Por su mezcla particular y en ebullición permanente, La Plata fue –y es– una cantera infinita de cultura rock desde hace casi cinco décadas, cuando la avanzada hippie dio forma a La Cofradía de la Flor Solar, saltando después a ese fenómeno de múltiples formas llamado Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, más tarde a Virus, Peligrosos Gorriones y Estelares, hasta un presente brillante que se mueve con fuerza desde los escenarios del under.
Los últimos 50 años fueron sembrando un posible mapa que se puede recorrer en un día: de las cuadras que albergaron las casas fundacionales a los clubes de barrio que fueron testigos de grandes debuts; de un sótano que fue el corazón de la contracultura del siglo XX hasta el pulso talentoso que busca sobrevivir en las paredes en todo un barrio. 

La esquina de 42 y 17 revive el mito de Sumo en la visión del muralista Lumpenbola.

LA MAÑANA: LOS ORÍGENES Si se llega desde la ciudad de Buenos Aires o si se entra a la capital provincial por la avenida 44, comenzar por una parada en la calle 41 entre 12 y 13 es de acceso muy simple. En esta cuadra, que hoy tiene ritmo céntrico, en la segunda mitad de los años 60 una casa se transformó en foco de atención para los vecinos. Justamente cuando serlo no era buena idea. Eran los días en que la dictadura de Onganía marcaba el pulso que derivaría en aquello del “coiffeur de seccional”, cuando la policía pelaba a los jóvenes en las comisarías. 
En esa casa, cuyo lugar ocupa ahora un edificio, con la utopía de armar una escuela de arte paralela un grupo de estudiantes se transformaron en una de las primeras comunidades urbanas hippies de Argentina, aun sin ser muy conscientes. Con nombres como los de Kubero Díaz, Quique Gornatti, y con Ricardo “Mono” Cohen (Rocambole) a la cabeza, nacía La Cofradía de la Flor Solar, un colectivo artístico que publicó su único disco en 1971. 
Mientras los cófrades pasaban sus días en ese caserón, otra mitad de la historia empezaba a gestarse bajo otro techo: vamos ahora hasta Tolosa, a unos 10 minutos de aquí, en la calle 526 entre 6 y 7. Aunque los números asusten, no hay más de 20 cuadras entre el exhogar de la Cofradía y esta avenida amplia, de casas bajas, con una rambla en el centro. Aquí Skay Beilinson, Poli Castro y otros moldearon La Casa de la Luna, una comunidad de pelilargos llamativos que quemaban sus días leyendo, escuchando y haciendo música. Se autoabastecían, como los cófrades: arreglaban electrodomésticos, hacían jardines, trabajaban por algún tiempo en negocios de la zona.
Dejando atrás los antecedentes, la gran banda que puso a La Plata en el mapa nació a mediados de los 70, cuando a la pareja Skay Beilinson y Poli Castro se sumaría Carlos “Indio” Solari. La semilla de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota hay que buscarla entonces en un sótano de calle 50 entre 5 y 6: escaleras abajo del Pasaje Rodrigo. Se trata de un centro comercial que fue inaugurado en 1928 con toda la pompa protocolar, con su doble entrada, unos 20 locales y varios departamentos con su estilo art noveau, más dos enormes vitraux y otros lujos de la época. Hacia 1976 el enorme pasaje estaba cerrado y mutó en set de filmación y sala de ensayo para la futura banda. 
Hoy, llegar a ese subsuelo es puro confort. El Pasaje volvió a ser paseo comercial, y donde hace cuarenta años sonaron quizás por primera vez los primeros acordes de canciones como Mariposa Pontiac, ahora se luce lo más “acomodado” de las marcas de ropa. Paradojas de la cultura. Pero, al fin y al cabo, una parada en el café que se encuentra en ese mismo subsuelo, intentando adivinar en cuál de los locales habrán sonado las cuerdas de Beilinson, no viene mal antes de seguir viaje al corazón de la explosión ricotera: los “lozanazos”.
Al Teatro Lozano lo encontramos en 11 entre 45 y 46 a apenas unas diez cuadras del Pasaje Rodrigo. Las nuevas generaciones pasan por la puerta de lo que hoy es un salón de eventos –que pertenece a la Asociación de Empleados del Hipódromo de La Plata– casi sin registrar que aquí se cocinó una de las bandas que cambió la cultura joven de todo el país. Los encargados del lugar abren las puertas para conocer el interior. El espacio principal de lo que fue el teatro fundado en 1952 está intacto y al final de las mesas decoradas que esperan por un evento está aún el pequeño escenario, exactamente con el mismo marco que abrazó a los delirantes que repartían sus buñuelos de ricota en sus primeras performances. Creer o reventar, de este pequeño escenario colonial nació un quiebre en nuestra cultura popular. 
Antes de cerrar la mañana, hacemos una escapada hasta la avenida 25 entre 57 y 58. Con ella, un viaje hasta el 11 de enero de 1981 nos pone mentalmente frente a unos jovencísimos hermanos Moura, dando vida por primera vez en público a Virus. Ese día cumplía 21 años Marcelo, tecladista del grupo, y allí se ponía al frente su hermano Federico. En realidad, lo hacían aún bajo el nombre de Duro, pero con la formación y canciones de lo que sería Virus. 
Este gimnasio se encuentra en una avenida abierta, amplia, de tránsito manso. Este escenario suburbano fue el primer espacio, durante las fiestas de Musicomanía, donde sonaron los acordes que harían bailar a la generación del 80: esos que se grabarían casi un año después y formarían parte del inevitable, aún hoy, disco Wadu Wadu. 

En Avenida 7 casi 38, una panorámica de Canción Animal, álbum emblema de los 90.

LA TARDE. EN EL OESTE ESTÁ EL AGITE La puerta de entrada al itinerario del oeste platense la hacemos desde la Plaza Olazábal, en 7 y 38. Y no casualmente: en 2007 fue rebautizada como Plaza The Ramones. Con esta rareza como ingreso, siguiendo el trayecto por la avenida 38 con rumbo hacia la avenida 13, vamos metiéndonos en pleno oeste del cuadrado urbano. Una zona de casas bajas donde se puede rastrear lo que pensó hace unos años el muralista Eduardo Alcántara, conocido como Lumpenbola. Hecho a puro pulmón, y muchas veces reñido con las políticas que borran y confunden las líneas entre arte y vandalismo, su “Homenaje al rock” interviene todo este sector de la ciudad. Algunos murales se conservan en mejor estado que otros, y aunque se trata de un proyecto inconcluso (“la idea era delimitar el barrio y en su interior tener a las figuras de Skay Beilinson y el Indio Solari”, cuenta Lumpenbola) se pueden recorrer más de diez pinturas. 
El puntapié fue el homenaje a Luca Prodan, en la esquina de 42 y 17. Ahí plasmó a los Sumo. El interés que despertó lo convocó a continuar en la misma esquina “con todos los muertos”, dice: allí están Jim Morrison, Pappo, Janis Joplin, y más. Desde ese punto inicial, se puede caminar hasta la imagen de otro de los ídolos locales, Federico Moura, que mira desde una esquina de calle 18 y 42, bajo la frase “Imágenes paganas”. De Charly García a Divididos, y de los Ramones al guitarrista Slash, las paredes de La Loma resumen con pocas palabras y mucho color décadas enteras.

Charly García se encuentra con Divididos en los barrios del oeste de la capital bonaerense.

LA NOCHE. EL PRESENTE La ciudad vive hoy una tensión entre ese bello mar de metales hirvientes –como diría Spinetta– que mantiene viva la llama, junto a cierta presión estatal hacia los lugares en los que se hace música en vivo. El detalle es que en esos sitios suena lo más interesante de la actualidad. Después del recorrido diario, no se puede dejar de cerrar la noche entre algunos de los espacios más agradecidos del presente platense. 
La cosa puede arrancar en la tardecita primaveral con una cerveza artesanal en el renovado Centro Cultural Estación Provincial, en el corazón del barrio Meridiano V –en 17 y 71– con sus calles empedradas y su encanto de ciudad vieja. En pleno proceso de remodelación, tiene detrás a activistas culturales locales que unieron fuerzas para este proyecto. Esperan tener todo el nuevo centro funcionando a pleno a comienzos del próximo año, cuando llegue a este barrio la nueva edición del ya clásico festival Ciudad Alterna.
La noche puede tener después una parada en el Centro Olga Vázquez, en la avenida 60 entre 10 y 11, otro espacio muy castigado por estos días. Entre conciertos, ferias autogestivas, y ciclos varios, el centro cultural sigue su pelea y se transformó en un escenario interesante en los últimos años. En esta parte del recorrido se podría optar también por C’est La Vie (55 entre 17 y 18), Lucamba (67 y 117) o La Mulata (55 entre 13 y 14). Pero al final, la travesía no puede terminar de otra manera sino en Pura Vida, casi en la esquina de 8 y 61. El “templo del rock” o el “Cemento platense”. Es que por este pequeño escenario bautizado “Federico Moura” pasa cada fin de semana toda la escena local. Desde los convocantes El Mató a un Policía Motorizado, a Mostruo!, Tototomás, Norma, Sr. Tomate, Shaman y una larga lista. Pura Vida es parada obligada para, de paso, brindar. Brindar por el espíritu de una ciudad que, como dijo alguna vez un músico platense, tiene la imperiosa necesidad de levantar la mano y gritar ¡estoy acá!


GPS DE MURALES

  • 43 y 17: Divididos, Andrés Calamaro y Charly García.
  • 18 y 42: Federico Moura, Slash y Nirvana.
  • 42 y 17: Sumo, The Doors, Bob Marley, Pappo, Pink Floyd, Janis Joplin, Jimi Hendrix y Led Zeppelin.
  • 7 entre 37 y 38: Soda Stereo y la imagen de los leones del álbum Canción Animal.
  • 34 entre 18 y 19: Kiss
  • 34 entre 16 y 17 Alejandro Sokol (Las Pelotas)
  • 16 entre 37 y 38: Rolling Stones y The Ramones.
  • 23 entre diagonal 73 y 41: Red Hot Chili Peppers, ACDC, Ozzy Osbourne, Iron Maiden.
  • Diagonal 73 y Plaza Azcuénaga: Luis Alberto Spinetta.
  • 13 entre 37 y 38. Redonditos de Ricota: Semilla Bucciarelli y la estética del disco Lobo suelto cordero atado.
El homenaje al inolvidable Federico Moura desde las paredes de la ciudad donde nació Virus.

LA BANDA SONORA 

  • La Cofradía de la Flor Solar. Para ir desde la calle 41 entre 12 y 13, hasta la calle 526, en Tolosa, puede sonar Quiero ser una luciérnaga, canción emblema del único álbum publicado (1971).
  • Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Si hablamos de los días fundacionales, nada de lo más conocido, entonces: desde el Pasaje Rodrigo hasta el Lozano, vamos escuchando los bootlegs (grabaciones piratas) de los primeros días, con canciones como El súper sport o Nene nena o Tómalo de mi espera.
  • Virus. Sin dudarlo, pasamos frente al Universal con Wadu Wadu (1981). Si Virus marcó un cambio de década, nada mejor que recordar ese momento así, bailando.
  • El Mató a un Policía Motorizado. Para el presente, una de las opciones posibles: dejar que la noche se vaya al ritmo de Más o menos bien o Mi próximo movimiento.