turismo

Domingo, 11 de enero de 2015

EE.UU. MUSEOS, MONTAñAS RUSAS Y VINOS EN DALLAS

Una estrella texana

Dallas reconvirtió su imagen y hoy tiene uno de los aeropuertos más transitados del mundo, un skyline ultramoderno y una sucesión de atracciones turísticas que la convierten en la ciudad ideal para hacer una escala o comenzar un viaje por el sur norteamericano.

 Por Graciela Cutuli

En los años ’90, el nombre de Ross Perot dio la vuelta al mundo dos veces cuando el multimillonario estadounidense –que unos 20 años antes se había ganado la dudosa fama de ser la persona con una mayor pérdida individual en la Bolsa de Nueva York en un solo día– participó en las campañas presidenciales norteamericanas y llegó a alcanzar con su programa ultraconservador un inédito 19 por ciento frente a republicanos y demócratas. Hoy en cambio su nombre está asociado con uno de los principales museos de Dallas, el Perot Museum of Nature and Science, tras un millonario aporte que lo convirtió en una institución modelo, construida sobre dos campus principales gracias a un proyecto del arquitecto Thom Mayne, ganador del “Nobel” de la Arquitectura, el premio Pritzker. Cinco edificios de Dallas fueron construidos por premios Pritzker, prácticamente un record arquitectónico.

A primera vista, el gran cubo de cemento del Perot Museum no parece atractivo: pero ese gran cubo, que flota sobre un zócalo, plantea una experiencia de inmersión en la naturaleza dentro de la ciudad y lleva a los visitantes hacia los paisajes nativos de Texas –un bosque y un desierto– mediante una terraza que se inclina suavemente hasta conectar con la azotea del edificio. En última instancia refleja un sistema vivo que evolucionará en forma natural con el correr del tiempo, y funciona como metáfora de la integración de la arquitectura, la naturaleza y la tecnología, exactamente lo que propone la institución en su interior.

El nuevo museo reúne tres de los más antiguos de Dallas –el de Historia Natural, de la Salud y Ciencia y de los Niños– y tiene 11 salas de exhibición permanentes en dos edificios. La interactividad está a la orden del día, con curiosidades que van desde un Tiranosaurio Rex en 3D hasta la posibilidad de su propia música en el Texas Instruments Engineering and Innovation, pasando por la pepita de oro más grande del mundo. También se encuentra aquí el Alamosaurio, presentado como el dinosaurio más grande del mundo, aunque en realidad probablemente sea el más grande de Norteamérica, superado a escala mundial por el Argentinosaurio. De algún modo, el Perot Museum simboliza la transformación que la propia Dallas sufrió en las últimas décadas, sobre todo después del impacto que significó el asesinato del presidente John F. Kennedy a principios de los años ‘60 (hoy un circuito especial recuerda aquellos hechos y motiva no pocas visitas a la ciudad texana, escenario de uno de los mayores traumas de la historia estadounidense).

MONTAÑAS RUSAS Dicen que Dallas es “la cuna del shopping”, un título que se debe a la presencia del primer centro comercial de Estados Unidos, el Highland Park Village, y que sin duda honra con shoppings para todos los gustos. Sin embargo, Dallas también podría aspirar al también merecido título de “cuna de la diversión”: esta vez el apelativo depende del parque Six Flags over Texas, que impresiona con la montaña rusa más alta y rápida del estado. Seis naciones gobernaron el área de Dallas: Francia, España, México, la república de Texas, los Estados Confederados de América y los Estados Unidos de América. De ahí el nombre del parque, que se divide en nueve secciones temáticas, incluyendo una de Looney Tunes e incontables juegos mecánicos. A la cabeza está Titán, la montaña rusa que llega a los 136 kilómetros por hora, seguida por Pandemonium, a una altura de cinco pisos. Nada que uno quiera probar si sufre de vértigo... Y por si fuera poco hay mucho más: se puede conocer a Batman en Ciudad Gótica, lanzarse en picada desde una torre altísima o subirse al más tranquilo “tren de la mina”. Six Flags cuenta también con un parque acuático, el Hurricante Harbor, repleto de piscinas y toboganes.

Los alrededores de Dallas cuentan con otros parques de diversiones ideales para chicos, como el Legoland Discovery Center o el Sea Life, el Dallas World Aquarium, que incluye una selva maya, pingüinos y jaguares, y el Dallas Zoo, el zoológico más grande de Texas. También es popular Medieval Times, un show de torneos entre caballeros que existe en otras ciudades norteamericanas, pero que aquí tiene su campo de entrenamiento. Y no hay que perderse el Cavanaugh Flight Museum, que sorprende con la calidad y variedad de su colección de aviones incluso a quienes no son tan aficionados a los vuelos, o el Frontiers of Flight, que emociona a los memoriosos con curiosidades como la colección de trajes diseñados por Pucci para la desaparecida aerolínea Braniff, así como los aviones que hicieron historia durante la Segunda Guerra Mundial y en la Guerra Fría.

DEL ARTE AL DEPORTE Probablemente la diversidad es una de las mayores características de Dallas. Porque después de los centros comerciales y los parques de diversiones, las opciones están lejos de terminarse. Las colecciones de arte del Dallas Museum of Art, del Nasher Sculpture Center y de la Crow Collection of Asian Art también atraen a quien busca una mirada nueva o distinta de las tradicionales, lo mismo que el Meadows Museum con su colección de arte español o el Performing Arts Center, que se considera como el proyecto cultural más importante del país en los últimos 50 años, con un impresionante abanico de exhibiciones de ópera, teatro musical, teatro clásico y experimental, ballet y otras formas de danza. Y si la actividad preferida es el deporte, el calendario está más que completo gracias a los juegos de cinco equipos profesionales: los Dallas Mavericks (NBA), los Dallas Stars (NHL), los Texas Rangers (MLB), FC Dallas (MLS) y los legendarios Dallas Cowboys (NFL). Tal vez por eso finalmente no sorprende que Dallas haya conseguido ubicarse como la tercera ciudad más visitada de Estados Unidos, junto con Los Angeles y Nueva York.

ENTRE COPAS Si el viajero siente cierta sobredosis urbana, lo que podría ocurrir visitando la impactante Reunion Tower con su mirador hacia la ciudad y sus cambiantes luces led, no hay que ir muy lejos para remediarla. En los alrededores de Dallas, Grapevine –un nombre que viene de las uvas silvestres comunes en la región– concentra numerosas actividades vitivinícolas en torno de un bonito centro histórico. El resultado es una localidad que hace pocos años fue elegida entre las más agradables para vivir y visitar de Estados Unidos. La pintoresca Grapevine es la sede del viñedo Sloan & Williams, que ofrece una cata de vinos originales y un ambiente rural ideal para crear contraste con la gran ciudad de rascacielos y centros comerciales. Aquí se pueden probar vinos elaborados en Texas sobre la tradición italiana o francesa, una curiosidad heredada de los colonos europeos que se instalaron a fines del siglo XIX. Y después de pasar el día en el pueblo, el regreso a Dallas y su impactantes skyline parecerá aún más espectacular, dejando una huella duradera de la renovada y moderna ciudad texana que deja muy atrás la imagen creada por la serie televisiva que hizo célebres a JR y sus sombreros de ala ancha.

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De noche, un futurista juego de luces renueva el skyline de Dallas, muy lejos de JR.
Imagen: Oficina de Turismo de Dallas
 
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