turismo

Domingo, 29 de agosto de 2004

De corsarios y contrabandistas

En los siglos XVI y XVII, el Puerto de Casilda –muy cercano a Trinidad– se convirtió en un centro de contrabando manejado por piratas y corsarios. Y para mediados del siglo XVIII ya había un barrio entero en Trinidad habitado por corsarios y contrabandistas de los mares. Uno de ellos, llamado Pablo Vélez, tenía una hermosa casona donde recibía a numerosos y temidos corsarios del Caribe. Hoy, la casona es la Canchánchara y son los acordes dulzones de la Guantanamera los que atraen a la gente hacia este lugar donde se exprime caña de azúcar con una prensa manual que extrae un aromático jugo con el que se prepara la canchánchara (aguardiente, limón, miel, agua, jugo de caña y mucho hielo). Con varias copas de esta bebida y envuelto en el ambiente de otros tiempos que flota sobre el pueblo, bien podría uno imaginarse a los piratas a la vuelta de una esquina, subiendo por una calle empedrada con sus tesoros a cuestas.

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