turismo

Domingo, 29 de febrero de 2004

URUGUAY VERANO EN EL MAR CHARRúA

La costa de Rocha

El pueblito de La Paloma, los bosques de La Pedrera, el agreste Cabo Polonio, la playa De la Viuda en Punta del Diablo y el Parque Nacional Santa Teresa. Un recorrido por la costa deldepartamento de Rocha, donde la vida veraniega se desliza sin estridencias junto al mar.

 Por Laura Isola


Uruguay es otro país y la cercanía con Argentina no hace que las diferencias se borren. Tiene otro clima, sus costas respetan otra geografía y, por fin, los uruguayos tienen otras costumbres. La más evidente: abrazan el termo para sus mates eternos que no se circunscriben al desayuno o la tardecita. Aquellos afectados al turismo, en general, mantienen un trato cordial pero severo y amable pero distante y ninguna partícula de su ser evidencia la indecorosa avidez por el dinero foráneo. Con esta primerísima aproximación al asunto, se puede seguir. Y lo ideal es continuar la línea de costa a la altura del departamento de Rocha. Ordenados de acá para allá, en dirección a la frontera con Brasil, una serie de lugares con distinta prosapia, historia y bellezas naturales aparecen como opciones turísticas.

JUNTAS PERO NO TANTO. La Paloma y La Pedrera están muy cerca una de la otra. Apenas 16 kilómetros separan sus edificaciones y aunque sus playas guarden una continuidad, el modo en que cada balneario resolvió su crecimiento es muy distinto. La Paloma es más ciudad, es más vieja y encantadoramente decadente. Tiene centro comercial que funciona tanto para los locales como para que los que, cansados de tanta abstinencia de consumo, puedan saciar su apetito, humildemente, en este lugar. La oferta es limitada pero efectiva: algunos bares y restaurantes, locales con Internet, cines, unas librerías sólo para best sellers y supermercados mejor aprovisionados.
En cambio, La Pedrera se configura de otro modo: es, aunque las comparaciones son odiosas, lo que fue Pinamar o Villa Gesell en algún otro tiempo. Un bosque que domina el entorno natural y las casas se esconden entre los árboles. La rivera, una suerte de rivière, es alta y el mar, muy bravo, queda allí abajo. El nivel de los visitantes se registra no sólo en sus construcciones, las más cuidadas de la zona, sino en sus verdulerías. Allí hay tomates cherry de varios colores, rúcula (parece que ciertos argentinos no pueden vivir sin ella), endibias y otras delicatessen vegetales y animales.

CABO DE MIEDO. Muchos no lo entienden y está bien que así sea. Entonces, pasar una temporada en Cabo Polonio es para quienes saben disfrutar de la incomodidad o, dicho en sentido positivo, para aquellos que resignan cierto confort por la tranquilidad de un lugar en donde los autos no entran, en el que la luz no es abundante, y por consiguiente hay poco ruido no humano. Eso que no se comprende es que se elija de este modo y que esa alternativa sea vivir durante varios días sin luz, sin agua y sin servicios sanitarios –sin estar en carpa– y pagando, a veces, un poco más de lo que esas comodidades parecerían costar. Pero la belleza del lugar todo lo puede y la experiencia de una vida agreste, para seres absolutamente urbanos, es recomendable. Siguiendo la teoría de los extremos que se unen, Punta del Este y el Cabo tienen, al menos, dos cosas en común. Los residentes en el primero van de “hippies” por un rato al segundo y nunca al revés. La otra similitud es ese atardecer sobre el mar que, aunque su reiteración diaria lo vuelva un poco previsible y su expectación sea algo cursi, no conviene eludirlo. En el bar sobre la playa con mobiliario apropiado y daiquiri en mano es estupendo.

COSA ‘E MANDINGA. Punta del Diablo es una alternativa moderada: no es caro y pretencioso como La Pedrera ni ultradespojado como Cabo Polonio. Sus atractivos principales son dos: la alucinante playa De la Viuda y su cercanía con el Parque Nacional Santa Teresa. A la primera se llega luego de hacer cinco kilómetros de mitad asfalto, mitad ripio desde la ruta nacional. Una vez en el “centro” a la derecha se abre una inmensidad de arena y agua sin ninguna interferencia.
Para ir al Parque hay que andar unos 15 minutos de caminata por la playa y entrar por el sur que es Playa Grande o salir a la ruta y a 5 kilómetrosestá la entrada principal. Un mapa de madera ilustra sobre las bondades del lugar, que cuenta con cuatro playas distintas, una forestación impecable, lugares para acampar, debidamente parcelados y con buenos servicios, y parrilleros (léase: parrillas) para los visitantes por un día. Además está el fuerte de Santa Teresa, que puede ser visitado en su interior. El lugar está bajo la tutela de ejército uruguayo, que con disciplina, corta, limpia y barre permanentemente y como dijo una contertulia del lugar: “Es en el único espacio del país en que civiles y militares estamos de acuerdo”.

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