turismo

Domingo, 11 de julio de 2010

FRANCIA LA OTRA “REINA DEL PLATA”

Che, Toulouse

La ciudad francesa tiene varios puntos de encuentro histórico y cultural con la capital argentina. Más o menos conocidos, todos ellos se hacen un lugar a la sombra de Carlos Gardel, el hijo más famoso de Toulouse, que a orillas del Plata se convirtió en el astro indiscutido del tango.

 Por Graciela Cutuli

Toulouse es conocida como la “ciudad rosa”, por el color de los ladrillos que cubren las fachadas de sus principales edificios históricos. Apodos aparte, también es la capital francesa de la aeronáutica y la capital del Languedoc, antigua meca de los trovadores medievales, que inventaron las academias y los concursos de poesía allá por el siglo XII. Pero Toulouse es también la ciudad más argentina de Francia, lo cual no deja de ser una curiosidad por razones geográficas e históricas que aparentemente separan más de lo que unen. Sin embargo, esta amistad existe, se ve y se reivindica de muchas formas diferentes.

El “padrino” de este hermanamiento porteño-tolosano es, qué duda cabe, Carlos Gardel, a quien la ciudad reconoce como uno de sus hijos más famosos (aunque con cierta discreción, ya que no hay ningún museo que le esté dedicado y no se puede visitar su casa natal). Cuando el porteño curioso y recién llegado pregunta las razones de este silencio en la Oficina de Turismo, la respuesta es que “Charles Gardès se fue de muy chico, con su madre. Y aunque haya nacido en Toulouse, su figura, su legado musical y su personaje son patrimonio de Buenos Aires”. En su casa natal, el Nº4 de la callecita tranquila y residencial de Canon d’Arcole, sólo hay una sencilla placa que lo recuerda. Definitivamente, el morocho es del Abasto y no de Toulouse. Pero en la recova de la Plaza del Capitolio, la más céntrica de la ciudad, un cielorraso fue pintado con su siempre sonriente figura, un lindo y debido homenaje de su ciudad natal.

Luego, hay que buscar en otra dirección para encontrar un vínculo con la Argentina que la “ciudad rosa” sienta como propio: hay que mirar hacia las nubes, hacia ese cielo que Toulouse conquistó hace ya casi un siglo.

El escritorio de la habitación de Saint-Exupéry en el Hotel del Grand Balcon.

LA HABITACION DEL PRINCIPITO Toulouse es actualmente el segundo polo aeronáutico del mundo luego de Seattle, en Estados Unidos. Se lo debe a que fue elegida como sede del consorcio europeo Airbus, y fue allí donde se construyó el mítico Concorde en los años ‘70 y ‘80. Toda una rareza, que el avión del futuro ya sea cosa del siglo pasado...

Es así que Toulouse propone a los visitantes un original parque de atracción centrado en el espacio y el universo, una especie de Centro Kennedy a la francesa que incluye encuentros con extraterrestres, cine en Imax, un planetario y muchos juegos para toda la familia. Todo empezó durante la Primera Guerra Mundial, cuando un industrial fabricó en esta ciudad, alejada de los frentes bélicos del norte de Francia, algunos aviones de combate: pasado el conflicto, en los años ‘20 la empresa se orientó hacia la aviación comercial y se transformó en la mítica Aéropostale, el núcleo francés de los aventureros del cielo: Vachet, Guillaumet, Saint-Exupéry y Mermoz. Son nombres familiares para los oídos argentinos, pioneros que abrieron rutas aéreas y cuyas historias se recuerdan tanto en Buenos Aires como en Toulouse, donde hay un museo en preparación para rescatar sus hazañas. La apertura está prevista para 2013, en las afueras del aeropuerto de Toulouse-Blagnac. Ya se conoce el nombre, Aeroscopia, y se sabe que fue proyectado como un recorrido de descubrimiento por la historia de la aeronáutica. Pero quienes no esperen dos años antes de viajar la ciudad tienen la posibilidad de visitar la habitación de “Saint-Ex”, como lo llamaban sus colegas, en el hotel del Grand Balcon, en el centro de Toulouse. Lo que es hoy un hotel boutique de lujo, recientemente abierto, fue durante décadas una pensión familiar barata, donde se alojaban los pilotos de la Aéropostale. El hotel, que tuvo su momento de gloria en 1949 cuando fue elegido como escenario de la película de Henri Decoin Au Grand Balcon, se levanta sobre la Plaza del Capitolio, frente al edificio más emblemático de Toulouse y sede de su gobierno municipal desde la Edad Media.

Paradójicamente, la fachada más vistosa del hotel del Grand Balcon, la que tiene vista al Capitolio, no tiene balcones, pero lo importante es que en el edificio se conserva la habitación donde se alojaba Saint Exupéry cuando estaba de paso por Toulouse. Hasta es posible alojarse en ella, usar la cama y el escritorio de la época del piloto. Cuando la habitación no está ocupada se puede visitar, previa consulta en la recepción. En el escritorio, con un marcado aire de época fijado en los años ‘30, hay una edición de El Principito. Al lado de la cama, el lavatorio ostenta también todo el confort de principios del siglo XX, pero vale decir que la habitación fue modernizada, junto con el resto del hotel, el año pasado, y se le agregó un baño acorde con las exigencias del viajero actual. Si no se llega al punto de dormir en la cama del escritor, al menos se puede pasar por el hotel para tomar un trago en el lounge, puesto bajo la tutela de los héroes de la Aéropostale, Saint-Exupéry, Guillaumet y Mermoz, cada uno con un retrato gigantesco en la pared.

Cartel en el Hotel de Assézat, donde está expuesta la colección de arte de la familia Bemberg.

ANCLAO EN TOULOUSE Como para conciliar a Gardel y la línea aérea Toulouse-Buenos Aires, la ciudad organiza en estos días una celebración que une a ambos. Se trata de Aéropostale, un festival internacional de tango que se realiza a lo largo de todo este fin de semana. Hay milongas, proyección de películas, clases de tango en las plazas tolosanas, conferencias, espectáculos, conciertos, talleres. Toulouse parece en estos días como una segunda Buenos Aires. El resto del año también podría serlo, ya que cuenta con más de veinte asociaciones de difusión del tango, algunas con nombres tan porteños como “Las Morochas”, “A Media Luz” o “Tangomanía”. Es sin duda el mejor homenaje que la ciudad puede rendir a Gardel, presentado además hasta el próximo fin de semana en la exposición “Carlos Gardel o el tango universal”.

La capital argentina y la del Languedoc fueron unidas, entonces, por la música y la historia aeronaval. Pero también tuvieron algo que ver las artes. En el palacio de Assézat, un edificio del Renacimiento situado en el casco histórico, el visitante argentino tiene la sorpresa de encontrarse con el museo de la Fundación Bemberg. Jorge Bemberg eligió esa ciudad en realidad para exponer las obras de arte y las colecciones de libros que reunió a lo largo de su vida gracias a los negocios de su familia en la Argentina. El museo tiene una impresionante colección que se remonta hasta el Renacimiento: sala tras sala, se suceden entre objetos y muebles antiguos obras de los artistas más importantes de Europa, de Canaletto a Fantin-Latour, de Monet a Picasso y de Toulouse Lautrec a Modigliani, por nombrar sólo algunos. Los guías locales cuentan que la colección terminó en Toulouse cuando Jorge Bemberg le buscó un destino en Francia y visitó el palacio de Assézat, que había sido construido a mediados del siglo XVI por un “pastelero” (un fabricante de pasta de color, ese pastel celeste con el cual fueron pintadas durante siglos las ventanas de la ciudad). Es un edificio de tres niveles que rodea un patio interior cuyo diseño ya prefiguraba el clasicismo francés. El lujo y el tamaño del hotel simbolizaban la riqueza de su dueño, quien sin embargo se arruinó con su construcción.

Saliendo del hotel y de regreso por las plazas y las calles del viejo centro de la ciudad, se pueden escuchar los compases del dos por cuatro y ver a los aficionados que tratan de coordinar las piernas bajo la mirada atenta de profesores que los guían en un castellano muy porteño, como si el centro de la “ciudad rosa” fuese una parte de San Telmo o Palermo. Como si Toulouse se hubiera acercado a Buenos Aires gracias a un vuelo de Saint-Exupéry y bajo la sombra de Gardel, para trasladarse de las orillas del Garona a las del Plata...

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Gardel, uno de los hijos más famosos de la ciudad, en un fresco de la Plaza del Capitolio.
 
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