turismo

Domingo, 10 de agosto de 2008

Un hotel emblematico

Uno de los rincones emblemáticos de Baracoa es el hotel La Rusa, un edificio sencillo de dos plantas junto al malecón que perteneció a la hija de un militar zarista ejecutado por los bolcheviques. Magdalena Menasses Rovenskaya nació en Siberia en 1911, hija de una familia aristocrática. Lo curioso es que siendo joven aborreció la Revolución Rusa y de grande lo dio todo por la cubana. Magdalena huyó de Rusia con su madre a Turquía y años más tarde se casó en París con el hijo de un ex diplomático ruso con negocios en América. Aprendió otros cinco idiomas, fue soprano en las Operas de París y Milán, bailarina y también pianista. La muerte de un familiar del marido llevó al matrimonio hasta La Habana para hacerse cargo de unos negocios. Pero por alguna razón muy íntima se enamoraron de la paz y la naturaleza que rodean a Baracoa, y en 1929 se instalaron a vivir allí en pleno auge bananero. Originalmente pusieron una joyería, un restaurante y una finca agrícola, pero después vendieron todo para construir un hotel. Inaugurado en 1956, pasaron por sus habitaciones Errol Flynn, militares norteamericanos de la cercana base de Guantánamo, esbirros de Batista que se iban sin pagar, y más tarde Fidel, Raúl y el Che, huéspedes secretos en plena guerra de la Revolución. La refinada mujer –de asombrosa belleza– tejía brazaletes del Movimiento 26 de Julio y les enviaba dinero y medicinas a los jóvenes rebeldes. En agradecimiento a su fidelidad, Ernesto Guevara le propuso volver a Rusia para que conociera los resultados de aquella revolución, a lo que ella declinó cordialmente bajo el argumento de que era muy feliz en su remanso elegido en el último rincón oriental de la isla. Después de la muerte de su esposo, “La Rusa” Magdalena, que había abrazado la nacionalidad cubana y no pensaba marcharse nunca más, donó de buen gusto al gobierno su hotel, 25.000 dólares en efectivo y dos revólveres. Hoy, en el registro de huéspedes se pueden ver las firmas de Fidel, Raúl y el Ché, quienes siguieron viniendo al hotel después del triunfo de la Revolución. El personaje real de Magdalena Rovenskaya inspiró a Alejo Carpentier para perfilar a Vera, la protagonista de su novela La Consagración de la Primavera.

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