Domingo, 28 de diciembre de 2008 | Hoy
AVISTAJE > EN LA PATAGONIA
El cielo austral es ideal para levantar la vista y observar la diversidad de aves que viven en los paisajes de la Patagonia. En Neuquén y Esquel, dos propuestas para invitar a volar... con binoculares a mano.
Por Graciela Cutuli
En la particular banda de sonido de la Patagonia, hecha del susurro del viento, el frufrú de los bosques y el golpeteo rítmico de las aguas de los lagos junto a la orilla, tiene un lugar especial la música que pone el canto de las aves. Esta parte del mundo es una privilegiada para el hábitat de los amigos alados: nuestro país es conocido por su diversidad, con unas 18 ecorregiones donde viven unas 1000 especies de aves, de las cuales muchas sólo pueden verse en el extremo más austral, sea del lado cordillerano o del lado costero. Sin embargo, a la diversidad se le agrega un toque de atención: de esas 1000 especies, alrededor del 10 por ciento está al borde de la extinción. Las causas son muchas y también variadas: la competencia con especies invasoras, la caza, el tráfico ilegal, el deterioro de sus ambientes naturales. Por eso, quienes trabajan en el tema están permanentemente difundiendo, concientizando, cuidando y sobre todo a dando a conocer este inmenso patrimonio natural, por aquello de que sólo se ama lo que se conoce. Lo que en otras partes del mundo ya es una práctica afianzada y muy unida a los recursos turísticos, el “birdwatching” o avistaje de aves aquí es una propuesta naciente pero que avanza con paso firme. Este verano, dos propuestas se destacan en el extremo sur para acercarse a un mundo fascinante: Neuquén y Esquel, en la provincia de Chubut.
PATAGONIA NORTE Neuquén está considerado como un territorio privilegiado para el avistaje de aves: aquí viven más de 280 especies y poblaciones muy bien conservadas, gracias al paisaje agreste y la escasa presión turística. Al mismo tiempo, la provincia se convirtió en una de las pioneras en promover la actividad, ya que los números hablan: los observadores de aves, en su mayoría procedentes de países anglosajones, tienden a permanecer entre cuatro y siete días en su punto de destino, con un nivel de gastos que oscila entre 250 y 400 dólares diarios. Los extranjeros se suman a los 20.000 argentinos que, según estiman los especialistas, hoy recorren nuestra geografía binoculares en mano, anotando en sus libretas de campo las especies que tuvieron la suerte y la paciencia de descubrir.
En particular, el sur de Neuquén es una zona de confluencia de cuatro regiones biogeográficas, cada una con sus características exclusivas en materia de aves: por eso es posible observar varias decenas de especies en un solo día, una variedad excepcional que sólo puede lograrse en algunos lugares privilegiados del mundo.
Las épocas de máximo desarrollo son la primavera y el verano (entre septiembre y marzo), estaciones ideales para poner en práctica la regla número uno del buen avistador: levantarse temprano, antes del amanecer si es posible. Quien quiera descubrir plumajes coloridos y escuchar los mejores cantos, tendrá que abandonar las sábanas entre las cinco y las siete de la mañana, para comenzar una hora más tarde. Siempre en compañía de un guía, a bordo de una camioneta, las salidas proponen recorrer diferentes regiones –las más buscadas son Piedra del Aguila, Las Ovejas, Junín, San Martín de los Andes– en itinerarios que pueden abarcar hasta 200 kilómetros en un día. Durante cada itinerario se van realizando paradas en los principales lugares de observación, sobre todo lagunas o humedales, además de altos de descanso para desayunar o almorzar, coincidiendo con ese mediodía en el que baja la actividad de las aves. En todo momento es clave el trabajo del guía, que ayuda al registro e identificación de cada ave en los registros de los viajeros, además de contar sobre sus movimientos migratorios, su alimentación o las características de su entorno.
Quienes llegan a Neuquén buscan sobre todo observar al mítico cóndor y otras especies rapaces, además del choique –aunque sea una especie biológicamente extraña–, distintos tipos de patos, el cauquén común y el real, el pájaro carpintero gigante y el colibrí, una de las favoritas de los visitantes europeos, ya que sólo puede verse en territorios americanos.
PATAGONIA SUR Si otra de las reglas de oro de los observadores dice que para poder avistar aves se necesita un buen sitio con muchas especies, quienes lleguen a Esquel, en la comarca cordillerana de Chubut, también habrán encontrado un buen lugar.
Javier De Leonardis, biólogo y coordinador de Esquel Aves junto con María Pía Floria, destaca que aquí “se pueden encontrar hasta 195 especies de aves diferentes, que usan la zona como residentes o bien pueden aparecer accidentalmente, es decir que hay registros esporádicos”. Aunque es sabido que el hallazgo de las especies dependerá un poco del azar, también es cierto que elegir adecuadamente el lugar, el momento del año y la hora del día serán clave para llenar más rápidamente la libreta de registros. “Esas 195 especies representan aproximadamente el 20 por ciento de las especies de la Argentina, lo cual es mucho, principalmente se encuentran porque aquí se combina el bosque con la alta montaña y la estepa, con sus lagos, lagunas y ríos. A mayor diversidad de ambientes, mayor diversidad de aves”, agrega Javier.
Los expertos de Esquel Aves subrayan que en Esquel se puede pasar, en un radio de 50 kilómetros, de un bosque lluvioso con sus características propias, a una estepa rigurosa, con una diversidad completamente distinta: incluso en la ciudad se encuentran a veces especies tanto del bosque como de la estepa. “Esquel está en lo que se llama ‘ecotono’, es decir la zona de transición que se forma entre dos regiones de características de vegetación y clima diferentes. Es un límite difuso que tiene unos 50 kilómetros de ancho o más”, recuerda Javier De Leonardis.
En Esquel, las especies más buscadas también son el cóndor y el choique de la estepa, y otras como el pato de los torrentes (un pato que habita exclusivamente en ríos con rápidos de la Cordillera), el chucao, perteneciente a una familia endémica de América, y el carpintero gigante o magallánico. Naturalmente, el origen del viajero determina sus intereses, ya que quienes viajan miles de kilómetros para sumar registros anhelan ver aquellas especies que no pueden encontrar en sus continentes de origen.
Las salidas de avistaje de aves se hacen “a medida”. Es decir, que si un turista quiere observar especies exclusivas por ejemplo de la alta montaña, se diseñan tours expresamente por los lugares donde hay mayores probabilidades de avistarlas. En general, la salida dura un mínimo de seis horas y lo más frecuente son recorridos diarios que abarcan distintos ambientes, recorriendo como máximo unos 200 kilómetros.
Lo más valioso, destacan los especialistas, es contar con un guía profesional del ámbito de la biología, con mucha experiencia de campo, que más allá de la práctica y el conocimiento que pueda brindar el guía baqueano está en condiciones de aportar formación teórica sobre las aves y sobre el universo en el que están enmarcadas, con una visión global del ambiente que se visita. En otras palabras, ayuda a comprender mejor el ecosistema, incluyendo al grupo en él y tomando siempre a las aves como protagonistas.
Aves Argentinas-Asociación Ornitológica del Plata, Matheu 1246, Buenos Aires. Tel. 4943-7216. www.avesargentinas.org.ar.
Avistaje en Esquel: Esquel Aves, Tel. (02945) 454656 y (02945) 15506341; [email protected]; http://esquelaves.blogspot.com.
Avistaje en Neuquén: Aves Patagonia, Tel. (02944) 1556 8427, [email protected].
A mediados de 2010 se realizará la primera Feria de Aves de Sudamérica. Informes en [email protected], Tel. (02944) 422022, San Martín de Los Andes.
Iniciarse en la observación de aves no requiere demasiado dinero: alcanza con un buen par de binoculares, una guía de identificación local y mucha paciencia. No es necesario viajar lejos, aunque las especies más lejanas siempre resulten atractivas: es sorprendente la variedad y cantidad de aves que pueden observarse incluso en pleno ámbito urbano.
En una salida se busca ver la mayor cantidad de especies posibles: sin embargo, no hay que esperar ver todo lo previsto ni que todo lo que se ve se pueda identificar. Lo mejor son las sorpresas con las que la propia naturaleza sorprende a los “birdwatchers”.
Algunos libros para llevar consigo: Manual del Observador de Aves, de Tito Narosky (Albatros); Aves de Argentina y Uruguay (Guía para la Identificación), de Tito Narosky (Vázquez Mazzini); Patagonia, las leyes del bosque, de Santiago de la Vega (Contacto Silvestre).
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