Domingo, 10 de mayo de 2015 | Hoy
ISRAEL. LA éPICA HISTORIA DE MASADA
Una visita a Masada, el complejo arqueológico en las inmediaciones del Mar Muerto que recuerda uno de los hechos trascendentales de las guerras judeo-romanas. Una historia épica con una visita abarcadora sobre el desierto de Judea.
Por Guido Piotrkowski
Fotos de Guido Piotrkowski
En Israel, la historia está presente a cada paso, en cada baldosa, en cada rincón. Cuna de las civilizaciones antiguas, esta tierra santa y codiciada donde conviven credos y religiones fue, y aún es, testigo de guerras y batallas. Romanos, cruzados, bizantinos, otomanos, judíos, musulmanes y cristianos se disputaron cada pedazo de este rincón del planeta con uñas y dientes, llenando páginas y más páginas de la Biblia y los libros de historia reproducidos de Medio Oriente a la China y más acá.
Las leyendas, los milagros, los sacrificios, la épica, están aquí a la orden del día. Y Masada es uno de los lugares que más interés generan en los visitantes de Tierra Santa. Porque esta montaña que se erige frente al Mar Muerto representa para los habitantes de este país un capítulo fundamental y fundacional en la vieja historias de guerras y resistencias. Y para los visitantes, una parada más, pero no cualquiera, en un viaje por estos lares donde hay tanto por ver.
HERODES Y DESPUES Masada fue el ultimo bastión del reino de Judea en la resistencia contra el Imperio Romano, que había ocupado Jerusalén y destruido el Primer Templo. La caída de este lugar clave significó la derrota del Reino de Judea en la era del Segundo Templo, aquel que construyó Herodes y que también fue destruido. De aquel santuario sólo quedan vestigios que constituyen hoy en día el sitio más sagrado para el judaísmo: el Muro de los Lamentos, ubicado en la ciudad vieja de Jerusalén, el lugar más tironeado de la Tierra.
Masada –o Metzuda en hebreo, que quiere decir “fortaleza”– fue reconstruida por Herodes el Grande, rey de Judea, Galilea, Samaria e Idumea desde el 40 a.C. hasta su muerte, en el 4 d.C. El rey tuvo que dejar a su familia aquí mientras huía del ejército del pretendiente parto, Antígono. Sometidos a asedio, los partidarios de Herodes se salvaron cuando una lluvia repentina llenó las cisternas de agua.
Fue el mismo rey entonces quien eligió reconstruir este enclave en el medio del desierto, en esta meseta de altura en las orillas del Mar Muerto, como un refugio contra los romanos y también contra los rebeldes judíos. Pero lo erigió además como su residencia de invierno. Por eso Masada era más que una simple fortaleza, era una verdadera ciudadela en las alturas, que además de tener una vista espectacular del Mar Muerto y dominar gran parte del desierto de Judea, tenía palacios de lujo, almacenes para acopiar comida, cisternas para almacenar agua, una sinagoga, salas de baño colectivas. Al estar en medio del desierto, los moradores juntaban agua de lluvia e idearon su propia forma de canalización. Gracias a la sequedad del entorno muchos vestigios se conservaron, y se encontraron en las excavaciones que comenzaron en 1969 y aún continúan. Por aquí todo es excavación constante, que saca a la luz tinajas de barro, estantes y telares, monedas, pergaminos, trozos de papel, pinturas, entre otros varios tesoros.
Después de la muerte de Herodes, los romanos anexaron el reino de Judea, e instalaron un puesto militar a los pies de esta áspera meseta.
Hoy Masada es un complejo arqueológico, un conjunto de ruinas muy significativas que representan un hecho de resistencia heroica enmarcado en la Gran Revuelta, en tiempo de la Primera Guerra Judeo-Romana. Antes que la derrota y la esclavitud, sus moradores eligieron el suicidio colectivo.
LA HISTORIA La leyenda de Masada fue recopilada por Flavio Josefo, un historiador judío, descendiente de una familia de sacerdotes. Fue uno de los caudillos de la rebelión contra los romanos, y comandante de la Galilea en el período de la Gran Revuelta. Sin embargo, durante la época de la conquista de Masada, el hombre se encontraba en Roma, pero de alguna manera u otra se las arregló para llevar un diario de aquellos hechos.
Luego de la muerte de Herodes, en el año 4 d.C., la ciudadela fue tomada por los romanos, hasta que en el año 66 d.C. los zelotes –un grupo de guerreros judíos que querían expulsar a los romanos– se sublevaron en Judea. Fue Menahen Ben Iehuda “El Galileo”, hijo de Judah de Galilea, a quien habían matado en Jerusalén poco tiempo antes, quien los condujo hacia el corazón del desierto, aquí en Masada. Tomaron posesión de la fortaleza e hicieron reformas a las construcciones que había levantado el rey Herodes.
Para alojar a las muchas familias que debían caber allí, gran parte de las habitaciones del palacio se dividieron por la mitad, duplicando así la cantidad de viviendas. Construyeron también los baños de purificación y salones para el estudio de la religión. Se cree que la sinagoga, orientada hacia Jerusalén, pudo haber sido construida por los zelotes sobre el solar de una sinagoga anterior del tiempo de Herodes. La fortaleza tenía una gran muralla de seis metros de alto, cuatro metros de ancho y 1400 metros de largo, que la hacía, en parte, inexpugnable. Por eso, alrededor del año 73 a.C., los romanos la rodearon y asediaron con unos diez mil hombres.
En esos tiempos surgió otro guerrero que agitó la revuelta y se convirtió en el líder y símbolo de la resistencia: Eleazar Ben Yair. Fue este hombre quien después de un sitio de meses, asediado y sin chance de salir victorioso, instó a los moradores de la fortaleza al suicidio colectivo. En su discurso afirmaba que “era mejor suicidarse que vivir en la vergüenza y humillación como esclavos de los romanos”. Como el suicidio está mal visto por las leyes del judaísmo, cada hombre era responsable de matar a su familia, y posteriormente eligieron a diez de ellos para quitarle la vida al resto. Finalmente, entre estos diez eligieron de nuevo a uno que acabó con la vida de los demás y prendió fuego a la fortaleza, con excepción de los víveres. Así querían demostrar a sus enemigos que actuaban por convicción, y no por desesperación. Unas mil personas se quitaron la vida de esa manera, y sólo dos, al parecer, sobrevivieron: una anciana y otra mujer que se habían refugiado en una de las galerías subterráneas que conducían a las cisternas. Ellas fueron quienes relataron las últimas palabras de Eleazar al enemigo, y los romanos, impresionados por los sucesos narrados, les perdonaron la vida.
EL COMPLEJO Masada es uno de los lugares más visitados de Israel. Es Parque Nacional y Patrimonio de la Unesco desde 2001. Las ruinas están ubicadas en un entorno natural privilegiado, en la ruta a Jerusalén y antes de llegar al acceso principal del complejo hotelero del Mar Muerto. Desde allí arriba se domina gran parte del desierto de Judea y se avista Jordania al otro lado; una panorámica preciosa que complementa este paseo histórico. Un eximio paisaje con una trágica y épica historia.
Para subir a las ruinas existen dos accesos, el lado este y el oeste. Entre ambos no hay un camino asfaltado: por lo tanto, si el visitante quiere pasar de un lado al otro el trayecto le puede llevar una hora y media aproximadamente por un camino de ripio, en auto.
Una buena alternativa para recorrer las ruinas es subir en el teleférico y bajar a pie. Por el lado este se puede acceder mediante una caminata de una hora, o tres minutos de cablecarril. Por el lado oeste, en cambio, la caminata es mucho más corta: en unos 15 minutos se llega a la cima. Es en este sector también donde se hace también un típico show de luz y sonido que narra la historia épicamente, similar al espectáculo que se hacen en muchas otras ruinas del mundo.
Una vez arriba, el visitante puede ver los vestigios de palacios y terrazas, la sinagoga, las piletas para inmersión y las cisternas, las cuevas de monjes y la iglesia bizantina, la sinagoga. Mientras tanto, el viento cálido del desierto no deja de soplar, y trae con su silbido las viejas leyendas que aún retumban en Masada. Después, solo queda emprender la caminata de regreso, siempre con el Mar Muerto en el horizonte, y como próximo destino.
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