turismo

Domingo, 12 de junio de 2011

CANADA. COSMOPOLITISMO NORTEAMERICANO

Todo en Toronto

La ciudad más grande de Canadá es un verdadero mosaico cultural donde confluyen las artes, el diseño y una excelente gastronomía. Un buen lugar para conocer y ver el mundo en un solo lugar, pasando de los rascacielos a los barrios históricos, de los jardines a las calles comerciales y de los distritos étnicos a las raíces anglosajonas.

 Por Mariana Lafont

COSMOPOLITA E INTERNACIONAL Dos palabras que definen perfectamente a Toronto; para comprobarlo basta salir de Migraciones en el aeropuerto. Hay de todo: orientales, rubios, morenos, turbantes, saris, europeos y latinos, entre tantos otros. El mundo entero parece reunido aquí. Y los números lo confirman: de los dos millones de habitantes (cinco con el Gran Toronto), la mitad nació fuera de Canadá y se congrega en 200 grupos étnicos esparcidos en los coloridos barrios del gran mosaico cultural que es la ciudad. Desde las infaltables Chinatown, Little Italy y Little India a Kensington Market, Greektown y Koreatown, Toronto invita a viajar por el mundo pero yendo de barrio en barrio.

La quinta ciudad más grande de Norteamérica (detrás de México DF, Nueva York, Los Angeles y Chicago) está emplazada en la orilla noroeste del lago Ontario que, de tan grande, parece un mar. Antiguamente la bahía y el puerto alojaban la zona industrial, que poco a poco ha dado paso a áreas residenciales y recreativas. Enfrente se encuentran las islas de Toronto, verdadero remanso citadino, creadas naturalmente por acumulación de sedimentos del lago. El paisaje se completa con dos ríos que dividen la ciudad en dos: el Humber y el Don. Ríos y arroyos como éstos bajaban del norte hacia el lago y generaron los barrancos que hoy ocupan parques y bosques.

La moderna fachada del Museo Real de Ontario contrasta con el antiguo edificio que alberga el museo.

CRISOL DE RAZAS Antes del arribo europeo y a lo largo del siglo XVIII, estas tierras fueron habitadas intermitentemente por indígenas algonquinos e iroqueses. Los primeros en explorar la región fueron los franceses, que en 1750 fundaron Fort Rouillé pero lo abandonaron nueve años después. Durante la Guerra de Independencia de Estados Unidos, colonos pro británicos llegaron escapando y buscando tierras en el lago Ontario, que con su puerto natural protegido resultaba un buen sitio para una base naval. Luego construyeron un fuerte y un asentamiento llamado York, y recién en 1834 se bautizó oficialmente a la ciudad como Toronto.

Desde entonces fue meca de inmigrantes. La primera gran oleada fue con la hambruna irlandesa entre 1846 y 1849. La llegada del ferrocarril favoreció el aumento del comercio y de nuevos habitantes. Luego aparecieron, a principios del siglo XX, alemanes, italianos y judíos de Europa oriental; por último lo hicieron chinos, rusos y polacos, entre otros. Después de la Segunda Guerra Mundial siguió llegando gente; en 1951 había más de un millón de habitantes y en 1971 la población ya se había duplicado.

Hoy los grupos étnicos más grandes tienen ascendencia inglesa, escocesa e irlandesa, aunque las comunidades caribeñas, latinas, africanas y del sudeste asiático crecen día a día. Este gran abanico cultural ha favorecido una oferta gastronómica que con más de siete mil restaurantes es, sin dudas, amplísima. Cualquier cosa que se quiera comer, en Toronto se encuentra. Por ejemplo, para degustar platos orientales hay que ir a Spadina Avenue y Dundas Street West (en pleno centro y punto de reunión obligado de locales y turistas); a unos pasos de allí está Chinatown que, además de mercados, frutas y verduras exóticas, ofrece restaurantes chinos, tailandeses, japoneses y vietnamitas. Desde allí se puede ir a Kensington Market, la zona latina, donde las callejuelas se entremezclan con coloridas casas victorianas y tiendas donde se verá, entre otras cosas, mote pelado, porotos pinto y maíz chulpe.

Si el viajero baja por Spadina Avenue hacia el sur se topará con una de las áreas que más ha cambiado últimamente: Queen West, algo así como el Palermo porteño. Aquí se reúnen la vanguardia, el diseño y el arte de Toronto. Un paraíso de compras para los que buscan artículos originales y de diseño. Además hay gran cantidad de galerías de arte y fotografía, junto a bares de todo tipo. Los más llamativos: uno para ir a tejer y otro para tomar mate. Y para quienes buscan un alojamiento totalmente atípico, el Gladstone Hotel puede ser su mejor opción. Se trata de un “art-hotel” con exposiciones en cada piso y, si bien está ubicado en los confines del barrio, vale la pena quedarse. El edificio en sí data de 1889, es una joyita arquitectónica totalmente restaurada y con cada habitación decorada por un artista diferente. Sin dudas, Queen West es el edén de los detalles: pinturas, graffiti, puertas divertidas y vidrieras vintage son solo algunos de ellos.

La ciudad y parte del lago Ontario vistos desde la Torre CN.

SIEMPRE HAY ALGO PARA HACER... en Toronto. Una de las citas obligadas es ver la ciudad desde la Torre CN, la estructura más alta del mundo (después del Burj Khalifa) en tierra firme y no sostenida por cables. La torre de 553 metros está en pleno centro y cerca de la costa del lago. Inaugurada en 1976, cada año atrae a millones de turistas. Al lado de la torre está el Rogers Centre (antes SkyDome), con unas llamativas y gigantescas esculturas de espectadores asomando. El estadio se inauguró en 1989 y fue el primero en el mundo con un techo totalmente retráctil. El Rogers Centre es sede de los Toronto Blue Jays (principal equipo de béisbol) y de los Toronto Argonauts (principal equipo de fútbol canadiense). Y en el mismo distrito se pueden ver espectáculos y musicales de Broadway en teatros como el Royal Alexandra, el Princess of Wales o el Roy Thomson Hall.

Los amantes del shopping pueden perderse tranquilamente en alguno de los grandes centros comerciales, como el clásico Toronto Eaton Centre, en pleno corazón de la ciudad. Para ver hoteles de lujo y grandes marcas como Tiffany, Chanel y D&G el destino es Bloor-Yorkville. Esta elegantísima zona brilla aún más con el glamour de estrellas, fans y paparazzi que llegan para el Festival Internacional de Cine de Toronto (este año del 8 al 18 de septiembre).

El amante de los museos también tendrá para elegir: con una angulosa e impactante entrada, el Museo Real de Ontario es el más grande del país y exhibe obras arqueológicas y paleontológicas con una gran colección de objetos de la antigua China. El responsable de la nueva cara adosada al antiguo edificio fue el célebre Daniel Libeskind, el ganador del concurso para reconstruir el World Trade Center de Nueva York. Por su parte, la Galería de Arte de Ontario tiene más de 73 mil obras de arte y el Museo Gardiner está dedicado exclusivamente a la cerámica.

Si quiere pasar una tarde al aire libre, en pleno centro se encuentra Queen’s Park, donde está la sede del Parlamento de Ontario. Entre árboles y narcisos en flor las ardillas trepan por las ramas y espían a los visitantes, mientras la gente hace jogging o tai-chi en la tranquilidad del parque. El espacio verde más grande está en el agua, en las islas Toronto frente a la ciudad, donde a fines del siglo XIX muchas familias canadienses acomodadas construyeron sus residencias de verano. Las islas más importantes son Centre, Algonquin, Olympic y Ward’s Island, comunicadas con el continente a través de un ferry.

Arte en pleno downtown. Original exposición de fotografías en el suelo en Brookfield Place.

TORONTO DE ANTAÑO Allí donde aún sobreviven calles empedradas, enmarcado por Yonge Street, el río Don, Queen Street East y las vías del tren está el viejo Toronto. Esta área histórica hoy es un sitio muy buscado por compradores y amantes del arte. No es para menos: la ciudad vieja tiene zonas restauradas como el Distrito de la Destilería, el pintoresco Edificio Flatiron (que no es tan famoso como el de Nueva York, pero es más añejo, de 1892) y el mercado de Saint Lawrence. Así como Front Street, que en la época del asentamiento de York daba a la costa del lago, y King Street, donde hoy proliferan galerías, clubes nocturnos y restaurantes de moda como Kultura, con exquisita y refinada comida fusión.

La Destilería data de 1832 y alberga la colección de arquitectura industrial victoriana mejor conservada de Norteamérica. En su esplendor, en 1860, se destilaba aquí la mitad de la producción total de licores de Ontario. Hoy tiene una bonita área peatonal para disfrutar música en vivo, exposiciones al aire libre, ferias, eventos, restaurantes, bares y cafeterías. Por su parte, en la esquina de Jarvis y Front Street está desde 1803 Saint Lawrence, el mercado más antiguo y corazón de la vida social de aquel lejano Toronto. Hay de todo: desde las clásicas frutas, verduras, pescados y carnes frescas a vinos boutique, embutidos, café recién molido o mostazas de un local dedicado exclusivamente a ese condimento. Todo impecablemente presentado. El día más animado es el sábado desde la mañana; en verano se habilitan mesas afuera ideales para comer un rico sandwich con pan recién horneado.

En el downtown, a lo largo de Bay Street, está el distrito financiero colmado de rascacielos. Los más conocidos son First Canadian Place, Toronto-Dominion Centre, Scotia Plaza, Royal Bank Plaza, Commerce Court y Brookfield Place, donde hay excelentes y originales exposiciones de artistas. La sede del gobierno de la ciudad está en el Toronto City Hall, cerca de la Plaza Nathan Phillips. El edificio se levantó a principios de los ‘60, reemplazando al antiguo ayuntamiento, el Old City Hall. Y contrastando con ellos aparecen enclaves residenciales históricos y lujosos como Yorkville, Rosedale, The Annex y Casa Loma.

Entretanto, un mundo paralelo vive bajo las moles de cemento, refugio ideal en el gélido invierno. El PATH –la ciudad subterránea de Toronto– es una explanada que se extiende por más de 27 kilómetros bajo el centro financiero, con más de mil tiendas, cafés y restaurantes. Además se conectan 48 torres de oficinas, seis hoteles y cinco estaciones de metro. Por algo tiene el record Guinness como el “Mayor complejo comercial subterráneo del mundo”. De vuelta en la superficie, si se va en dirección al lago, en Bay Street casi llegando a Gardiner Expressway está el Air Canada Centre, sede de los Toronto Raptors (principal equipo de básquet) y de los Toronto Maple Leafs (principal equipo de hockey sobre hielo). Los amantes de este deporte no dejarán de visitar el Hockey Hall of Fame, donde se rinde homenaje a los jugadores más famosos.

Finalmente, a minutos de los rascacielos se encuentra uno de los barrios más bonitos: Cabbagetown. Su atípico nombre (“pueblo de coles”) surgió en el siglo XIX, cuando antiguos colonos irlandeses plantaron esas verduras en los jardines. Esta parte de la ciudad es bellísima gracias a la concentración de casas victorianas exquisitamente restauradas. Este tranquilo barrio residencial de cuidados jardines alberga el cementerio más antiguo de Toronto y, si se viaja con niños, hay que visitar la Granja de Riverdale, siete hectáreas con árboles, estanques y animales a minutos de uno de los centros financieros más importantes del mundo

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El edificio Flatiron, en el corazón de la Ciudad Vieja, a pasos del Mercado de Saint Lawrence.
Imagen: Mariana Lafont
 
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