelta, y por sobre todo se mezclaron. Es así que los tzotziles adaptaron los dogmas de fe y los sacramentos que creyeron convenientes. Hasta la cruz católica ha pasado por la batidora del sincretismo, y nunca está sola sino de a tres y pintadas de verde y blanco. Hoy, San Juan Chamula es un fenómeno religioso muy curioso por los peculiares ritos que se llevan a cabo en una iglesia pequeña donde Cristo no ocupa más que un lugar secundario. Y para preservar ese misterio está rigurosamente prohibida toda foto, bajo pena de arresto.

En los alrededores de la iglesia hay un mar de puestos callejeros con toldos azules, donde se venden frutas y verduras cultivadas por los tzotziles. Del techo de la iglesia bajan hilos con banderolas de colores que se extienden hasta el suelo. Y si llega un 24 de junio, el viajero podrá participar en la fiesta de San Juan Bautista –el patrono del pueblo–, y asistir a un bautismo masivo, el único de los sacramentos cristianos que perduró en San Juan Chamula. Se hacen cada 20 días, que equivalen a una vez por mes en el calendario maya, y no los oficia un cura.

RITOS Y OFRENDAS Los tenues rayos de sol que se cuelan por las ventanas iluminan apenas como para moverse entre un mar de velas y personas que inundan la iglesia. El suelo está cubierto de hojitas de pino recién cortadas, las paredes tapizadas por un denso follaje de ramas de ciprés, y un intenso aroma de incienso de arbusto copal impregna el ambiente.

Estandartes de colores chillones con borlas de flecos penden del techo de este templo donde no hay bancos: las personas se sientan en el suelo en pequeños grupos familiares. A cada grupo lo acompaña su ilol, un chamán o curandero, quienes llevan a cabo sus plegarias, peticiones y ofrendas. Los santos “católicos” están dispuestos uno tras otro en urnas de cristal sobre una fila de mesas a cada costado de la estancia principal. Allí están San Judas Tadeo, Antonio del Monte, Antonio de Padua, Pablo Mayor, Pablo Menor, San Pedro Dueño de la Llave... Todos llevan un espejo colgando del cuello para que se reflejan las almas de quienes ruegan ante ellos. A los santos se les prenden tantas velas como indique el ilol. Por eso hay que caminar con sumo cuidado para no tumbar algún santo o pisar las velas, huevos y botellas de Coca-Cola. Frente a estas ofrendas los tzotziles rezan, lloran, suplican, gesticulan, gimen y beben el licor sagrado llamado poshil similar al aguardiente, sustituto del vino de misa.

Nadie baja la voz dentro de la iglesia, y no se ve el tradicional ambiente de recogimiento del catolicismo. Los extranjeros caminan entre los devotos, quienes no parecen advertir su presencia, absortos en sus problemas: una enfermedad que hay que sanar, un mal de ojo del que hay que deshacerse, una aflicción del alma a vencer.

Un hombre se pasea con un instrumento parecido al acordeón y toca el Bolon Chón, una pieza cadenciosa y ceremonial que sólo se puede interpretar en la iglesia y que evocaría los espíritus del jaguar y la serpiente. Al fondo, una mujer sacrifica un pollo ante San Andrés y acumula su sangre en un recipiente con algún fin. Muy cerca, otro hombre inicia una sonora oración en tzotzil, que se convierte poco a poco en una letanía. Y a un costado se vislumbra una urna de cristal donde Jesucristo yace acostado. Pero no se trata del altar, ya que el puesto central está reservado al verdadero “Señor” de los Chamulas: San Juan Bautista, a quien se ve acompañado de sus hermanos San Pedro y San Sebastián.

“OMBLIGO DEL MUNDO” El nombre en tzotzil de este municipio era Cham vo’, que significa “murió el agua”, y que según los ancianos se debe a que San Juan Bautista secó el gran lago que anegaba el valle para hacerlo habitable y se instaló a vivir allí. El municipio actual se encuentra en aquel lugar mítico al que sus 8 mil habitantes se refieren orgullosos como “el ombligo del mundo”.

La religión ocupa un lugar fundamental en la vida de los chamulas. Desde que se levantan hasta que se acuestan, desde su alimentación hasta el tratamiento de las enfermedades, todo está impregnado de un profundo carácter religioso. La oveja, por ejemplo, es el animal sagrado que no debe ser vendido, sacrificado o fotografiado, porque llegó en brazos de San Juan. Lo único que utilizan es la lana con la que confeccionan sus tradicionales prendas.

Para los chamulas es importante llevar una existencia serena, y cualquier cosa que ocurra puede romper ese frágil equilibrio: una fiebre, las pesadillas, la rotura de un brazo, beber demasiado o perder una cosecha. Para devolver el equilibrio a sus vidas está el ilol, alguien que ha recibido un don sagrado que debe ofrecer a la comunidad. Por eso, desde muy pequeños los elegidos son adiestrados en la interpretación de los sueños, el aprendizaje de la anatomía humana y el conocimiento de las plantas curativas. El ilol no se limita sólo a curar enfermedades físicas, y es una extraña mezcla de doctor, psicólogo y confesor. Ilol significa en tzotzil “pulsador”, aquel que mediante el pulso es capaz de adivinar las aflicciones.

Las ofrendas que a veces despiertan una sonrisa en los extranjeros –como los huevos y las gaseosas– tienen una explicación muy concreta. Los huevos contienen un embrión –o sea de un ser vivo–, y por eso adquieren carácter de ofrenda. Las gaseosas, por su parte, tienen características similares al ul, un líquido que se obtiene del maíz negro: es dulce, quita la sed, tiene gas y el mismo color oscuro. Antiguamente se usaba en las ceremonias, pero en estos tiempos es cada vez más difícil de cultivar. Además es el refresco que mejor “expulsa” a los malos espíritus mediante oportunos eructos.

San Juan Chamula es un municipio independiente, con autoridades políticas que no responden directamente al gobierno mexicano; un mundo aparte que no en vano se llama a sí mismo “el ombligo del mundo”. Desde 1994, por ejemplo, en el pueblo solamente se derivan a la Justicia estatal los casos de asesinato, mientras que para todo lo demás hay autoridades civiles locales y ancianos, quienes deciden sobre los asuntos que afectan a la comunidad.

Hace años, cuando el gobierno central cambió el horario de todo el país, un líder tzotzil le respondió nada inocentemente que “esa hora nueva no sirve; nosotros nos regimos con la hora vieja –la hora de Dios–, porque el principal reloj del mundo es el sol”.

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Arte maya. El colorido portal de la iglesia de San Juan Chamula.
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