turismo

Domingo, 29 de diciembre de 2013

COSTA ATLáNTICA PINAMAR ESTRENA EL VERANO

La temporada del sol

La ciudad costera, a cuatro horas de Buenos Aires, tiene todo para pasar un verano completo en familia, con amigos o en pareja, con opciones para todas las edades y gustos. Una de las capitales de la temporada, para vivir la playa, el bosque y su infinidad de actividades.

 Por Belén Coccolo

Llegar a Pinamar es siempre un cambio de aire, un cambio dominado por el aroma de los pinos y eucaliptos, por el sonido de la naturaleza y el golpe del mar contra la arena. Es renovarse y recargar pilas antes de volver a la rutina. A principios de diciembre la ciudad ofrecía todavía una postal diferente a la que se espera para la plena temporada, cuando el gran caudal de gente llega para pasar una nueva temporada a pura playa y sol: en pocos días más, la intersección de Bunge y Libertador volverá a ser el punto de encuentro de jóvenes y adolescentes al caer la noche, y las playas volverán a estar colmadas, recuperando la clásica cara veraniega pinamarense. Porque esta ecléctica ciudad es una en verano y otra el resto del año, cuando priman la calma y la naturaleza.

DIVERSION PARA TODOS A 340 kilómetros de Buenos Aires, la ciudad fundada por el arquitecto Jorge Bunge en 1938 ofrece más de 30 balnearios para descansar a la orilla del mar. Cada parador tiene sus características: los hay más tranquilos y familiares, y otros donde está la “movida”, preferidos por los jóvenes. Como Cocodrilo, donde suelen hacerse recitales gratuitos de famosas bandas nacionales, y UFO Point, con entretenidos after beach y ocasionales eventos y desfiles.

En el mar y la arena, el abanico de actividades para realizar es infinito. Los amantes de la aventura y la adrenalina eligen la zona de “la frontera”, a la que se accede únicamente con 4x4, cuatriciclos o jeep, ya que sólo se puede llegar con estos vehículos o caminando por la orilla. Allí se puede aprovechar la magnitud de las dunas que se extienden a lo ancho y a lo largo de la playa, y sentir la velocidad de las subidas y bajadas sobre ruedas. Hay quienes disfrutan también del mar con motos de agua y tablas de surf. Uno de los paradores preferidos de este lugar es El más allá, construido hace 12 años, donde hay un bar sobre pilotes de madera, además de sombrillas, colchones y hamacas paraguayas. El turista puede pagar un “kit de playa” que incluye estas comodidades en un ambiente donde reinan los deportes extremos, pero también la tranquilidad familiar, con la naturaleza como escenario principal. En este parador, que está abierto los fines de semana a lo largo del año y todos los días en temporada, son imperdibles los daikiris frutales. Pero no sólo: al caer el sol tienen sus cenas, como fondues de queso y chocolate y pierrade, en una velada diferente a orillas del mar y bajo la luz de la luna. Quienes no tienen vehículo 4x4 pueden deleitarse igual, ya que el local ofrece transporte de ida y vuelta.

Otro imperdible de Pinamar son las cabalgatas. Al amanecer o al anochecer, por el bosque o la playa, será una experiencia de conexión con la naturaleza. El bosque de pinares, plantado enteramente por Bunge donde hace menos de un siglo había nada más que dunas y arenas, se extiende por toda la localidad, pero se puede ver en forma más pura en la zona norte, donde se encuentran también las casas más costosas y lujosas de la costa.

Al caer la noche la ciudad no duerme, y las calles del centro se inundan de jóvenes que aprovechan la vida nocturna que ofrece Pinamar. La variedad es gigante: boliches grandes, paradores en la playa que pasan música hasta el amanecer, bares con juegos y otros con shows. Para cada noche hay siempre una propuesta diferente, se vive a pleno la diversión y cada edad tiene su lugar: si los adolescentes pueden concurrir a la matiné que ofrece KU, el boliche abre luego hasta altas horas de la mañana para los mayores de edad.

Y si llueve, será día de descanso. Uno de los tantos planes posibles es el té en La Vieja Hostería Pinamar, un edificio histórico construido en 1947 y reciclado hace tres años. El salón, rodeado de coloridos vitrales por los cuales se filtran los últimos rayos de sol, ofrece un espacio distendido para degustar la selección de seis sabores diferentes de tés de Inés Berton en una vajilla antigua, pintada a mano. Se trata de un té de tres pasos: con bocadillos salados, dulces caseros y tortas. El que se lleva todos los elogios es el llamado La Vieja Hostería, que combina vainilla de Madagascar, cacao, lavandas y rosas. La hostería conserva su espíritu original, manteniendo la cáscara del edificio y conjugando objetos de la época con tecnología de última generación. La filosofía del único hotel boutique del lugar es “vacacionar como en casa”: por eso cuenta con múltiples espacios comunes, tanto exteriores como interiores, para que el huésped pueda disfrutar en ambientes amplios y distendidos, con una muy elaborada decoración. El servicio de té cuesta $90 por persona, y es tan abundante que puede reemplazar también la cena de la jornada. Un dato no menor: se aceptan sólo mayores de 14 años y se puede concurrir con mascotas pequeñas.

OTROS DESTINOS PARA CONOCER Al lado de Pinamar se encuentra la localidad de Ostende, la más antigua del partido, que está cumpliendo cien años. Aquí las playas son más amplias y desiertas, y las ofertas hoteleras suelen ser más económicas que en la ciudad vecina. En estos días se están construyendo nuevos aparts, que ofrecen las comodidades de un hotel pero con habitaciones que se asemejan a pequeños departamentos.

Ostende tiene además una historia curiosa, en la que se combinan malos cálculos de los pioneros, rumores de fantasmas y personajes famosos que pasaron y se inspiraron en este lugar. Fue fundada en 1913, cuando dos belgas inversionistas, Fernando Robette y Agustín Poli, llegaron con la intención de instalar una ciudad de iguales características que un balneario en su país llamado Oostende. Sin embargo, al desconocer el sistema de fijación de médanos, tuvieron problemas con sus construcciones, ya que la fuerza de la arena fue mayor que la del cemento y con el tiempo comenzó a tapar todo. Es el caso de la famosa rambla que se puede ver hoy cubierta de arena, donde sobresalen únicamente los dos imponentes pilares en forma de pirámide: pero al mirar con más atención hacia abajo se observa una puerta que llevaba a los vestuarios, que nunca se terminaron de construir y quedaron cubiertos de arena. Estos dos emprendedores construyeron también el Hotel Ostende, donde pasó dos veranos Antoine de Saint-Exupéry: según la leyenda popular, escribió sus primeros textos en la habitación 51 de la torre, que hoy está recreada como supuestamente la dejó. Este hotel fue también el sitio de inspiración y el lugar donde transcurre la novela policial de Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares Los que aman, odian. Muchos mitos circulan por este establecimiento, incluidos fantasmas y sonidos extraños por las noches. Es por eso que se editó este año el Libro de Huéspedes, que retrata los cien años del viejo hotel, con entrevistas a ancianos que relatan sus vivencias y anécdotas en este lugar. Sin lugar a dudas, alojarse aquí es transportarse a esa antigua época, de la cual se conserva el mobiliario y el estilo.

Pasando Ostende se levanta Valeria del Mar, con pintorescas casas y aparts, otro lugar tranquilo y familiar. Y finalmente llega Cariló, el más exclusivo de la zona, con sus calles completamente de arena, para conservar su espíritu agreste y natural. Sin embargo, cada año se puede ver el crecimiento de este destino, sobre todo en la parte del centro que ofrece más y más negocios comerciales y gastronómicos. Aquí con el equipo Turismo Aventura 4x4 se pueden planear diferentes paseos para pasar un día de playa diferente: un jeep gigante que recorre los médanos para experimentar sandboard y los trineos, o bien competir en tiro al blanco con arco y flecha y escopetas. Y una última opción, con más adrenalina, es aventurarse en el vuelo de la tirolesa a través de los bosques.

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Ciudad, playa y bosque, la fórmula con la que Pinamar le apuesta a la temporada veraniega.
 
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