turismo

Lunes, 21 de octubre de 2002

MINITURISMO ESCAPADA A LA CIUDAD DE CHASCOMúS

Pique campero

Con sus aires de antaño y su famosa laguna, la ciudad de Chascomús es uno de los destinos turísticos más completos de la provincia de Buenos Aires: tradiciones gauchas, pesca de pejerreyes y tarariras, una escuela de windsurf, un fin de semana campestre en la Casa de Campo La Euskarra y la curiosa historia centenaria de la Capilla de los Negros.

Por Julian Varsavsky

La llaman Ciudad Gaucha y no es un slogan para atraer turistas extranjeros. Su historia se remonta a 1779, cuando en lo que es ahora la Plaza Independencia, se instaló el Fuerte San Juan Bautista que daría origen a la ciudad. Entre los edificios que rodean la plaza, el de mayor peso histórico es la Casa de Casco (1831), donde se filmaron escenas de la película Camila, una “casa de alto” (con un primer piso), que en aquella época servía de fortaleza frente al ataque de los malones. Hoy, en un paseo por sus amplias calles, el visitante puede percibir que las costumbres gauchas de otros tiempos siguen presentes en la vida cotidiana. Incluso, los eventos locales –como el que se realizará a partir del próximo 26 de octubre– casi siempre giran en torno a las destrezas, juegos y labores del paisano de la pampa húmeda.
Alrededor de su famosa laguna, Chascomús combina sus aires de antaño con una serie de atractivos turísticos que, además de la pesca, abarcan los deportes náuticos, una interesante historia colonial y una amplia variedad hotelera y gastronómica basada en los pescados de la laguna, con el codiciado pejerrey a la cabeza.

Un iman para pescadores
La laguna recibe dos clases de pescadores: por un lado están los que se dedican a la pesca como una actividad deportiva que los apasiona al punto de vivir pendientes de la llegada del fin de semana. Por otro lado están aquellos que se toman la pesca como una actividad recreativa más en una escapada de fin de semana. Estos últimos son los que utilizan el muelle de 150 metros de la laguna de Chascomús para la pesca de mojarras y pejerreyes. Los menos pretenciosos simplemente compran una cañita mojarrera por $ 2 y disfrutan de una tarde de mate y sol en la laguna, aunque cada tanto ocurre lo impensado: la frágil cañita se dobla al máximo, pica una inesperada carpa de 3 o 4 kilos y el revuelo entre los pescadores es total. El muelle ofrece la comodidad de pescar sentado, sin necesidad de llevar una silla, dispone de baños públicos y está iluminado para la pesca nocturna.
La pesca desde la costa ofrece resultados bastante buenos. En la ribera sur –opuesta al centro de la ciudad–, están los paisajes más naturales, con numerosas garzas moras picoteando por allí y una tranquilidad que permite una mejor pesca. Muchas personas detienen su auto en el lugar agreste que les resulte más agradable; otros colocan una sillita plegable en cualquier saliente del terreno y tiran la caña en soledad. Una modalidad muy común es pescar desde los diversos campings que rodean la laguna, lo cual permite colocar varias cañas clavadas en el terreno e irse a dormir la siesta en la carpa.
La pesca más sofisticada, que garantiza los mejores resultados, es la embarcada, que en épocas clave puede deparar entre 15 y 20 pejerreyes por caña. La modalidad más común es la pesca a la deriva. El alquiler de un bote a remo cuesta alrededor de $ 25 por día, aunque lo ideal es una lancha con motor fuera de borda para ir probando en los distintos lugares de la laguna ($ 70 con combustible incluido).

Delicias laguneras
Aunque se hayan capturado buenas piezas con la caña, bien vale la pena probar los frutos de la laguna preparados por la cocina local. Y con más razón si el pique fue esquivo o la intención no fue hacerse una escapada para tirar el anzuelo sino para pasar un agradable fin de semana al aire libre.
El restaurante del Club Regatas Chascomús, ubicado en Costanera y Moreno, es uno de los más tradicionales de la ciudad para saborear el emblemático pejerrey. Todas las noches, el amplio salón con grandes ventanales con vista al lago se ambienta con velas y luces suaves que, junto con una sobresaliente atención, crean un clima de agradable intimidad. El menú promocional “Regatas” cuesta $ 7 e incluye un plato principal (pejerrey grillé con papas a la crema, pollo a la salsa de puerro o ñoquis con ragú de carne), bebida y postre. Uno de los platos célebres del restaurante es el pejerrey con salsa blanca, puerros, camarones, vino blanco y jamón crudo ($ 12).
En el cruce de Mitre y Dolores está Viejo Lobo, uno de los restaurantes nuevos y más exitosos de Chascomús (una sucursal del restaurante del mismo nombre está en Pinamar). En Viejo Lobo se puede comer al aire libre mirando la laguna. Un pejerrey grillé con papas ($ 6,50) o a la provenzal ($ 8) y el abadejo a la manteca negra con alcaparras ($ 12) o grillé con papas ($ 8). Los ravioles cuestan $ 4 y un panqueque de manzana $ 4,50.
“Lo de Mirta”, ubicado en Libres del Sur y Bolívar, es un restaurante familiar atendido por su propia dueña (Mirta), donde se come abundante y a buen precio. Una entrada de lengua a la vinagreta o filete al escabeche cuestan $ 3. Las chuletas de cerdo a la riojana cuestan $ 8 y alcanzan para dos personas. El filete de pejerrey a la romana cuesta $ 4,5 y un plato de pastas caseras cuesta $ 4 (generalmente comen dos personas). Para los postres se sirve dulce de higo o zapallo ($ 2,5).
En la confitería del balneario Las Escalinatas, frente al parque Libres del Sur, se venden las famosas medialunas Atalaya, que se hicieron célebres entre los viajeros a Mar del Plata a raíz de su local sobre la ruta a la altura de Chascomús.

Pampa y pasto
A 20 kilómetros de Chascomús, un camino de tierra conduce a la casa de campo La Euskarra, rodeada por la llanura pampeana hasta donde alcanza la mirada. En el trayecto numerosas garzas, patos y cigüeñas pasan volando frente a nuestro vehículo. Al llegar a la tranquera descubrimos un gran parque con el césped cortado como un campo de golf y un frondoso ombú centenario. La confortable casa de campo fue construida hace 30 años, y su dueña, Chacha Godoy, atiende personalmente a sus huéspedes durante la estadía.
Por lo general sólo se recibe una familia con hijos por fin de semana. Las instalaciones son ideales para ir con chicos, quienes aprenden a ordeñar una vaca en el tambo de La Euskarra. La señora Chacha se ocupa con sumo placer de atender a los niños, a quienes depara sorpresas tales como ir a despertarlos una mañana con un pony hasta el borde de la cama, y salir al jardín con el chico a caballito atravesando la cabaña.
Al tratarse de un lugar aislado y con altos niveles de agua, la cantidad de pájaros que se cruzan todo el tiempo con la mirada del visitante es incontable. Basta sentarse al sol durante 15 minutos para observar centenares de aves que cantan de forma ensordecedora durante casi todo el día. El panorama nos muestra a los celosos teros espantando a una cigüeña, o el espectáculo de una bandada de cisnes de cuello negro dibujando en el cielo un semicírculo perfecto. Las confiadas garzas suelen anidar junto a la piscina, y los horneros son casi una plaga. Pero también hay chajás, gallaretas, carpinteros y benteveos que revolotean sin cesar entre los aromos y los frutales. Al abrir las ventanas de la habitación en la mañana suele haber sobre el pasto un centenar de pájaros cabecita negra. A tal punto las aves invaden la cotidianidad de los humanos, que cierta vez la señora Chacha dejó a secar unas botas en el jardín y una pareja de golondrinas encontró buen cobijo en la horma del calzado para construir un nido.
Junto a la piscina hay un quincho al aire libre donde se sirven asados criollos. El huésped, si lo desea, puede encargar un cordero o un lechón al asador. La gastronomía incluye también platos como el pastel de papa, guiso carrero, bocadillos de acelga, puchero y panqueques. El alojamiento con pensión completa cuesta $ 70 (desayuno, almuerzo, merienda y cena) desde el sábado a la tarde –sin almuerzo– hasta el almuerzo del domingo.

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Un muelle de 150 metros de largo para tirar la caña en busca del codiciado pejerrey.
 
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