turismo

Domingo, 20 de febrero de 2011

PERU. VISITA AL PUERTO DE EL CALLAO

Ojos al Pacífico

Lima tiene su propia vista al mar en El Callao, donde se encuentra el principal puerto de Perú, al sur de la desembocadura del Rímac. Una visita con ribetes de historia en el Real Felipe, con naturaleza en las islas del Pacífico y el siempre variopinto paisaje limeño extendido sin límites ante los ojos del recién llegado.

 Por Graciela Cutuli

Un grupo de chicos abre los ojos bien grandes, como asustados, frente al pirata gesticulante que los amenaza con una espada a lo Jack Sparrow. A otros en cambio les parece más gracioso que peligroso, y no dudan en acercarse para apreciar más de cerca el brillo de la hoja que el corsario en cuestión blande cerca de sus cabezas. Es puro teatro, para un público ingenuo e inmune a las sobreactuaciones, pero el escenario es bien real e invita a desplegar la historia, sin necesidad de tecnología, en una auténtica sesión 3D. El pirata-guía es una de las atracciones del Real Felipe, la fortaleza símbolo del puerto limeño de El Callao, y los chicos son los alumnos de una escuela que durante la visita aprenden vívidamente los detalles de su pasado (y también estallan en carcajadas cuando, después de proclamar que prenderá una antorcha, este improbable discípulo de Sandokán aprieta el interruptor de una lamparita eléctrica). Junto con ellos hay visitantes argentinos, colombianos, venezolanos, brasileños, muchos de ellos turistas reincidentes en la capital peruana que antes de partir a otros destinos aprovechan la mañana en Lima para conocer esta fortaleza que dejó huella en la historia peruana.

EL CALLAO Y DESPUES El Real Felipe es el monumento más conocido de El Callao, la ciudad-puerto que está separada y a la vez unida a Lima. Los carteles anuncian la escisión, proclamando que nos encontramos en la Provincia Constitucional de El Callao, pero la vista muestra la continuidad urbana con la Lima metropolitana, que además se divisa en casi toda su extensión desde lo alto de la fortaleza. Sin duda hay alguna vocación por la logística en este sector de la ciudad, que no sólo tiene el principal puerto de Perú sino también su principal aeropuerto, el Jorge Chávez, vía de ingreso para buena parte de los visitantes extranjeros. Estos, sin embargo, no son sino detalles que el viajero suele recordar a posteriori: el recién llegado está mucho más metido en descifrar la agitación de la ciudad, su tránsito caótico y su intensa vida comercial que las fechas históricas o los datos geográficos.

Antes de llegar al Real Felipe se pasa por el barrio del Chucuito, una suerte de Caminito limeño recientemente restaurado que rodea el distrito de La Punta, uno de los más elegantes de esta parte de Lima. En contraste con las casonas de renombre y las sedes de algunos aristocráticos clubes sociales de La Punta, en Chucuito saltan a la vista las fachadas de colores legadas por los inmigrantes italianos –genoveses muchos de ellos–- que se instalaron en el barrio a principios del siglo XX, sobre lo que había sido antiguamente población indígena. Lo que no cambió es el oficio: desde el siglo XVIII hasta ahora, sin importar la etnia, muchos de los habitantes eran y son pescadores que viven de las prolíficas aguas del Pacífico.

El transeúnte atento no dejará de notar que por aquí se levanta también un gigantesco edificio, tan austero como poco atractivo, que algunos tal vez ignoran, pero otros van a conocer expresamente cuando recorren la nueva “Ruta de Mario Vargas Llosa”, siguiendo los escenarios de las novelas del escritor (el recorrido es autoguiado y muy disperso, pero también muy interesante para los conocedores de su obra). El edificio en cuestión es el Colegio Militar Leoncio Prado, la presencia más fría, sombría e inolvidable de La ciudad y los perros.

Desde los altos torreones del Real Felipe, una vista del puerto de El Callao.

EL REAL FELIPE Ahora es un museo y una atracción turística donde muchos visitantes se paran junto a los cañones y otras piezas de artillería exhibidas en los patios, reclamando “una foto para Facebook”. Pero el Real Felipe tuvo un pasado mucho más glorioso, que comenzó apenas dos años después de la fundación de Lima, cuando se levantó sobre este lugar estratégico de la costa un primer edificio para controlar el comercio marítimo... y contener el entusiasmo de los piratas. No es para menos: en los años del riquísimo Virreinato del Perú, desde aquí se embarcaba el oro de las Américas rumbo a España, un botín capaz de tentar hasta al menos ambicioso de los filibusteros. Fue así que se decidió construir esta fortaleza, destinada a convertirse en la principal obra de arquitectura militar de los españoles en América. Antiguamente se la conoció –junto con otros dos fuertes– como los “Castillos del Callao”. Luego se la bautizó en homenaje a Felipe V, hasta que San Martín le dio durante los años de las luchas libertarias el nombre de “Castillo de la Independencia”.

Bautismos aparte, el Real Felipe impacta por su superficie y sus paredes de piedra, amalgamadas a calicanto, que parecen haber atravesado los siglos totalmente indemnes y ofrecen un fresco refugio mientras afuera abrasa el sol. Año tras año asistieron mudas al bloqueo del almirante Guillermo Brown en 1816 (que capturó aquí varios barcos españoles), al ataque de Thomas Cochrane y al sitio de las fuerzas libertadoras en 1821. Aunque ese mismo año se proclamó la independencia de Perú, el jefe realista José Ramón Rodil no dejaría hasta 1826 la dependencia del Real Felipe, que hoy se conoce como la Casa del Gobernador.

El fuerte tiene dos entradas: la principal, por donde se ingresa para la visita, se orientaba hacia lo que fue el Camino Real de Lima a El Callao, con puente levadizo y todo. La secundaria es la “Puerta del perdón”, aquella que empleaban los desertores durante el sitio al puerto para renunciar a la resistencia y pasarse del lado de los patriotas. Ya en el interior, las dos grandes construcciones son el Torreón del Rey y el Torreón de la Reina, baluartes inexpugnables donde hoy se conservan armas, uniformes militares, el acta de capitulación del fuerte y banderas originales del siglo XIX. Aquí mismo, mientras el pirata hace su número cómico-histórico, las visitas tienen oportunidad de estremecerse al ver la minúscula y tenebrosa celda semicircular donde se mantenía a los prisioneros todo el tiempo de pie, alimentados a pan y agua apenas una vez por semana.

VISTA AL PACIFICO El Real Felipe tiene una espectacular vista en 360 grados sobre el Pacífico y los techos abigarrados de los barrios limeños de Chorrillos, Barranco y Miraflores. Sobre las aguas verdosas –señal de su riqueza en fitoplancton, y por lo tanto de su importancia para la pesca– flotan las islas de San Lorenzo y el Frontón, que alguna vez fueron una sola, pero fueron separadas por el terremoto de 1746. Estratégicamente ubicada, San Lorenzo sirvió de base a los piratas Francis Drake y Jacob Clerk, que terminó sus días en la isla víctima de la peste. Años más tarde, Charles Darwin realizó aquí algunos de sus estudios, durante su gira sudamericana, y en tiempos más recientes fue prisión para Abimael Guzmán y otros miembros de Sendero Luminoso.

Desde el Real Felipe se divisan también dos islotes interesantes por su importancia natural (siempre y cuando se levante la bruma, que es una de las características típicas de esta parte de la costa del Pacífico). El primero de ellos es el islote de Cavinzos, uno de los últimos centros guaneros, habitado sobre todo por piqueros y pelícanos, y donde cada cinco años se realiza la recolección de guano. Hay aquí además una colonia de pingüinos en peligro de extinción, posible a estas latitudes gracias a que las aguas son alcanzadas por la corriente fría de Humboldt. El otro, más conocido, es el islote Palomino, hábitat de una importante colonia de lobos marinos. Hasta aquí es posible aproximarse en embarcaciones después de una navegación de una hora, a veces algo agitada, que permite descubrir la riqueza en fauna marítima de la zona sin necesidad de ir a reservas más lejanas de la costa peruana. Después, ya de regreso en El Callao, habrá llegado la hora de volver al aeropuerto para poner rumbo a algunas de las principales rutas turísticas peruanas, o bien de internarse en el fascinante centro histórico de Lima.z

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Al pie del fuerte, la playa sobre el Pacífico es también un mirador marino.
Imagen: Pablo Piovano
 
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